El Estado corrobora su peculiar desdén con los individuos de la etnia negra cuando no atiende debidamente los problemas y necesidades estructurales. Los empobrece hasta la coronilla y sin escrúpulos por el "pecado capital" de ser negros. Ahí se encuentra la primera discriminación.
La segunda se presenta en el escenario dantesco cuando al mismo Estado, siempre indolente y racista hasta las entrañas, repugnancia le producimos las personas negras por el "crimen monstruoso" de ser pobres (esa patología social se llama aporofobia).
En consecuencia, los negros resultamos discriminados por ser negros y por ser pobres. ¿Entonces será que la culpa de nuestras penalidades no hay que endilgárselas a quienes durante siglos de historia han sido los mayores generadores de aquellas, sino a nosotros mismos por nacer negros y por nadar en el mar de la pobreza?