Reforma política y electoral: mucho ruido y poca apuesta

Reforma política y electoral: mucho ruido y poca apuesta

"Esta es una reforma que parece hecha a la medida de los intereses de algunos pocos grupos políticos mayoritarios, pues solo resuelve algunos temas"

Por: Francisco Javier Rey Cáceres
mayo 24, 2017
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Reforma política y electoral: mucho ruido y poca apuesta
Foto: Zona Cero

Después del ruido que se hiciera con la presentación del informe de la Misión Electoral Especial (MEE) en Cartagena, el contenido de la tan anunciada reforma política y electoral es decepcionante y poco ambicioso. Los temas que fueron finalmente incluidos parecen no obedecer a los verdaderos propósitos del Acuerdo de Paz firmado en el teatro Colón sino a discusiones de vieja data en el seno de las organizaciones políticas del país que poco resuelven los problemas de nuestro sistema político y electoral. Más que una reforma, lo que se presentó fue un proyecto de reajuste institucional.

Algunos de los temas urgentes para nuestra democracia, pero que lamentablemente seguirán siendo aplazados, son la poca representatividad de las regiones y movimientos sociales en el seno del Congreso de la República y demás instancias de poder, el creciente y temible fenómeno de personalismo o cacicazgo político, los débiles mecanismos de control y sanción a la financiación indebida de campañas y partidos políticos, la poca participación ciudadana, la falta de promoción de nuevos liderazgos y el patito feo: el voto electrónico.

Esta es una reforma que parece hecha a la medida de los intereses de algunos pocos grupos políticos mayoritarios, pues solo resuelve algunos temas como la necesidad de desnaturalizar la pérdida de investidura o muerte política de congresistas, diputados y concejales (la santa inquisición de la clase dirigente). En la reforma se propone crear una segunda instancia en este tipo de procesos, suprimir el carácter ad infinitum de la sanción y extender algunas causales a los alcaldes y gobernadores. Igualmente contempla que las destituciones contempladas a todos los servidores públicos de elección popular deberán ser confirmadas por un Juez de la República, es decir, no más procuradores o contralores inquisidores.

La reforma también resuelve el viejo debate sobre el origen partidista del Consejo Nacional Electoral. Su heredero, que será el Consejo Electoral Colombiano -casi ni el nombre cambian-, ya no será elegido por los partidos políticos sino por los presidentes de las Altas Cortes y el Presidente de la República. Tampoco será atribución de este órgano electoral la elección del Registrador Nacional del Estado Civil, pues ésta será ahora competencia de los electores de los nueve (9) magistrados del CNE, ahora CEC. Algo que suena bien.

Otro tema que es quizás el más preocupante es la constante contradicción de esta reforma con la tan ambiciosa apertura política del Acuerdo de Paz. En el documento radicado por el Gobierno Nacional se hace una peligrosa diferenciación entre Partidos Políticos y movimientos políticos. Los primeros seguirán siendo los todopoderosos, y los segundos, con menos derechos, anuncian la desaparición de los grupos significativos de ciudadanos y abren la puerta a los “partidos políticos regionales”, quienes sumados a las listas cerradas y bloqueadas – también novedad de esta reforma- y a la falta de control en la financiación, son la fórmula perfecta para reproducir los caciques políticos en los distintos territorios. ¿Para qué fortalecer los partidos si abrimos la puerta de atrás para que entren las tulas de dinero y los patrones camuflados de movimientos políticos?

Y la ñapa de la reforma: se reducen las edades para ser senador y representante: el primero, 25; el segundo, 21. También se restringe la reelección de congresistas y demás miembros de corporaciones públicas a dos periodos consecutivos, chiste que se cuenta por sí solo, y por último, tema un poco más serio pero técnicamente complejo, se establece que ante la pérdida de investidura ya no será el siguiente en la lista el que asume la curul sino que se hace un nuevo escrutinio descontando los votos del removido.

Pero bueno, sin el ánimo de ser pesimista, ese es el nuevo escenario político que nos espera, no muy distinto pero que en algo habrá de cambiar.

Mientras tanto, la nueva generación en política —no la de los delfines, sino la de los nuevos líderes— seguirá esperando su turno, porque esta vez no fue, pero para la siguiente puede que si sea. A esos jóvenes que apenas entran al escenario del poder les digo que no se preocupen, ustedes recibirán un mejor país, un país sin armas y sin guerra, pero la clase política que sigue ahí no ha cambiado de a mucho sus costumbres, por eso la batalla continúa y no será nada fácil… persistan.

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