El Pacifico necesita un caudillo

El Pacifico necesita un caudillo

Necesitamos un hombre o una mujer con un alto capital simbólico, un líder con autoridad, prestigio, reputación, honorabilidad

Por: Jose Manuel Perea Garcés
junio 06, 2017
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El Pacifico necesita un caudillo

Estando tan lejos de mi querido Pacífico y tras una discusión de amigos, por estos fantásticos grupos que acortan las distancias territoriales pero aumentan ese cariño que siempre nos ha caracterizado a los colombianos, y conversando en medio de esta situación caótica que hoy vivimos, donde los paros en el Chocó, Buenaventura y otras regiones del litoral a causa de una inconformidad generalizada, nos demuestran que cada vez estamos más lejos de tan anhelado “desarrollo”.

Y por ello nos hicimos una pregunta: ¿Cuál debe ser la fórmula para lograr nuestra región se potencie y logremos unirnos para conseguir nuestros objetivos comunes? Algunos plantearon la posibilidad de contar con estructuras más sólidas, otros hablaron de generar mayor poder político y económico para ingresar a la lógica de nuestro país. Por su parte, algunos pensaron que debíamos persistir en la idea del uso de la fuerza o de una lucha pacífica, entre otros planteamientos. A mí se me ocurrió que el caudillismo era una solución, a la cual se opusieron rotundamente y además generó algunas risas.

Pero remitiéndonos a este tema, debemos conocer: ¿Cómo aparecieron estos líderes? Para eso debemos remontarnos al siglo XIX, uno de los momentos de mayor convulsión e insatisfacción de América Latina y El Caribe. En ese entonces se buscaban alternativas para acabar con la opresión de occidente, representada por la monarquía española, francesa, portuguesa e inglesa, que se llevaban las mayores riquezas, cobrando cuantiosos impuestos. Esto, sumado a un sistema esclavista que era inhumano, es decir, insatisfacción en toda la pirámide social.

En aquel entonces apareció un puñado de hombres que no solo contaban con un liderazgo innato, sino con otros grandes atributos, carisma, resolución de conflictos de problemas comunes y, sobre todo, con una formación basada en principios y valores, que les permitían pensar en el bien común sobre el particular. De ahí se destacan Simón Bolívar en Colombia, Ecuador y Venezuela; José de San Martín en Argentina;  Tupac Amarú en Perú;  Jean-Jacques Dessalines en Haití; y muchos otros que fueron figuras representativas en Latinoamérica y que hoy son llamado ‘Libertadores’. De esa forma, y comandados por estos caudillos, liberaron a los pueblos de américa y crearon parte de los países que hoy conocemos.

Pero, ¿a razón de qué haremos un retroceso de más de 200 años? La respuesta la sigue dando la historia del siglo XXI, pese a que algunos no son muy queridos y otros hasta odiados. Les podemos mencionar como caudillos modernos como Chávez, Lula, Correa y Kirchner, con una visión más humanista o Uribe con una visión mucho más guerrerista. Sin embargo, todos poseían una visión resolutiva frente a los problemas que viven sus países. Sean para bien o para mal, estos hombres y mujeres despiertan pasiones  y una sed de revolución que solo permite generar réditos y una cambio de pensamiento social que nos beneficie a todos, pero que infortunadamente en ocasiones estas buenas intenciones se ven cegadas por el poder y la ambición.

Necesitamos un hombre o una mujer con un alto capital simbólico, como expresa Pierre Bourdieu, que lo define como una persona que se traduce en un líder que cuenta con factores como la autoridad, el prestigio, la reputación, el crédito, la fama, la notoriedad, la honorabilidad, etc. Una que cuente con las mejores armas de nuestros personajes más destacados: la astucia de Luis Gilberto Murillo; la capacidad de gestión y planificación de Paula de Paula Morenos, el populismo de Zulia Mena; la inteligencia del científico Raúl Cuero; el carisma de la agrupación  Choquibtown;  la elocuencia de Diego Luís Córdoba, entre otras cualidades que tienen nuestras figuras del Pacífico. Pero sobre todo, debe tener un corazón altruista, ese que encontramos en cada una de esas familias del litoral, que comparte y piensan en el bien común, y  siempre poder ayudar no solo a su familia, sino a todo aquel que lo necesita, porque en realidad necesitamos un hombre dispuesto a dar todo por su tierra.

Uno de sus grandes retos será unificar el bloque Pacífico, generar la cohesión entre el campo y la ciudad, entre los más acomodados y los mas pobres,  que entrelace los sentimientos y los deseos de los habitantes con las necesidades básicas insatisfechas más altas del país, pero también que encienda ese despertar generalizado que solo un gran líder puede.

Necesitamos un líder que como Nicolás Maquiavelo planteaba en su obra El Príncipe: “Debe ser amado por muchos y temido por el resto”. Un hombre que no tenga pelos en la lengua, que le apueste al “orden” y la restitución de los derechos que se nos han quitado. Algunos dirán que es una utopía, sin embargo como decía Carlo Dossi “La utopía de un siglo, a menudo se convirtió en la idea vulgar del siglo siguiente”.

Lo que sí es importante tener en cuenta es que esta lucha del Pacífico debe seguir, no se puede desfallecer y seguir siendo la vedette para mostrar cuando se habla de biodiversidad; una zona potencial para la extracción de recursos naturales cuando vienen los inversionistas; nos ven como importantes para mostrar nuestro patrimonio cultural, ya que somos un país diverso y "para nada racista", porque Colombia nos respeta y el gobierno nos da las garantías; cuando teníamos que mostrar a toda la comunidad internacional un lugar donde sus habitantes perdonaran de corazón a quiénes en el pasado fueron sus victimarios, pero que no le aportamos al PIB. ¿Qué quiere decir eso? Que solo estamos cuándo nos necesitan para mostrar algo que les conviene, pero no cuando nosotros históricamente los hemos necesitado.

Debemos seguir la lucha por lograr dignificar al pueblo negro. Y quienes estamos por fuera, solo les decimos que no nos rendiremos ante su ausencia. Como dijo Choquibtown "Somos Pacífico y estamos unidos", unidos contra la opresión y el abandono sistemático que hemos padecido.

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