El cambio tecnológico y científico pasa como un tren bala por nuestra puerta. Mientras tanto, indiferentes a los vertiginosos cambios que debían reclamar toda la atención de la dirigencia política y empresarial, nos agarramos a trompadas a ver quién hace trizas a quién.
Lo que viene, de cara a las elecciones del 2018, es una gritería entre quienes quieren tirarse el acuerdo de paz y los que quieren rescatar algo del itinerario convenido en el acuerdo, sumado a la consigna contra la corrupción. El paquete se completa con el uso de las fórmulas medievales contra las fuerzas del mal, encarnadas en la secularidad y la diversidad. Lo que la Corte Constitucional decida alrededor del fast-track tiene que examinarse, ahora, a la luz de las creencias religiosas de algunos de sus miembros
Para peor de males, uno de los actores del proceso, tratando de integrarse a la vida después de mas de cinco décadas en armas, cree y lo divulga, que el gobierno venezolano, verdadero desastre, es la panacea. Están en su derecho, por supuesto, pero no perciben que espantan más gente aún, dándole alas a los promotores del miedo al castrochavismo y la camándula.
Políticos furiosos de lado y lado, eficaces para el desacuerdo y la exclusión de los postulados del otro, se olvidan, porque no les importa, de los retos más importantes del país en un mundo que cambia a pasos exponenciales. Estamos viendo pasar, impávidos, el tren de las innovaciones tecnológicas, de los retos del cambio climático, de las nuevas formas en que se deben educar niños y jóvenes para toda una vida, de los nuevos modos en que se realizan los negocios. Un verdadero tren – bala, que no da espera. Rezando para que los precios de los commodities que exportamos vuelvan a subir, que la tasa de cambie baje un poco y seguir en las mismas.
No ha sido seria ni responsable la forma en que la dirigencia colombiana, pública y privada, ha tratado el tema de la construcción de capacidades científicas y tecnológicas en Colombia. Con el agravante de que la situación ha pegado. información validada por tanque de pensamiento.est en las mismas.algunos.cha contra la corrupciterradora la ausencia ha sido diagnosticada una y otra vez. La tragedia está anunciada: país que no construya su prosperidad a partir del conocimiento está en la olla.
En Estados Unidos, con la subida del troglodita actual, se anunció el gran recorte. A finales de abril, con lluvias, miles de estudiantes, profesores universitarios e investigadores y gente del común salieron a manifestar en Washington contra las políticas de reducción de presupuesto federal para la ciencia y tecnología de Trump. Contra su cínico desinterés por la inversión en CyT para hacer frente al cambio climático y la necesidad de invertir en formas limpias de generación de energía, dados los devastadores efectos sobre la vida en este planeta.
Marchas por la ciencia, las llamaron.
Los actores de la CyT tomaron la decisión de hacer política y salir a las calles.
Porque sin CyT el nivel de vida de la primera potencia mundial no sería posible
Las protestas se replicaron en centenares de ciudades de los Estados Unidos y del mundo. Marchas por la ciencia, las llamaron. Los actores de la CyT tomaron la decisión de hacer política y salir a las calles. Simplemente, porque sin ciencia y tecnología el nivel de vida de la primera potencia mundial no sería posible. Ni vacunas, ni electrodomésticos, ni celulares, ni Amazon y Netflix, ni exploración espacial, ni museos de ciencias e historia.
¿Mero bochinche de unos cuantos profes gringos? Para nada. Según el Banco Mundial, por cada millón de habitantes hay 4.019 investigadores científicos de tiempo completo, sin incluir técnicos de apoyo. Y se invirtió en Gringolandia el 2,7 % del PIB de los EE. UU. en actividades de investigación y desarrollo. No en vano cuatro universidades de California suelen clasificar entre las diez mejores del mundo y cinco empresas hijas de la revolución digital están a la cabeza mundial del valor en las bolsas: Apple, Amazon, Microsoft, Google, Facebook .
Acá el cuento de la CyT no ha pegado. Para seguir con la métrica, por cada millón de habitantes sólo hay 152 personas de tiempo completo dedicadas a ciencia y tecnología, de manera que si salieran a manifestar al unísono contra las políticas de del gobierno llenarían menos de la mitad de la plaza de toros de Bogotá. Un pobrísimo 0.5% del PIB va para investigación y desarrollo. (De ahí el inmenso valor que tienen los grupos de investigación que, casi con las uñas, hacen ciencia en Colombia).
Admiramos, con razón, a Rodolfo Llinás, a los colombianos que detectamos que trabajan en la NASA, como el actual director de Colciencias, meritorios como pocos, justamente porque Colombia carece de políticas audaces y sostenidas en CyT. Vienen, nos repiten la verdad, se van, vuelven y encuentran el país en las mismas
La expresión de la mermelada nació de la forma en que se iban a distribuir los recursos provenientes de las regalías para CyT, con políticos a bordo de la toma de las decisiones. Sistema incapaz de ejecutar los recursos, cuyos remanentes van ahora para vías terciarias. Qué pena.
Nos regodeamos con las cifras, que se parecen al diagnóstico de los argentinos en las Malvinas: quedamos de subcampeones. Hace poco se lanzó “Colombia científica”, para promover la calidad de la educación superior. La estadística, cierta: 8 de 10 estudiantes de estrato 6 van a universidades acreditadas; en estratos bajos, al revés: 7 de cada 10 a las no acreditadas. ¿Y?
“Un spa y una pollería son más importantes que una empresa de CyT”, leí en un trino. Ni a la derecha ni a la izquierda les importa.