El debate entre las normas y la realidad
Opinión

El debate entre las normas y la realidad

Revelaciones que coinciden con la anomía [1].

Por:
octubre 31, 2013
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Quisiera que lo que aquí se escribe fuera, de una parte, una hipótesis de trabajo de investigación y, de otra, una lejana posibilidad existencial, como si nada de ello tuviese realidad, un experimento más y, de índole académica, un laboratorio mental. Pero la realidad me hace pasar por la angustiosa labor de analizar los temas que suceden y, que están sucediendo. Algunos de grande gravedad. ¡Todo un impacto!

El programa electoral está invadiendo toda la actividad social y, no es para menos. No son propiamente los programas los que hacen presencia, las formas y elementos para mejorar la economía, hacernos más productivos, saltar la brecha de la pobreza o, de la exclusión social; no son los planteamientos que indican una forma diversa o, por lo menos actuante en el agro y, sus implicaciones con la entrada en vigencia de los denominados Tratados de libre comercio o TLC; tampoco los instrumentos de macro o micro economía para alcanzar una cobertura de salud atendible o, por lo menos en disposición de ser de normal cobertura; aún alejados se encuentran las propuestas que lleven a la revolución de la industria que sea aún más competitiva. No.

Los indicadores de la realidad política, la suma de discusiones se encuentran en la forma de cómo se hace un mapa político que permita excluir al posible contrincante, sin que ello lleve a la reflexión sobre el quehacer del Estado. Todo está capturado por la vitrina de venta y exhibición del poder mediático que permita, sin ningún compromiso hacer visibilidad, que no política, con lo que se tenga a la mano y, ojalá con menosprecio del contrincante, con la exclusión de los programas de inclusión, es decir, con la apolítica o antipolítica en pleno.

Mientras, el mientras es lo grave, los indicadores de disociación institucional al punto de llevarse de calle el propio establecimiento. La Nación en peligro, los responsables entrelazados en verdaderos debates medievales. Y, agreguemos, miren ustedes: en el programa de paz, los funcionarios encargados del control, trenzados en discusiones personales, por no decir de egos exacerbados, cuando su función debe ser propositiva, entregar salidas y, no entorpecer finalidades; claro, obvio diría el observador, ¿no será que está por lo menos alguno en campaña preelectoral, guardándose el  arsenal?; la representación tradicional de los partidos políticos en crisis, nadie se siente representado, en vez de tener programas, exhibir fórmulas, son máquinas electoras con voracidad burocrática; las asociaciones de la producción, que deberían tender por el mejoramiento de condiciones de grupo, no poseen representación. Aquí, en la suma existe un vacío de representación y representatividad. Y, así todo, al garete, como comúnmente se dice.

Pero de otro lado la corrupción y, la violencia rampantes. La sociedad perpleja, no resiste el golpe de noticias y de hechos espeluznantes, gravísimos, que actúan como verdaderos verdugos de la institucionalidad, qué coincidencia al buen estilo medieval.

Muchos titulares, poco análisis de lo que se ha de realizar. Como que la realidad va por un lado y la norma por otra; un estado de anomía invade el país y, por supuesto, al Estado; esa ausencia de valores propia de una contracultura cabalgante. Veamos: cuando la violencia y la corrupción se explayan, están posicionadas, empoderadas de un sistema, se debe aceptar críticamente que, si ello sucede, el manejo es y debe ser muy extraordinario, pues la situación no es de normalidad, ni de anormalidad, sino de anormal anormalidad: un caos.

Si, como se afirma, la cultura ‘traqueta’, la que dejó el narcotráfico, opera en los niveles generales o, se apropia o copta los organismos y oficinas de decisión estatal, la situación es bien compleja. Opera como una estructura, se hace visible en cada momento del quehacer social, niega la existencia de las coordenadas de vida en sociedad y, por último rompe con la institucionalidad.

Se ha dicho que el narcotráfico está en reducción, que la batalla se está ganando, que en rescoldo solo quedó. Es posible, no lo creo, pero en ese paisaje se insiste. Ello es una cosa. Pero cuando y, con todo lo que se diga sobre el fenómeno, le agregamos la cultura que dejó, el caldo de cultivo es de coger con pinzas.

La institucionalidad se encuentra operando, muy a pesar de esas manifestaciones que, en todo, son de fuerza; y, esto otro, los valores y, las normas, las instituciones que ellas contienen no le dan punto de quiebre, no ofrecen tranquilidad pública. Y, así hay que decirlo. La norma, el valor, es reemplazado por los contenidos de la contracultura de la corrupción, de la violencia y, la presencia obcecada de la cultura del narcotráfico.

Ahora recuerdo el antiguo, pero actual, debate entre la estructura (la realidad) y la institución (la norma). Las instituciones, como lo diría el Profesor Gregorio Becerra, son creación del hombre, tiene su momento de elaboración, de observancia y de obsolescencia; como instrumento de poder superan la existencia de las personas: el común dice los ‘hombres pasan y las instituciones quedan’; instituciones en progresivo desarrollo, cambio y ajuste. La estructura es otra cosa, es un fenómeno, también cultural, que a diferencia de las instituciones, no son creadas por el hombre sino que se dan, se presentan en el entorno social, por las mismas relaciones sociales, como la miseria o la prostitución.

Instituciones y estructuras que deben andar al paso. Caminar en procura del desarrollo; instituciones que deben influir en la realidad, es decir, en las estructuras. En fin relación de normal anormalidad, pues ambas han de estar en donde la razón pública se encuentre, dentro de valores aceptados y compartidas, sin exclusión, con respeto al otro, con igualdad y, en pluralismo.

Pero, ¿qué sucede cuando la estructura, en contracultura rechaza, rompe con la institucionalidad? Allí, el estado de anomía, el no referente valorativo atendible. La institucionalidad en apuros. La mera propuesta para llenar titulares no cambia la realidad. ¡No! Se requiere de un gran esfuerzo social.

Datos de realidad nos informan de la anomía: la violencia ya se dijo; el todo vale; el ningún respeto por la otredad o, el otro; la no aceptación de la opinión divergente; el imponer una postura ideológica así sea contra la Constitución y, sin importar que se es funcionario público que tiene mandatos y funciones taxativas; ahhh y, la corrupción, en el desarrollo de obras públicas vitales, en la salud y, ahora en el ‘aparato’ de justicia: en una batida, como dicen los policiales y, en ese escenario, no hay otro, se capturan funcionarios judiciales que, disfrazados en la misión sagrada de decir el derecho actúan como aquellos cuya función se ordena perseguir: los delincuentes. Y obvio, se respetará el derecho de defensa, pero en el ínterin, ¿quién defiende a la sociedad y a las víctimas del aleve atentado? Agréguese que la Fiscalía General de la Nación ordena captura y, los encargados de hacerla efectiva ¡actúan casi como escoltas de quien deben aprehender! Y, no resuelto el caso, aparecen síntomas en algún miembro del Consejo Superior de la Judicatura. ¿Pesar? Más que pesar dolor de patria nos invade. Una justicia con grandes avances, de reconocimiento nacional e internacional y herida de muerte: Una justica, así se hace observar, con mucho músculo y, poco material óseo.

 

Las normas y la realidad. ¡Reformas sí! Pero la primera sea la de la mentalidad, pues por más exquisita reforma se realice, si la mentalidad no cambia, es como bañarse alguien con agua sucia, pero eso sí, con mucho jabón: la anomía acabó con la institucionalidad. Tiene la palabra señor presidente; tiene la palabra quienes desean regir los destinos de Colombia. Menos cachivaches, más propuestas, pues lo que está en juego, no solo es la paz, sino la supervivencia toda.



[1] anomia1. (Del gr. ἀνομία). 1.f. Ausencia de ley. 2. f.Psicol.Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación. Real Academia Española. http://lema.rae.es/drae/?val=anomia

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Fragilidad y reconocimiento

Fragilidad y reconocimiento

Nuevo cuatrienio

Nuevo cuatrienio

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--