Esa fue la pregunta que se me vino a la mente después de escuchar la respuesta, en CityTv, del empresario colombiano, frente a la expulsión de Paul Gillman de Rock al Parque. Con una soberbia que atemoriza, Correal afirma que él le había advertido al músico, que si no actuaba de forma contraria a sus creencias políticas, emprendería una campaña que lo dejaría por fuera del Festival.
Desde cuándo, deberíamos preguntarnos, los empresarios privados determinan con criterios políticos a quién podemos escuchar o no en un evento público. Lo que hizo Correal se habría ajustado a la norma si sus razones fueran de tipo profesional, por ejemplo que el músico no se ajuste al género, que no sea tan conocido o que no sea bueno. Pero no, en este caso se trata de una censura por pensar de forma diferente, por no compartir el ideario político del empresario.
Lo que estamos viendo es que, en lugar de ser cada vez más respetuosos con la diferencia, tendemos a ser cada vez más arbitrarios frente a quienes no piensan como nosotros. Debemos recordar que, a pesar de todo lo que se ha dicho sobre el Gobierno cubano (que no se permite la libre expresión y que hay presos políticos) jamás se condicionó la presentación de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés a exigencias similares a las que Correal le hizo a Gillman.