"Precipitándonos ante una casi total inexistencia de la opinión pública, mutilada y reemplazada hoy por hoy, por la denominada , emoción pública", tal como lo dilucidó magistralmente el maestro Ángel Becassino en una de sus incontables conferencias.
Por ello las ideas que hoy median el éxito de los políticos de ocasión están cada vez más lejos de ser conceptos de profundidad... son expresiones mercadotecnistas, que buscan desesperadamente conectar al público a través de emociones, en su mayoría pueriles: risa, indignación, ira, rabia y el papá de todas, el mismísimo odio.
En tiempos pasados, no muy lejanos, la política era sinfónica. Se pretendía armonizar acordes, preexistía la necesidad primigenia de buscar y establecer consensos, elaborar acuerdos, dar manzanilla…pero en medio de esta deliberada manzanilla se otorgaba a los bandos en juego una respetuosa participación y primaba la posibilidad del decantamiento ilustrativo.
Lo anterior dio pie a la existencia de posturas fuertes, capaces de construir idearios políticos, columnas con capitel, destinadas a erigir creencia y herencia política. Al profundizar en los problemas se buscaba una utópica sinfonía donde las voces de la mayoría se elevaban como un coro celestial…. haciendo eco en la sociedad. La voz cantante irrumpía con fuerza en los recintos, en tonos altos y bajos, se compartía el mensaje, replicado de manera sinfónica.
Ahora, lo más parecido a lo anterior es un concierto barrial de reggaetón … voces distantes, disidentes, que invitan a la confrontación, coros automatizados que replican las letras sin comprometer su pensar… sin mediar su impacto…ofendiendo e indignando.
Divierten, entretienen, excitan e hilvanan el pensar. La sangre inflama la aorta y se declara enemigo al interlocutor. Sin una argumentación concienzuda, bajo el convencimiento absoluto totalizante y paralizante de tener la razón.
El político de ocasión orienta su campaña bajo el pilar de una narrativa estratégica de neopopulismo exacerbado
Las discusiones se vuelven peleas que se agotan en titulares y no en desarrollos, discursos cabezones de cuerpos gélidos, anémicos e indiferentes, colman los principales diarios del país, y hacen las loads de líderes con más sentido de la oportunidad que del liderazgo mismo.
Ahora, la pelea en este concierto es de quien grite más. ¿Recuerdan el famoso ¡mamolaaaaa! del señor bigotes, Horacio Serpa, que en su momento fue un clamor nacional? Lo fue igual como la lucha gregaria del prohombre del liberalismo Jorge Eliécer Gaitán.
De eso poco queda, pero también abundan muchos remedos del potencial y elocuente vibrato de otrora. Hoy agudizados por Claudia Nayibe López, quien busca encolerizar la indignación nacional impulsada por el efecto replicante de las redes sociales .
Grita Álvaro sus notas de cinismo, grita Nayibe hasta ponerse verde de incoherente ,pontifican, corean y repudian los en los mismos vibratos…
La ópera ahora, se llama corrupción, esa es la diva que buscan desesperadamente reyes, caciques, oráculos y soldados para construir un país de indignación .
Cuidado porque la emocionante indignación rápidamente puede pasar a la apasionante INDIGNACIÓN y eso no sería más que otra tragedia…
La pasión es una virulencia , una pandemia que contagia la emoción y ya enfermos se corre el riesgo de morir o asesinar.