Soy una Juez de la República, esas de la que tanto denigran en nuestra sociedad porque no funcionamos como deberíamos. Soy una persona que se levanta cada día y que una vez que envía a su hijo al colegio y saluda a su hija que cursa universidad, se dispone a ir a su oficina, donde a través de análisis y conocimiento intento hacer cumplir la ley.
Ahora me enfrento a esa ley que me enseñaron en la Universidad: “Dura lex, sed lex”. Como mi énfasis es Juzgado Promiscuo de Familia, pues se imaginarán con lo que tengo que lidiar, procesos de divorcio, de uniones maritales de hecho, de sucesiones, de alimentos, de custodias, de violencia intrafamiliar, en el área civil y trabajo todo lo que tiene que ver con menores infractores en el área penal.
Entonces mi trabajo se trata de aplicar la ley en lo más duro y la vez en lo más sensible, pues mis temas más que de ley se tratan de corazón, de hijos, de familia de lo que siempre me enseñaron que es el centro de la sociedad y es ahí donde yo me pregunto: ¿en qué clase de sociedad vivimos? Y entonces es obvio saber qué clase de sociedad tenemos, una que está hecha de odios, incongruencias, inconsistencias y pobreza.
Y hoy, especialmente, me levanto y encuentro que en este Estado de podredumbre en el que habito ya ni siquiera será tenido como delito el hecho de que padres (en su mayoría) y algunas madres (pocas en verdad) no le den a sus hijos alimentos. Ellos ya no serán castigados con cárcel (a la que muy pocos llegan), pero eso porque precisamente el miedo a ellas los hace pagar. Entonces viene la segunda pregunta.
¿A quién le duelen los niños? Y la respuesta nuevamente es obvia, únicamente a la madre que tiene que levantarse cada día a guerreársela para darle de comer a sus hijos. No todas son tan afortunadas como yo, y no todos los niños cuentan con una mamá que tiene una profesión en donde a veces le sobra para darle mucho más de lo elemental que es lo que el Código de Infancia y Adolescencia señala.
Alimentarlos no es solamente darles de comer, se define en la ley como todo aquello que una persona necesita para su manutención y una vida digna y eso incluye no solo comida, sino vestido, educación, salud y recreación. Si con medio salario mínimo en un privilegiado caso que se señale esa cuota no alcanza, ¿entonces cómo se cubren las necesidades de un niño con cien mil o ciento cincuenta mil miserables pesos que es por lo que las madres terminan tranzando en su necesidad?
Ahora bien, ¿cuál es la política de protección a los niños? Es que en verdad a nadie le duelen los niños, ellos no generan ganancia de ningún tipo, ellos solo le interesen a sus madres, quienes se levantan cada día a guerreársela para darles de comer y que puedan crecer en mejores condiciones que las que ellas posiblemente vivieron.
A nadie le duelen los niños.
