John Von Neumann imaginaba robots que se autorreplicaran como un mecanismo que hacía viable la explotación del planeta Marte. Su argumento era simple. Si tuviéramos una sola máquina su eficiencia determinaría la cantidad de material que puede extraer. Si esta máquina en lugar de extraer material y crear lingotes para enviarlos a la tierra, usara parte del material encontrado para crear una nueva máquina igual a ella misma, se perdería parte de la producción, pero se ganaría una máquina más. Si esta nueva máquina y la original hicieran lo mismo, autorreplicarse, tendríamos rápidamente cuatro máquinas en lugar de una sola. Es fácil inferir que la eficiencia de un sistema de 4, 8, o 16 máquinas así creado sería mucho mayor que la de una sola máquina. Esa es en esencia la promesa de la autorreplicación. La máquina de Von Neumann es una máquina ideal, de esas que solo existen en el mundo de las ideas, pero para sorpresa de muchos ya tenemos algunas de estas ideas concretadas en el mundo real. Incluso hay una acá, a un cuarto de distancia del lugar donde escribo esta columna.
Una impresora 3D es algo muy cercano a una máquina de Von Neumann. Es una impresora de objetos en plástico. Si como lo leen, ahora no se imprimen palabras o imágenes, sino objetos tridimensionales que pueden ser utilizados en el mundo real, desde un pito o una pinza para el cabello, hasta juguetes para armar, mecanismos con engranajes y piñones, lámparas o peinillas. Si se puede hacer en plástico y no excede el tamaño máximo de impresión, se puede hacer. Lo más interesante es que estas impresoras pueden fabricar partes de ellas mismas. Como las máquinas de Von Neumann, estas impresoras se autorreplican. Obviamente no todas las partes se pueden imprimir, no es posible crear solo con plástico el circuito o los ejes de metal o las bandas de caucho. Pero algunas de las partes importantes, las guías para los ejes, los engranajes y otras piezas sí, y allí reside parte de su magia. Una impresora 3D es una máquina que puede generar las partes para construirse a sí misma. Esta es una idea innovadora que ha estado en desarrollo los últimos años.
Mi primera experiencia con una máquina de este tipo fue hace cuatro años. Desde entonces le sigo la pista. Sinceramente creo que son un elemento disruptivo. Algo tan grande como la imprenta pero a otro nivel. Las impresoras 3D nos dan de nuevo la posibilidad de fabricar nuestros propios objetos y con ello plantean una ruptura profunda con uno de los paradigmas que se mantiene desde la era industrial: la producción en serie. Si cada uno puede tener en su casa o en una comunidad cercana una impresora 3D, ya no tendríamos que comprar los objetos que se pueden fabricar con ella, nosotros mismos podemos hacerlos, personalizarlos, modificarlos para que se adapten o se ajusten a nuestras necesidades. Esa es la promesa de estas máquinas, llevar más lejos de lo pensado la idea de apropiación de la tecnología y sacarla del mundo de bits al mundo de átomos. No pretenden acabar con la industria ni mucho menos, pero si llevan más lejos la idea iniciada con el software libre y con las tecnologías abiertas de devolvernos de a poco el poder de decidir y escoger lo que usamos.
Como toda nueva idea, esta también ha encontrado sus primeros detractores, desde aquellos que dicen que es solo un juguete caro que no tiene ninguna utilidad hasta aquellos que ven en ella un peligro ya que puede ser utilizada para imprimir objetos políticamente incorrectos como armas, por ejemplo. Ya hay planos en Internet que permiten construir con una de estas impresoras las partes para construir un arma de fuego. No es broma, ahí están. Los alarmistas han pedido que estas impresoras sean prohibidas, otros han pedido que los planos se retiren de Internet, otras voces con más sentido común han vuelto a recordar que las herramientas, son herramientas, que su uso depende de la responsabilidad de quien las maneje.
El otro elemento disruptivo que plantean estas impresoras está relacionado con la propiedad intelectual. Este tipo de herramienta plantea serías preguntas sobre términos tan defendidos como la propiedad industrial y los derechos de autor. Quisiera extenderme un poco en este punto.
La primera regla de la propiedad intelectual es que no se protegen las ideas, sino solo sus manifestaciones, ya sea en obras (artísticas, científicas o de cualquier tipo) protegidas por el derecho de autor, o en diseños de dispositivos y procedimientos (procesos para elaborar medicamentos, diseños de maquinaria o procesos de fabricación de alimentos, por ejemplo) que son protegidas por la propiedad industrial. En los dos casos se crean monopolios de explotación exclusiva, para las obras y los diseños, que en general son utilizados por las empresas para comercializar sus productos que son comprados por sus consumidores finales. Todo este sistema está basado en una idea de la escasez. El número de productos es limitado. Se acaban cuando se venden y dependiendo de su cantidad y de su costo de producción tienen un valor en el mercado.
En las impresoras 3D algunas partes de esa cadena de producción se resquebrajan. Los productos no son escasos, se pueden imprimir tantos como se necesiten y siempre que se necesiten. Los objetos que se imprimen son únicos pero no tienen el valor comercial de un producto limitado, ni el de un producto artesanal, en general las piezas fabricadas por estas impresoras ni siquiera se comercializan por que son fabricados por su mismo consumidor y si se venden su valor es cercano a su costo de fabricación, sin plusvalía, ya que no tiene sentido pagar de más por algo que no es escaso. En cuanto a los objetos mismos que se imprimen, su diseño es completamente digital. Es un código que se programa en la impresora y por tanto completamente manipulable. Un mismo objeto, digamos una copa puede tener tantas manifestaciones como se quieran, habrán copas delgadas, gruesas, largas, cortas, grandes, pequeñas y todas pueden salir de un diseño inicial que es manipulado en un programa de diseño 3D. Así aunque la copa tenga su autor o creador, es replicable por cualquiera que tenga la tecnología para hacerlo. Pero quien lo haga no imprimirá necesariamente la misma copa. Más allá, el método con el que se fabrica la copa, que en principio si sería patentable, tampoco lo podrá ser, pueden existir muchas formas de imprimir el mismo objeto y todas estarán determinadas por el software que controla la impresora. De estos programas hay muchos y varios son libres.
Hay varios lugares en Internet donde abundan diseños al alcance de un clic. La mayoría están pensados en un modelo de comunidad, donde se espera que las contribuciones sean tomadas por quien las necesite sin ningún tipo de retribución. Para mí, esta tecnología es un abrebocas a los cambios que veremos en los próximos años generados por proyectos y comunidades que tienen como base lo abierto y lo comunitario. Se sienten vientos de renovación y quizás es tiempo de empezar a replantear la hegemonía de los modelos basados solo en la idea de propiedad para pensar en otros. Internet por sí mismo es un gran ejemplo, el primero, habrá que ver en 30 años que ha pasado con estos otros que hasta ahora empiezan a germinar.
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