Lo de Gaviria hoy es histórico. Le ganó a los grandes esprinters europeos, gigantes como el Gorila Alemán Andre Greipel, uno de los mejores de todos los tiempos. Antes los colombianos veíamos esas etapas planas con el credo en la boca, pensando en que un abanico no nos fuera a cortar, a que el viento no nos arrastrara y perdiéramos 15 minutos. 35 años después de debutar en Europa, un colombiano, Fernando Gaviria levanta las manos en Cagliari y de paso se convierte en el cuarto colombiano, después de Esteban Cháves, Rigoberto Urán y Nairo Quintana, en vestirse de rosa.
A sus 22 años es uno de los grandes prospectos mundiales. Su equipo belga, el Ettix-Quick Step, que hoy demostró todo su poder después del ataque de Bob Jungels, lo trata como una joya. Ha sido campeón mundial en pista y en ruta y este año ya ha ganado cinco etapas. Nadie ha ganado más que él. Sin embargo Fedeciclismo ha decidido no respetarlo como se debe. El año pasado, después de tener que esperar en un hotel en Londres, horas antes del Campeonato Mundial de Pista, Gaviria publicó este reclamo en twitter culpando directamente a la Federación de Ciclismo
Cinco meses después, en los Olímpicos, Gaviria esperó un día entero en el aeropuerto José María Córdoba y, una vez llegó, en Río de Janeiro, espero otras seis horas porque alguien de Coldeportes o de Fedeciclismo se ocupara de él. Su rabia la expresó en este trino:
Una vez terminó la competencia, en donde no alcanzó el objetivo que era una medalla, Fernando Gaviria renunció a representar a Colombia en las competencias internacionales. Ahora se dedicará, únicamente, a las pruebas de rutas con su equipo belga.
Ahora, sólo dedicado en cuerpo y alma al Ettix-Quick Step, se pone la camiseta rosada y espera ganar y ganar más etapas. No va a ganar el Giro, el martes, cuando suban el monte Etna, se la quitarán Nairo, Niballi o Landa, los verdaderos favoritos. Él está es para ganar los esprinters, seguir siendo el mejor embalador del mundo, arrebatándole la gloria a los monstruos europeos, los que antes veíamos desde atrás del pelotón, sacudidos y hundidos por el viento y el polvo de las carreteras de Italia.