Los jóvenes que eran niños cuando se incendió la iglesia quieren mirar hacia adelante. Enterraron sus muertos y lloraron la tragedia del 2 de mayo de 2002 cuando un cilindro bomba lanzado por las Farc que no dio en el blanco de los paramilitares sino que se estrelló contra el templo donde se refugiaban 300 personas, lideradas por el padre Otún; ya están cansados de regodearse en su dolor.