Líderes políticos persiguiendo su interés privado a partir de la devastación de los intereses públicos. Senadores con precio en su conciencia que pasaban leyes que solo favorecían a los más favorecidos. Una clase dominante avasallada por sus privilegios –tierras y monopolios- construidos a partir de la preservación del malestar de la mayoría. Un pueblo entero sumergido en violencias interminables, se acostumbró a la sangre diaria y al espectáculo barato y vulgar. A pesar de las tentadoras similitudes con nuestra realidad, solo resumo, con ligereza, los días –que se hicieron años- del ocaso de la República en la antigua Roma; algunas décadas antes y después del nacimiento de Cristo.
La profecía romana que parecía prevenir sobre los días que se avecinaban para el hombre -cuando avanza como bestia hacia el “progreso” sin detenerse a pensar en las consecuencias- también incluyó la respuesta –o al menos una de las respuestas- ante la peor de las crisis: el grafiti.
Siguiendo la fijación espontánea y natural del ser humano de confrontar la realidad a partir de pintar paredes (lo hacíamos desde la caverna) dibujos e inscripciones empezaron a aparecer en las paredes de la invencible Roma: denunciando el abuso y la pestilencia, burlando la solemnidad y descaro del corrupto y haciendo –y repitiendo- preguntas incómodas para el poder. Cumpliendo la obligación ineludible del grafiti: poner a disposición de todos, de cualquiera, la otra verdad.
Posiblemente por falta de dramatismo, las discusiones sobre la presencia del grafiti en las ciudades han olvidado resaltar su importancia y finalidad en la composición y proliferación del diálogo ciudadano. Y es que a pesar de que se repita hasta el cansancio la llegada de la denominada “era de la información” se olvida –con frecuencia y con conveniencia- que uno de los retos pendientes establece la inclusión en la construcción y debate de la misma (sinónimo obvio de la manera en que se percibe nuestra realidad) y la dañina y antidemocrática consecuencia de restringir la información a los medios tradicionales y hegemónicos.
Hoy en día los medios de comunicación actúan persiguiendo intereses económicos legítimos y evidentes, lo que tiene como consecuencia que esa información que recibimos de ellos esté filtrada, segmentada y limitada a esos intereses. Una realidad innegable en todos los rincones del mundo. Lo peligroso es que las personas solo tengan acceso a esa información y la conformación de la opinión pública sobre el estado de las cosas, se restrinja a lo que se nos pone a disposición en los noticieros, la radio y los periódicos. Afortunadamente, también tenemos a los grafitis.
La calle 26 de Bogotá y sus alrededores, han sido testigos
de innumerables manifestaciones ciudadanas y sociales
(marchas y movilizaciones), fenómeno que se ha visto reflejado en las paredes
La calle 26 de Bogotá y sus alrededores, han sido testigos de innumerables manifestaciones ciudadanas y sociales (marchas y movilizaciones), fenómeno que por supuesto se ha visto reflejado en las paredes. Hoy en día esa avenida podría considerarse como un corredor de opiniones ciudadanas donde se dan cita temas en grafitis y murales, que poco aparecen en las agendas de los medios tradicionales: la lucha por la reivindicación indígena, la deuda con los afrocolombianos, el abuso policial, la humanidad en los habitantes de la calle y la idea –hoy vacía- de violencia y muerte que nos atraviesa sin aturdirnos.
Hace algunos años, en esa misma avenida- un grupo espontáneo de grafiteros pintó una inmensa frase en mayúscula, de cientos de metros cuadrados: SANTOS SEPULCROS*. Imagen que millones de bogotanos ven diariamente y que presenta una de las grandes preguntas sin resolver de nuestra actualidad. Y es que a pesar de los galardones y avances del actual presidente del país en temas de paz, aún nos falta la determinación final de la responsabilidad del mismo en la tragedia social de los falsos positivos. Hoy por hoy, solo el grafiti lo recuerda a diario, sin cansarse; erradicando el doloroso olvido.
Roma cayó, junto a sus tiranos y sus maquinarias –solo en apariencia- democráticas. Cayó por el abuso de sus líderes y la exuberancia de sus apetitos imperiales y constituye una importante lección histórica para la sociedad. En la actualidad –incluyendo el grandioso libro de Mary Beard, S.P.Q.R. y la serie televisiva ROMA- no existe la posibilidad que se desconozca la presencia e importancia del grafiti en la construcción de la conciencia política de sus ciudadanos y habitantes. Posiblemente el grafiti no acabó con los corruptos en Roma pero sin duda los hizo temblar. Y con eso basta. Con eso nos basta. Por ahora
*Esta frase después fue complementada con el prefijo Mon (Mon-Santos) claramente en alusión al controversial tema de la modificación genética de nuestros alimentos y materias primas que vienen del campo.
@CamiloFidel