Desde hace muchos años, Bogotá es mi segundo hogar, y así como ocurre con millones de bogotanos, quisiera que cada día fuera una mejor ciudad para vivir y contara con un mejor servicio de transporte público. Y si bien han mejorado algunas cosas, aún falta mucho.
Ahora, Trasmilenio es una empresa público - privada, la cual no es ajena a los intereses personales de ciertos personajes. Por esta razón resulta imposible que tenga avances significativos, puesto que a pesar de que recibe recursos muy importantes no es una entidad que necesariamente busque satisfacer las necesidades de los usuarios. Lo peor de todo es que no nos centramos el foco del problema que es la mala administración, sino que nos desviamos y terminamos buscando soluciones rebuscadas que no resuelven el problema estructural.
Últimamente se habla del acuerdo 273 de 2015, donde se consigna que las sillas rojas deberán ser exclusivas para mujeres, esto con el fin disminuir el acoso sexual y el hurto. Sin embargo, ese tipo de medidas solo consiguen que se desvíe la atención del verdadero origen del problema, que es la falta de buses y la poca frecuencia de las rutas, algo que se solucionaría si los recursos no se quedaran en manos de los empresarios. Debo aclarar que me declaro defensor de los derechos de las mujeres, desprecio el machismo y aborrezco toda clase de violencia, abuso o acoso contra las mujeres.
En ocasiones anteriores se intentaron implementar vagones exclusivos para mujeres y la presencia de policía de civil, pero no dio buenos resultados. Además, esto propició peleas y enfrentamientos entre las mismas mujeres por entrar a estos vagones exclusivos. Quizás las personas que están apoyando este proyecto no tienen la oportunidad de utilizar Trasmilenio en hora pico, ahí podrían conocer de primera mano cómo funciona el sistema y reconocer las verdaderas circunstancias de este flagelo. También, puede ser que sea un grupo de personas que quieran desviar la verdadera fuente del problema que es la corrupción de Trasmilenio, donde los privados se ganan la mayor parte del dinero y la inversión en la mejora del servicio casi no se ve.
Esta política segregacionista donde solo las mujeres se pueden sentar en las sillas es como recrear aquella época en USA, en la primera mitad del siglo XX, donde los negros tenían que ceder su silla a los blancos e ir en la parte de atrás de los buses. Esta medida además de fomentar el ultrafeminismo, aumenta también la intolerancia. Igualmente, es claro que la convivencia de hombres y mujeres no puede basarse en barreras imaginarias e inocuas.
Debo recordar que el voto popular, el acceso a los cargos de poder y demás logros que han conseguido las mujeres a través de la historia no han sido por medio de medidas que reprimen, por el contrario han sido con grandes procesos educativos y políticos de la sociedad. Es cierto que faltan muchas cosas para que las mujeres avancen en este difícil camino para que sus derechos sean reivindicados, sin embargo, este no es modo o el medio por el que van a conseguir mejores resultados.
Reprimir derechos con el objetivo de proteger otros derechos es la semilla de un conflicto. Esta política puede desmejorar los índices de tolerancia, ya que un conflicto social de esta clase, donde son víctimas las mujeres, debe tratarse con más seriedad. Lo que se debe hacer es que toda la ciudadanía le exija al gobierno y al distrito estrategias anticorrupción para que los recursos no terminen en los bolsillos de personas particulares, quienes se hacen millonarias con el dinero que debe servir para mejorar el servicio de transporte público.
Para evitar esa horrible, inhumana y degradante experiencia diaria de soportar tumultos, congestiones y aglomeraciones, donde es imposible moverse y casi no se consigue respirar, es necesario mejorar la educación con campañas pedagógicas, las cuales deben estar acompañadas con mejores sistemas de seguridad. Esto solo se consigue con inversión, que es imposible de hacer si los corruptos de cuello blanco no dejan nada. Las mujeres no son las únicas a las que roban, a los hombres también y considero que el Concejo de Bogotá demuestra con este salto al vacío su incapacidad y desinterés por mejorar el transporte urbano en nuestra ciudad.
Nuestros ilustres concejales venden este programa como un gran descubrimiento que permitió encontrar que la mayoría de los robos y manoseos son producidos porque ellas tienen que ir de pie aglomeradas dentro de los buses; pero no hablan de la gran verdad que soluciona el problema y es que si se compraran más buses para enviarlos con más frecuencia, las personas no tendrían que irse como animales aglomerados y de este modo los ladrones no tendrían tanta oportunidad de robar y manosear a los pasajeros.
Este tipo de soluciones demuestra la incapacidad de gestión que tienen nuestras administraciones, ya que sin realizar un estudio serio sobre el tema concluyen que la fuente del problema es la mala educación de algunos individuos que se aprovechan de ellas mientras van de pie y que por el contrario si fueran sentadas no ocurriría esto. Es una respuesta simplista y débil para la magnitud del problema, como si con esta medida no volvieran a robar a las mujeres y los abusadores no volvieran a acosarlas.
Es claro que quienes aprueban esta clase de medidas no tendrán la oportunidad de permanecer de pie en un bus por más de tres horas todos los días.