Más de una veintena de portadas en los semanarios franceses durante el último año. El líder centrista Emmanuel Macron, 39 años, no es precisamente un hombre detestado por la prensa. La candidatura del exministro de Economía en el Ejecutivo de François Hollande se ha beneficiado de “un bombardeo mediático”, asegura el analista político Thomas Guénolé en la revista Marianne. Inflado o no por los medios, pocos dudan de la relevancia de su candidatura en las elecciones presidenciales. Según los sondeos, Macron obtendría un 18,5% de los votos y disputaría en la primera vuelta, a finales de abril, la segunda plaza con el candidato conservador François Fillon (21%). En caso de clasificarse para la segunda vuelta, a principios de mayo, se impondría con un 58% de los votos ante la líder ultranacionalista Marine Le Pen (42%).
La victoria de Macron no deja de resultar sorprendente ya que este antiguo banquero de Rothschild nunca había participado en unas elecciones y los franceses apenas lo conocían antes de que fuera nombrado ministro de Economía en septiembre de 2014. “El éxito del fenómeno Macron se debe al bajo nivel de los candidatos de los partidos tradicionales”, asegura el politólogo Christophe Bouillaud. Para este profesor de Sciences Po Grenoble, “Fillon seduce a los votantes de derechas, pero los electores de centro lo encuentran excesivamente conservador.
Y el Partido Socialista (PS) tardó demasiado en escoger a su candidato en unas primarias celebradas a finales de enero”. Además, la división de la izquierda dificulta las aspiraciones del carismático Jean-Luc Mélenchon (social-ecologista).
La fragmentación del sistema político francés ha abierto un espacio para el discurso de Macron: centrista, europeísta, business friendly, pero muy crítico con las élites políticas. “En Francia, existe un anhelo de una parte del electorado de ser gobernados por un hombre de centro”, explica Jean Petaux, politólogo en Sciences Po Bordeaux. Este dirigente “de izquierdas y de derechas” debería aportar las soluciones económicas que las formaciones tradicionales no han sabido aplicar. Sólo el 12% de los franceses confía actualmente en los partidos políticos, según un estudio de Cevipof. Un desarraigo que el exministro de Economía está sabiendo aprovechar con astucia con la creación en abril del año pasado del movimiento político En Marche! (EM), cuyas siglas se corresponden con las iniciales del nombre del candidato.
Con menos de un año de existencia, En Marche! ya cuenta con cerca de 200.000 inscritos. Como ocurre con Podemos en España, militar en este movimiento político no implica el pago de ningún tipo de cuota, sólo hace falta un par de clics en su página web. Esto no impide que sus simpatizantes parezcan devotos a su causa. Miles llenan cada uno de los mítines de Macron. Vestidos muchos de ellos con unas camisetas blancas con las siglas de la formación, los marcheurs aplauden las propuestas de un candidato rodeado por una cierta aura de joven prodigio. Una reputación significativa en un país donde existe una gran fascinación por los hombres providenciales, desde Napoleón hasta el general De Gaulle.
Nacido en 1977 en Amiens (norte de Francia) en una familia de clase media, Macron se enamoró con 17 años de su profesora de francés en el instituto, Brigitte Trogneux. Aunque esta estaba casada y tenía tres hijos, su relación fructificó y contrajeron matrimonio en 2007, a pesar de que ella fuera veinticuatro años mayor que él. Una historia de amor que ha hecho correr ríos de tinta en la prensa del corazón francesa. “Ella tiene una gran admiración por él. Es su primera fan, casi una groupie”, explica un amigo de la pareja en la biografía Emmanuel Macron, en marche vers l’Elysée, del periodista Nicolas Prissette.
Tras haber terminado el bachillerato en el prestigioso instituto parisino Henry IV, Macron estudió Filosofía en la Universidad de Nanterre. Allí trabajó como asistente del pensador existencialista Paul Ricoeur. Pese a su reputación de tecnócrata, el exministro de Economía es “un literato”, asegura Prissette. Además de Ricoeur, lee asiduamente a autores clásicos como Hegel o Maquiavelo y a pensadores políticos contemporáneos como Cornelius Castoriadis o Claude Lefort. Unos referentes que han influido en su ideario liberal. “Macron entiende el liberalismo desde un punto de vista filosófico que hace de la libertad el eje central del comportamiento de las personas”, afirma Prissette. Un liberalismo que aboga por la desregulación y el libre mercado, pero también por el progreso en materia de derechos civiles.
Aunque empezó una tesis doctoral, Macron abandonó su carrera como hombre de letras para dedicarse a la alta administración pública. “Paul Ricoeur escribió sus mejores libros después de haber cumplido 60 años. Yo no tenía esta paciencia.”, reconoció él mismo. Por este motivo, decidió formarse en la elitista École Nationale d’Administration (ENA) y al graduarse consiguió una plaza como inspector de Hacienda. Así empezó una carrera meteórica que al poco tiempo lo llevaría a convertirse en gerente asociado del Banco Rothschild en Francia.
*Tomado de Publico.es