Al frente del hospital de Kennedy, entre los vendedores de minutos y de cigarrillos menudiados, un puñado de personas observan el edificio, una de ellas señala el segundo piso y dice con la voz quebrada y los ojos humedecidos
—A mí no me vengan a decir los médicos de que el milagro no ocurrió
Otra señora, forrada en negro, le toca el hombro al muchacho que acaba de decir esas palabras y asintiendo con la cabeza respalda su sentencia con este argumento
—Por eso es que no han querido hablar de eso bien en las noticias… todas esas gracias de Dios no las muestran….
Una mujer de unos 25 años se persigna y mira al cielo “Gracias Dios mío por este milagro” murmura entre dientes, mientras un muchacho a punto de perder la razón por una borrachera le grita al edificio “Médicos hijueputas… digan la verdad”.
El viejo conflicto entre la ciencia y la religión volvió a azuzarse por culpa de una presunta resurrección. Los hechos ocurrieron el pasado domingo 20 de octubre cuando Javier Vanegas, como todos los días, abría su puesto de artículos de segunda en Corabastos. Su mujer, Isolina Ortiz, lo estaba ayudando a organizar las cosas en las repicitas del lugar “Es entonces cuando yo veo afuera del negocio a una mujer de unos 30 años, la vieja iba de un lado a otro, estaba como desesperada, en esas llama aparte a mi marido y yo veo que empieza a insultarlo”. Isolina se acercó para ver qué era lo que pasaba. La mujer la miró de arriba abajo como si la estuviera escaneando.
—¿Esta señora es su mujer?- le pregunta a Javier
El reciclador de 39 años asiente.
—¿Usted no sabe que su marido es una joyita? ¿Que no sólo me tiene a mi de amante sino que tiene a varias?
Javier intentó taparle la boca a la misteriosa mujer pero esta, en un acto de ira, sacó de la chaqueta un puñal y se lo clavó en el corazón. Cuando el hombre intentó reaccionar la agresora le sacó el arma del pecho. La sangre empezó a humedecer la camiseta que llevaba Javier. Isolina al ver la agresión contra su marido nunca perdió la calma. “Yo lo abracé y nos fuimos los dos caminando unas ocho cuadras hasta el Cami más cercano” Recuerda esta mujer de 34 años, prematuramente avejentada por la rudeza con la que le ha tocado enfrentarse a la vida “A mí me lo que me intranquilizaba es que esta mujer comenzó a seguirnos durante unos metros, después llegó a una esquina y se perdió. Yo tenía miedo de que me lo fuera a rematar”.
En el centro de salud lograron estabilizarlo. A las nueve de la mañana, dos horas después del ataque, Javier consigue ser trasladado a las Urgencias del Hospital de Kennedy. “Él entra consciente. Me dice que cuide mucho a los niños y yo le digo que no se preocupe, que él sabe que yo soy una verraquita. Él se iba poniendo cada vez más pálido y ya no podía ni hablar” Isolina se queda esperando a la operación. Después todo es confusión. La herida comprometió seriamente su corazón hasta el punto de que 20 minutos después de ser ingresado al hospital es remitido a la Unidad de Cuidados Intensivos en donde sufre un violento paro cardiaco que lo deja en un estado crítico. Durante 45 minutos le aplican varias maniobras de reanimación avanzada, con masaje al corazón y desfibrilación incluídas. Lo sieron por muerto. Pero uno de los médicos quiso volver a intentar el procedimiento. “No hay nada que hacer”, le dijo uno de sus compañeros, pero el galeno no escuchó. Cuando ya creían que de nada servían los esfuerzos para salvarlo; Javier reaccionó, abrió los ojos y tosió.
¿Alcanzó a estar muerto Javier en ese lapsus de tiempo? Isolina no sabe responderme, ella cree que si pero prefiere evadir la pregunta. “En esas cosas de Dios no es bueno meterse” En las pocas declaraciones que han dado los médicos han respondido con términos que solo ellos pueden entender. Quieren dejarnos en la duda. Todo apunta a que si bien las maniobras para hacer que reaccionaran demoraron más de lo acostumbrado Vanegas nunca estuvo oficialmente muerto.
A pesar de lo terrible que es saberse engañada por el hombre al que ha amado y con el que ha convivido 19 años, Isolina está feliz de que su marido aparentemente le haya vencido el pulso a la parca. “Lo primero que hizo cuando abrió los ojos fue preguntar por mí. Yo fui hasta donde estaba él, le acaricié el pelo y él me dijo: ‘Mami, dame un beso’ lo recordaba todo, me preguntó por los niños. De la cabeza estaba bien” Según Isolina el semblante del hombre era tan bueno que lo único que le faltaba era irse caminando y tomar un bus que los llevara a su casa en Patio Bonito, al sur de la ciudad de Bogotá. “Yo creo que el secreto además de la obra de Dios está en que mi marido camina por lo menos nueve horas diarias cargando una carreta con puros objetos pesados de metal. Es que no cualquier desnutrido puede llegar a ser un buen reciclador”
La noche del martes Javier estuvo consciente. Habló y recibió instrucciones por parte de los médicos. Pero el miércoles su aparato respiratorio volvió a fallar y es por eso que tiene que ser sedado para volver a recibir soporte ventilatorio. En este momento Javier no ha recuperado la consciencia, su estado es crítico y a pesar de la valentía con la que ha luchado su vida aún está en riesgo.
Los fanáticos que se agolpan en la entrada del hospital esperando una declaración del hombre que venció a la muerte son los únicos que no tienen duda del milagro. Javier se salvará y le hablará a toda Colombia de cómo es que se vive en el reino de los cielos. Refutará a todos esos médicos que explican la imposibilidad de revivir a un hombre una hora después de su deceso. Ellos todavía tienen fe, ellos son los únicos que no tienen ninguna duda sobre la naturaleza del milagro. Lázaro ha vuelto a pararse de su tumba.