"Las canciones del artista son 'poesía urbana' (…). Están peleando con una obra de arte" -Luis Pérez Gutiérrez
El pasado 6 de abril se le otorgó el Escudo de Oro, la mayor distinción del departamento de Antioquia, al músico Juan Luis Londoño Arias, mejor conocido como Maluma. Dicho reconocimiento no pasó inadvertido entre los colombianos. Algunos abogaban por el artista y otros criticaban fuertemente la condecoración.
Dentro de los que estaban a favor se encontraba el gobernador Luis Pérez Gutiérrez, el cual defendió a capa y espada el reconocimiento. Expresó en diferentes entrevistas radiales cómo las canciones de Maluma eran “poesía urbana”, “obras de arte” y cómo el artista, con apenas 23 años, era un modelo a seguir para los jóvenes de este país, considerando que había llevado el nombre de Antioquia a lo alto. Creo necesario entonces volver sobre este tema, el del arte, para pensar un poco lo que significa y el papel que tiene dentro de la cultura.
La mayoría de teóricos del lenguaje afirman que la música es un elemento de orden social que comunica, esa comunicación es fundamental entre emisor y receptor para enseñar valores. Efectivamente, aunque muchos crean que el arte es un elemento decorativo y caro que expresa un mensaje literal o encriptado del artista, que es “bello” filosóficamente hablando, la obra de arte no se queda solo en la estética sino que también funciona como un componente político, social e intercultural.
La literatura, el teatro, las artes plásticas, la música, la danza, el cine y cualquier otra manifestación artística pueden favorecer la competencia cultural. Pueden convertirse en instrumentos educativos de generación de conocimientos. El arte ayuda a mantener y transmitir de generación en generación los elementos de una cultura específica, en este caso la cultura colombiana.
No se les haga raro entonces que durante la semana pasada y esta semana el tema de la violencia en contra de las mujeres sea lo más sonado en la radio y la televisión, Tampoco, que todos los días estén muriendo mujeres a causa de nuestra cultura, de la reproducción de costumbres que parecían normales antes de que las FARC se desmovilizaran: la corrupción, la violencia, la misoginia, la desigualdad, la poca planeación de nuestros territorios contra desastres, el machismo, entre muchas otras cosas más. Estas son solo costumbres que hemos mantenido por tanto, tantísimo tiempo que se han convertido en algo completamente normal, incluso digno de estar en una obra de arte como la música de Maluma en sus 4 Babys.
Ya no importa si las canciones de Maluma son obras de arte, si son poesía urbana, si pueden compararse con la poesía de Borges, si su tenacidad y rebeldía son similares a las de Débora Arango. No importa porque lo realmente terrible no es que Maluma sea culpable de la cultura en donde nació, él simplemente es un prolongador de la cultura que, aunque no lo ha entendido, genera más violencia. Lo aterrador es que un líder elegido democráticamente, que debe buscar la transformación de una cultura como la nuestra, certifique, avale, reconozca y premie la continuación de esta cultura que nos está haciendo tanto daño.
Cuña: la cultura sí puede transformarse, pero como esa transformación toma tanto tiempo los líderes no ven resultados inmediatos y cada año le quitan presupuesto. Invito a todos los colombianos que se tomaron el tiempo de leerme a que nos pensemos la cultura desde adentro, a que reconozcamos qué es lo que estamos haciendo mal para cambiar, primero nosotros y luego al mundo.
