Abrir los ojos y darse cuenta que ya no existe nada, fue la sensación que vivieron los habitantes de Mocoa el pasado 31 de marzo, luego de que una avalancha se llevará casas, bienes y familias enteras. La tristeza, desolación e impotencia es lo que viven hoy sus habitantes. Ya no vale la pena poner el dedo sobre la llaga y continuar criticando la mala o buena gestión de sus administrativos o el gobierno, de si fue o no una tragedia anunciada. Lo que importa ahora es la solidaridad y apoyo hacia las víctimas para quienes un día más está lleno de desesperanza. Hoy todos debemos ayudar, pero ¿de qué manera? ya que, al parecer, todas las ayudas no son útiles o necesarias.
Han pasado seis días desde que los Mocoanos vieron como sus bienes se redujeron a escombros y sus seres queridos a cuerpos sin vida. Colombia por medio de las redes sociales, que posibilitan mucho más las cosas en esta época, ha unido esfuerzos para recolectar alimentos no perecederos, ropa, elementos de aseo y cocina, y muchas entidades bancarias tienen cuentas bancarias donde se podrán hacer donaciones en efectivo.
Pero hay cosas que desafortunadamente molestan a quienes se solidarizan con las víctimas. La primera, ¿porque no todas la ayudas son bien recibidas?, las personas que hacen sus donaciones lo hacen de una manera desinteresada y es increible como en los medios de comunicación se solicita que por ejemplo no lleven agua, que ya es suficiente, mucho no es suficiente, o la respuesta de la Unidad de Gestión del Riesgo al empresario Wilmar Echeverry, quien quería donar tres plantas potabilizadoras de agua y le dijeron que no las necesitaban, afortunadamente dichas plantas ya fueron recibidas e instaladas y posiblemente si son de gran ayuda ¿entonces que se necesita?. Hay que entender que los ciudadanos prefieren donar en alimentos o bienes y no en dinero, porque la fé en este tipo de programas es casi nula. Infortunadamente la percepción de gran parte de la población es que el dinero se lo roban y que esas ayudas en pesos difícilmente llegan a quienes las necesitan.
El segundo punto y que es aún más indignante, son los múltiples saqueos que se han visto en el municipio de Mocoa, es increíble e indeseable que después de semejante tragedia existan personas que solo quieran causar más daño, destruir y robar lo poco que queda, despierta el repudio general.
La tragedia de Mocoa pasará a la historia como el terremoto en Popayán (1983), la Avalancha de Armero (1985), el deslizamiento en Villatina (1987), el terremoto y Tsunami en Tumaco (1979) y el terremoto de Armenia (1999), con cientos de muertos y damnificados, pero hasta de los más grandes desastres se debe aprender, se debe aprender acerca de planes de emergencia; de la posibilidad de creación de fondos para estos casos, si se usan bien, si no es mucho mejor, pero existen; de potencializar el sector de la salud en Colombia, es imperdonable que no hayan médicos para tanta gente (y es porque en este país es supremamente costoso pensar en esta profesión, sin hablar de especializarse en la misma); se debe aprender que Colombia no es solo un país “guapachoso” también es solidario y las toneladas de alimentos, artículos y abonos en cuentas que se han recibido lo demuestran, ante la tristeza de nuestros hermanos, no nos importa quitarnos el pan de la boca y compartirlo con quienes lo necesitan.