Sin duda alguna, la pieza de opinión publicada el 31 de marzo bajo el título “El maltrato de la Universidad del Norte a sus alumnos” ha conmovido a la comunidad Uninorteña. Seguramente, hay personas que están de acuerdo y otros en desacuerdo con los argumentos del autor anónimo. Sin embargo, la impresión que me ha dado esta nota, es que parece que todo lo que dice es verdad, pero al final de la lectura uno se queda con el sentimiento de que algo está mal. Entonces, decidí responder a esta nota en mi propio nombre, como persona desinteresada en los intereses corporativos de Uninorte, pero involucrada en su ambiente educativo desde hace casi diez años.
Soy extranjera y estoy consciente de que mi opinión puede ser algo etnocéntrica, porque voy a comparar las distintas realidades que he conocido y percibido desde mi punto de vista cultural. Soy una profesora de idiomas, específicamente de inglés, y en los últimos años he participado en proyectos de enseñanzas de lectura y escritura. Enseño a mis estudiantes a escribir artículos de opinión sobre asuntos internacionales y leer críticamente los escritos de otros autores sobre el tema. Entonces, quisiera convertir esta respuesta en un momento de aprendizaje.
Lo que más me alegra de los estudiantes de Uninorte, es que son cada vez más activos en estos espacios de discusión pública. He leído artículos de opinión de ex alumnos en otros medios y me enorgullece el hecho de que la educación que damos la aplican a la práctica profesional, que la educación Uninorteña es útil y significativa para la vida de ellos. Eso demuestra que estamos educando a los ciudadanos participativos y capaces de defender sus ideas e intereses.
Comenzar la discusión sobre un problema y publicar su opinión en los medios de comunicación es bastante valiente y admirado. No es fácil empezar a hablar sobre un problema y malestar, como lo expresa el artículo de opinión. Aunque para una discusión constructiva, es necesario identificar los problemas de fondo, dividir los hechos de las opiniones y los argumentos de las emociones.
El texto de “El maltrato de la Universidad del Norte a sus alumnos” está cargado de emociones lo que es inevitable en el caso de “maltrato”. El autor argumenta que la Universidad del Norte no trata a sus estudiantes como ellos se lo merecen, pero entonces, ¿cuál es el maltrato? ¿Y qué es lo que merecen los estudiantes de Uninorte?
Cuando lees el título, el primer pensamiento es que la Universidad no cumple con su rol educativo, que hay maltrato físico o psicológico a los estudiantes. En realidad, todo es lo contrario: el autor reconoce que la Universidad cumple con altos criterios de la calidad, con los docentes capacitados e invitados internacionales, y se siente agradecido por la posibilidad de estudiar con becas que ofrece Uninorte. Pero a todo esto se refiere como “bla, bla, bla” y el “mágico cuento de hadas” lo que me hace pensar que la educación no es lo más importante para esta persona, y también que es una persona muy joven que ha crecido con los cuentos de Disney donde siempre hay un final feliz. Entonces, hay una expectativa no cumplida y es necesario analizarla y aclararla.
Primero que todo, ¿Para que nosotros entramos a la Universidad invirtiendo “7, 9, o 13 millones” por semestre donde también hay que esforzarse e implementar años de nuestras vidas? La respuesta a todo esto es por recibir una educación de calidad y la posibilidad de tener oportunidades laborales con un sueldo más alto. También lo hacemos para establecer amistades, aprender sobre el mundo, y tener una experiencia muy única. Con todo esto Uninorte tiene una gran oferta no solo en calidad de educación, sino también en programas de intercambios, eventos internacionales y actividades extracurriculares para todo el público Uninorteño.
El “maltrato” real a que se refiere el autor es el servicio de restaurante en el campus y zonas comunes de descanso para estudiantes. Las quejas se pueden resumir de la siguiente manera:
(1) No permitan traer su comida al espacio de restaurantes de la Universidad porque la Universidad gana plata vendiendo comida y así paga las becas.
(2) la Universidad no invierte en las zonas de descanso de los estudiantes y el existente ya está sobrepoblado, especialmente, en las horas pico.
(3) No se puede comer en el Coliseo (la zona de deportes) porque la gente deja basura y hay cuestiones “estéticas”.
(4) La escasez de mesas para comer y descansar, y falta de mesas en la sombra.
(5) El servicio dentro de los restaurantes no corresponde a la alta calidad, hay poco espacio y actitud excluyente y “elitista”.
(6) En los restaurantes no se puede acostar con el maletín sobre la mesa.
(7) No se puede acostarse en los pasillos.
(8) Los ascensores están llenos.
Se puede categorizar las quejas en solo dos grupos: el de espacio público y el de servicio no correspondiente a las expectativas.
El problema a fondo es la sobrepoblación de la Universidad, pero es problema para unos y oportunidad para otros. Toda la comunidad Uninorteña ha sentido el cambio con los nuevos becarios, tanto funcionarios, como los profesores: los horarios son poco flexibles, hay más estudiantes en los salones, y, además, todos tenemos que hacer la fila para conseguir el almuerzo. La presión a la infraestructura es innegable, pero ésta no se construye de un día para otro. Entonces, ¿cuál es la solución? La vida no es un cuento de hadas (lo siento si he lastimado los sentimientos o he causado decepción en la edad temprana), en la vida hay prioridades y compromisos.
Qué es más importante – ¿Estar cómodo o dar oportunidad a otros, para que reciban una educación cuando ellos la necesiten? Hay un dicho ruso “В тесноте, да не в обиде”, lo que se puede traducir como “Hay poco espacio, pero nadie esta ofendido”, y eso significa que hay que ponerse en los zapatos del otro para reconocer que todos estamos en la misma situación porque no hay logro sin sacrificio. Para muchos estudiantes conseguir educación es un sacrificio enorme, de igual manera, para acomodar a toda la población Uninorteña hay que hacer unos pequeños sacrificios personales.
La Universidad pronto va inaugurar la nueva zona múltiple de estudiantes, más conocida como el “Bambú”. Muy seguramente construyeron más mesas, pondrán más bancos y sillas para el descanso. Pero aquí hay que aclarar que no hay ningún “maltrato” por no tenerlo a tiempo. Es verdad, que el descanso tiene efecto muy positivo a la concentración del alumno y contribuye a su capacidad cognitiva, pero no tener donde dormir en las horas de almuerzo no es violación de un derecho humano. Cabe resaltar que la ciudad de Barranquilla tiene un clima caluroso, y la tradición de tener dos horas de almuerzo para tratar de pasarla en casa, si es posible, es un gran premio para las personas que viven cerca de la Universidad. Este espacio y descanso son un lujo, y atribuyen a la calidad de vida, pero, repito - es un lujo y no una necesidad. Si nuestros alumnos van a vivir en una metrópolis y trabajar en una empresa grande, van a descubrir que no hay almuerzo que dura dos horas y mucho menos un sofá-cama para acostarse. En la Universidad hay poca sombra y hace calor, entonces, hablemos sobre el cambio climático y desforestación que nos está afectando a todos. Hablemos más bien sobre la situación que vivirá Barranquilla dentro de unos 50 años el cual podría estar 66 metros bajo del agua. Como ven, hay problemas más globales que nos afectan a todos por igual.
La cultura ciudadana es otro punto que me atrae la atención. No dejan a estudiantes comer en el Coliseo porque ellos tiran basura y necesitan una persona que “vigile” su comportamiento. Si estamos exigiendo nuestros derechos, tenemos responsabilidades también. ¿Y en esta situación quién tiene la culpa? ¿La Universidad, que considera que los estudiantes tienen que ser autónomos, o falta de una “niñera” para recordar de como los niños grandes se deben comportar en un espacio público? Detrás de políticas de espacio de comida hay preocupación por plaga, roedores, y normas sanitarias.
El espacio público, lo que es el campus de la Universidad del Norte, es de todos. Veo una necesidad de hablar de las zonas comunes no como de “Nadie”, sino como de “Todos”. Uno no tira basura en su propia casa. Y los pasillos también son un espacio público. ¿Quién tiene la prioridad: las personas que caminan por los pasillos, los cuales están diseñados para desplazarse, o las personas que están descansando a todo largo y ancho de éstos?
¿Los ascensores llenos? Ellos están diseñados para la gente con discapacidad, mujeres embarazadas y gente de edad avanzada. La gente joven y sana camina por las escaleras, aprovechando el ejercicio físico que contribuye a su bienestar físico y emocional.
Por último, lo que me sorprende es la acusación a la Universidad por ser “elitista”, cuando el mismo estudiante, rechazando el elitismo, está esperando el mismo trato elitista – considera que la matricula incluye el pago por “tener trato de calidad” y que los estudiantes no reciben el trato que ellos se merecen. En la vida hay diferentes situaciones, no siempre tenemos el trato que nosotros esperamos, y a veces ni el que nosotros merecemos. Pero rechazando el elitismo, hay que ser más respetuosos y comprensivos a la situación de los demás. El respeto mutuo, consideración y paciencia son la verdadera solución a los problemas mencionados.