Pasaban los años y uno tras otro iban apareciendo las alertas. La alertas naranja y roja pasaban desapercibidas, a muy pocos les ha parecido grave la contaminación que gravita sobre Medellín.
Pese a que la ciudad tiene metro y tranvía, únicos en el país, el transporte sigue siendo precario y costoso. No existen suficientes rutas en la ciudad para suplir las necesidades de sus habitantes.
El transporte “público”, particularmente, es en general malo, rutas mal diseñadas, mucho tiempo de espera y por último muy costoso. Digo “público” porque son empresas privadas las que tienen en sus manos el transporte de la ciudad. Podríamos hacer cuentas cuánto le cuesta a un ciudadano movilizarse sólo en bus. Hablemos hipotéticamente de alguien que se gana el mínimo, $737.717 pesos, trabaja 6 días a la semana, y cada día gasta en transporte $4000 pesos, en el mes son $96.000, que equivalen al 13% de su salario. Este sería un escenario ideal, pero no estamos hablando de los costos de transbordo o de tomar dos transportes para llegar al trabajo, porque los costos aumentan el doble o más.
Los altos costos en la movilidad se reflejan inevitablemente en el estímulo desenfrenado al consumo de medios privados de transporte. Autos o en su defecto motos, hay para todos los tipos de bolsillo. Según Julián Bedoya, profesor de la Universidad Nacional, no es posible señalar únicamente a los grandes vehículos como responsables de la crisis ambiental que hoy vive la ciudad, ya que actualmente hay un parque automotor cercano a los 80.000 vehículos.Y esto sumado a que tenemos, comparado con los estándares mundiales, un diésel altamente contaminante y motores de eficiencia mucho menor, hace que el problema de la contaminación sea mayor.
Las administraciones se han hecho las de la vista gorda con el insostenible crecimiento del parque automotor, no hay control en este crecimiento. Tampoco han mejorado los sistemas de transporte, por el contrario, se han vuelto más precarios y poco útiles. Esto se puede evidenciar en la gran cantidad de “colectivos” haciendo de transporte en varias zonas de la ciudad. Por ejemplo, las rutas de Manrique fueron eliminadas y reemplazadas por el Metroplus, pero es sabido que esto ha perjudicado a muchos habitantes de esta zona de la ciudad, ya que hoy existen paraderos de “colectivos” particulares que cubren estas rutas eliminadas negligentemente por el metro.
El alcalde actual que tiene la responsabilidad de solucionar esta emergencia, se la ha pasado tomando medidas de corto plazo, que poco o nada ayuda a resolver este problema de raíz. Los pico y placa ambientales no han durado más de 4 días y obviamente eso no va a detener esta emergencia ambiental que parece cíclica, pasamos de alerta roja a naranja como si nada, y así durante los últimos dos años.
Se calcula que en Medellín mueren alrededor de 8 personas diarias por la contaminación. ¿Esto no es suficiente para pensar en medidas permanentes y definitivas?.
Comparto con otros estudiosos sobre el tema que es urgente que se discuta el cambio de modelo de ciudad que tenemos. De seguir así, este no será el lugar en el que veremos crecer nuestros sueños y a nuestros hijos. Confieso que escribo con sentimiento de dolor por la pérdida de un amigo, a causa de todo este caos y maraña absurda que permite que esta ciudad sea un lugar peligroso y mortal para vivir. Una enfermedad respiratoria acabó con la vida de un joven de 34 años.
Todas las muertes causadas por la contaminación, entre otras, son pérdidas silenciosas, por eso no quisiera que la muerte de Jonathan quedara en el silencio como consecuencia de la improvisación con la que todos estos alcaldes han manejado y siguen manejando esta ciudad. Por supuesto soy consciente que por más radicales que sean las medidas que se adopten, sino avanzamos en la cultura de la defensa y preservación del medio ambiente, y no apostamos por restringir el consumo de autos y motos, y solo nos asumimos como dóciles consumidores dentro del sistema, es poco o nulo el cambio que podamos lograr.