Caos, desconcierto, poco apoyo, muertos, desaparecidos y un Gobierno que no da talla para el desastre ocurrido genera hasta el momento más de un millón de damnificados en Perú, país que como a mí - nos vio nacer - y que hoy desde otras tierras seguimos atónitos y perplejos de como la furia de la naturaleza en pocos días ha mellado el alma y la esperanza de un pueblo que hoy urge de ayuda y respuestas rápidas o concretas.
Para nadie es ajeno la imagen de Evangelina Chamorro Díaz, una mujer tratando de salvar su vida – o lo que quedó de ella – tras discutir con sus manos y lo que fuere por salir de ese fango sepulcral que la sorprendió aquella mañana en circunstancias que trabajaba en la huerta de su vivienda ubicada en la zona de Punta Hermosa, a pocos minutos de Lima, la capital inca.
Vimos horrorizados como también vehículos memores y pesados eran “tragados” relativamente por el agua enlodada y como cuerpos aparecían con los primeros rayos del sol sin imaginar que la desolación y el luto nacional recién empezaba y que se pronostican – según autoridades – nuevas y torrenciales lluvias lo que provocará, de manera irremediable, que nuevos huaicos, deslizamientos, desvió de ríos y quebrabas por la cantidad de agua genere mayores problemas y afectados en casi toda la zona costera del país vecino y ello sumado a la ineficiente labor del Gobierno por contrarrestar una catástrofe que se predijo y comunicó en su momento, pero que como en la mayoría de casos no se previno y menos se agendó como problema inmediato.
“No es posible que vivamos esta pesadilla y que nuestras autoridades no puedan brindarnos ni una botella de agua. Dicen que la ayuda llega pero a quienes si llevamos horas tratando de tener que comer o donde dormir. Perdí todo y tenemos vecinos que están desaparecidos pues el huaico se llevó todo y estamos con ropa encima”, aseguraba una humilde mujer mientras trataba de salir con su pequeño en brazos de la zona devastada.
Caos y desabastecimiento es total
No solo las intensas lluvias, el desborde de los ríos y la sensación de desesperanza es lo que embarga de manera directa o indirecta a los afectados, pues se sabe que los productos de primera necesidad escasean, sino además el agua tan vital ha sufrido desmedro en su distribución y ello sumado al desconcierto convirtieron en pocas horas a la capital limeña en una urbe distanciada de la realidad para transformarla en una ciudad en emergencia por lo que sus carreteras y vías principales de acceso simplemente terminen por colapsar ante la mirada estupefacta de millones de peruanos y cambien Machu Picchu o el Cebiche por informaciones donde el dolor y luto son los protagonistas.
“No declararemos el estado de emergencia en todo el país, pues tenemos con qué hacerle frente a este desastre; por lo que hago un llamado a la tranquilidad y pido la colaboración de todos los peruanos. El principal problema es el agua y en ello la empresa SEDAPAL esta laborando, así como los bomberos y la Policía Nacional que ya han rescatado no solo personas sino animales. He destinado un presupuesto considerable para los trabajos de reconstrucción y ayuda para nuestros hermanos damnificados. Tengamos fe y estemos preparados para lo que se viene”, enunciaba el presidente Pedro Pablo Kuczynski, mientras visitaba la zona de Santa Eulalia devastada por los caprichos de la naturaleza.
Las horas y días parecen interminables para los cientos de miles de damnificados que jamás pensaron que un fenómeno del Niño golpearía con tamaña magnitud y que ahora sus sueños y lo que por años les costó conseguir (más de 500 mil viviendas quedaron en calidad de no habitables), hayan desaparecido y venido abajo como un castillo de naipes; y que – ahora - la mejor opción sea un trébol de hojas, aquella carta de la suerte y que por ahora es esquiva a sus esperanzas.
En tanto miles de peruanos en Colombia y en otras partes del mundo donde se escuche huayno, marinera o un estribo del himno nacional comenzaron a organizarse con la intención de llevar asistencia moral y de productos básicos, así como de dinero en efectivo a sus compatriotas con la única finalidad de devolverle en gratitud a su tierra lo poco o mucho que les dio antes de buscar nuevos horizontes.
De igual forma naciones diversas han mostrado su voluntad de apoyar ante el primer llamado y es por ende que Venezuela (con la que el presidente Pedro Pablo Kuczynski y su similar Nicolás maduro no tiene las mejores relaciones), ofreció enviar productos y médicos; voluntad que fue emulada por Colombia, cuyo presidente Juan Manuel Santos envió militares y ayuda humanitaria.
La situación es compleja, difícil y por demás preocupante, pues en mis años de periodista en mi lejano Perú me tocó cubrir huaicos y demás desastres naturales con resultados algo parecidos pero no de la magnitud que hoy afronta el país de la buena comida, de gente amable y correcta.
A lo lejos y como muchos paisanos observamos como una película apocalíptica el mal momento que viven familiares, amigos y compatriotas, pues en muchas ocasiones – como esta – el sufrimiento embarga y la lejanía golpea como la soledad que toca a la puerta para dejarte un mensaje funesto. Fuerza Perú.