Ganamos una paz, pero ¿cuántas guerras perdimos?
Opinión

Ganamos una paz, pero ¿cuántas guerras perdimos?

Colombia se beneficia de la entrega de armas de las Farc, pero hay que ver lo que la acompaña

Por:
marzo 15, 2017
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Estamos en época de cábalas, todos somos ‘politólogos’, y todos hacemos predicciones sobre quién será el próximo Presidente de la República.

Pero no será alrededor de las personas que se definirá quién queda en el cargo: son los temas de debate los que determinarán ese proceso.

Sobre si las negociaciones de paz consiguieron el respaldo ciudadano quedarán algunas controversias; muchas más sobre el desarrollo y el manejo inicial del posconflicto. Pero al respecto pocos discutirán la filosofía de Pambelé de ‘mejor sano que enfermo y mejor rico que pobre’: mejor no tener conflicto con las Farc que mantener esa insurgencia viva.

Ese tema seguirá siendo parte de la polémica impulsado principalmente por el presidente y el Gobierno Santos de un lado, y el expresidente Uribe y sus ‘furibistas’ del otro. A ambos les conviene la polarización alrededor de la validez y el contenido de los acuerdos: al actual mandatario, porque no tiene ningún otro frente donde se le califique siquiera como aceptable; y al anterior porque capitalizaría un descontento mucho más amplio que el que cuenta con sus seguidores.

Pero para lo que viene puede que no sirva la estrategia de seguir sobredimensionando tanto el peso del conflicto como los cambios que traería el resultado de las conversaciones. No solo se impondrá la realidad de lo poco que cambia la situación del país, sino probablemente las expectativas creadas se convertirán en frustraciones. Por supuesto decir que se busca la paz tiene el respaldo del mundo y esto se usó al máximo; pero en que consiste esa paz —con qué políticas y qué recursos se logra— despierta mucho menos unanimidad.

Completando la filosofía ‘pambelesiana’, puede ser que ‘mejor rico y sano’ pero mafioso y en la cárcel, tenga menos aceptación que ‘pobre y enfermo’ pero honesto y libre.

Colombia se beneficia de la entrega de las armas de la insurgencia de las Farc. Pero hay que ver lo que la acompaña.

 

Ante todo, perdimos la institucionalidad.
Las maromas adelantadas para lograr esta supuesta paz
solo exacerbaron el descuadernamiento del país

 

Ante todo, perdimos la institucionalidad. Las maromas adelantadas para lograr esta supuesta paz solo exacerbaron el descuadernamiento del país. Lo que se refleja en las encuestas con una calificación negativa de todas nuestras instituciones (Cortes de Justicia, los Organismos de Control, las Fuerzas del Orden, Poder Legislativo, Partidos Políticos, etc.) es apenas la punta del iceberg. Las consecuencias son las nuevas guerras que tendremos que enfrentar y las que pueden caracterizar los próximos debates electorales.

El tema droga: que digan que se erradicarán 100 000 hectáreas de coca y que la ‘nueva política’ derrotará al narcotráfico se ve ya como simples titulares que no alcanzan ni siquiera a ser promesas a futuro.  En cambio con los aumentos anunciados y el récord histórico de área sembrada se entiende que esa ‘guerra’ se perdió; y poco tranquilizador promete ser el posible manejo que le dé Trump a esto.

Con el narcotráfico competirá como leitmotiv de campaña la ‘guerra’ a la corrupción. No en vano todos los precandidatos, candidatos y pseudocanddatos se han montado en ese barco. Al lado de Oderbrecht se encuentran Reficar, Bioenergy, La Línea, y quien sabe cuantos más con los que se regodearán los medios agrandando y repitiendo ad infinitum las versiones.

Y para el ciudadano de a pie más que los anteriores lo afecta y es más cercano el deterioro en la seguridad, cuando ve que los atracos, hurtos, ‘fleteos’ etc, no son solo noticias de prensa sino el acontecer diario que toca a sus familiares y vecinos.

El desprestigio de los partidos políticos con seguridad propiciará munición tanto para los escándalos como para los debates. Cambió Radical con sus avalados subjudice o en la cárcel; El Centro Democrático con Fernando Londoño inhabilitado por la Procuraduría pero de director del partido y esperando poder ser  precandidato; el hoy ilegítimo Partido Liberal, con una sentencia del Consejo de Estado por Violación a la Moralidad Administrativa, a los Principios Democráticos, al Interés Colectivo, a la Ley y a la Constitución, cuando se cumplen ya dos años esperando los fallos contra sus directores por Fraude a Resolución Judicial, por Desacato, etc.

Pero como en la campaña de Bill Clinton lo más probable es que caigamos en ‘es la economía, señores’. Como lo presentan las autoridades, las finanzas del Estado habrían superado un mal momento y ahora ‘Colombia Repunta’. Es posible. Sin embargo, no lo ven así los gremios y los analistas más independientes. Parece probable que el empresariado sea más lo que se queje que lo que aplauda. Lo que sí es seguro es que la eventual solvencia del Estado ha sido a costa del ciudadano; que el inconformismo alimentará las campañas, y no solo la antipolítica (‘populismo’ llaman ahora) permitirá pescar en río revuelto, sino aún más la protesta social por el malestar con la situción económica de las familias.

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