En la acartonada Cali de los Setenta, el joven escritor Gustavo Álvarez Gardeazabal seguía un solo credo: desbaratar de una patada el orden establecido. No era el único. Cali, después de los Juegos Panamericanos de 1971, vivió el estallido de una generación nacida entre 1946 y 1956, diez años en donde Colombia vio el cuerpo de Roa Sierra siendo arrastrado por una turba enfurecida por la carrera séptima y Cali cambió para siempre después de ser sepultada por la explosión de 1053 cajas de dinamita del ejército que dejó 4.000 muertos.
El grupo de Cali usó el cine, la música y la literatura para convertir una ciudad de provincia en un hervidero de iconoclastas de los que, cuarenta años después, aún siguen contándose sus historias. Entre todas las amistades que se forjaron la de Álvarez Gardeazabal y Andrés Caicedo es de las que menos se saben. Hay una correspondencia entre los dos que merece ser publicada. Una relación que se cimentó a punta de llevar la contraria, de transgredir. Para empezar a pagar la deuda, el escritor tulueño será el anfitrión del homenaje que le dará en la Casa de la Cultura de Tulua este jueves 2 de marzo a partir de las 6 de la tarde. Lo acompañarán en la charla Rosario Caicedo, hermana de Andrés, y la periodista Maria Elvira Bonilla directora de Las 2 orillas.
El acto además contará con la presentación del grupo de teatro Krea que adaptará una de sus obras, habrá música con el grupo Natural Blues y como es su costumbre habrá al final vino y empanaditas tulueñas.