La improvisación, la ineficiencia, la incompetencia, la corrupción y el clientelismo entre otras perversas virtudes y prácticas en el manejo de la administración pública, han sido el denominador común con el que lejanas y recientes administraciones han planeado el desarrollo del territorio del municipio.
De poco o nada han servido los censos realizados, la profusión de estudios socioeconómicos y menos aún las proyecciones de crecimiento realizadas por los más consumados demógrafos y estudiosos, para determinar con algún nivel de precisión cuántos somos y mucho menos quiénes somos y qué queremos.
Los elementos constitutivos de la identidad local como la pertenencia al territorio, la práctica y la reproducción generacional de sus valores culturales y los vínculos de sangre que se propagaron de generación en generación, se comenzaron a extinguir con lentitud a principios de la década del 50 y con sorprendente rapidez durante los últimos años 10 años.
Los movimientos migratorios de la población colombiana que confluyeron en el espacio geográfico de Soacha causados por el conflicto interno así como la búsqueda de oportunidades de empleo, educación y seguridad en diferentes periodos, llevaron paulatinamente al caos y a la crisis institucional al municipio que alguna vez fue uno de los epicentro industriales más importantes del país y hoy es tan solo un difuso recuerdo.
La dinámica demográfica de Soacha alcanzó los mayores niveles de crecimiento urbano con la expansión y profundización del conflicto, y en la que el municipio cumplió la función receptora permanente de continuas oleadas de población desplazada por los factores citados, surgiendo y creciendo áreas urbanas espontáneamente sin las más elementales bases de la planeación y ordenación del territorio por el que nunca se interesaron las diferentes generaciones de la clase política local.
El crecimiento urbano en el territorio, que se produjo, como decía, de manera espontánea, nunca definió una tendencia arquitectónica ni un ordenamiento urbano alguno donde sus más importantes aspectos fueron definidos al capricho de los funcionarios de turno, mientras la expansión del área urbana del municipio rebasó los límites del territorio en un proceso de conurbación caótico con Bogotá, cuyo mejor ejemplo es la calidad del servicio del sistema de transporte publico actual de TM.
Y mientras la población crece exponencialmente como diría Malthus, por razones ya conocidas, no fueron ni han sido suficientes la creación de los POT ni los planes municipales de desarrollo para incorporar el territorio por el camino del progreso urbano ordenado que se tradujera en mejores condiciones de vida y bienestar para la población,
Los limitados recursos fiscales del municipio, producto de la baja tributación que se explican por la pobreza de la mayoría de sus habitantes, la ineficiente gestión y poca trasparencia en el manejo de los recursos públicos así como los franciscanos recursos que la nación le transfiere al municipio por el SGP y regalías, son cada vez más exiguos e inversamente proporcionales al tamaño actual de su población y sobre todo de sus necesidades.
Como si lo anterior fuera cosa de poca monta y Soacha pareciera ser la tierra prometida en la que abunda leche y miel, los dos últimos gobernantes del país en un acto de irresponsabilidad ilimitada, decidieron en función del interés privado, cambiar el uso del suelo en la jurisdicción del municipio, y lo que alguna vez fueron extensas y ricas zonas agrícolas, hoy se encuentran convertidas en áreas urbanas, que siguiendo el patrón histórico de desarrollo del municipio, carecen de los más elementales servicios e infraestructura, ratificando en ellos el espíritu de improvisación y carencia del sentido común de los planificadores del territorio.
El conjunto de desaciertos acumulados en la planificación y el desarrollo estructural del territorio a lo largo de los últimos 30 años, ponen en evidencia la incapacidad de cualquier gobernante local para poder superar tan complejas problemáticas con los limitados recursos propios y trasferencias, y cuya único responsable ha sido el gobierno nacional, al encontrar en Soacha la solución ideal a los a diferentes problemáticas del país sin asumir los costos y las consecuencias de tan nefasta política.
Desde diferentes sectores políticos y sociales se especula y se calcula el número actual de habitantes del municipio, y quienes tienen la verdadera responsabilidad en la materia (DANE y gobierno nacional), se hacen los de la vista gorda. Saben que si cuentan a los habitantes, el gobierno nacional tendrá que aumentar en un 100%el monto de las actuales las trasferencias de recursos, con lo que apenas podrá mitigarse la crisis estructural del municipio, que dicho sea de paso lo que justamente requieren sus diferentes y complejas problemáticas son soluciones estructurales.