El posconflicto se define en la segunda vuelta presidencial

El posconflicto se define en la segunda vuelta presidencial

"El miércoles 1 de marzo, las Farc comienzan su adiós a las armas para transformarse en partido político en Mayo de éste año"

Por: Tiberio Gutierrez
febrero 28, 2017
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El posconflicto se define en la segunda vuelta presidencial
Foto: archivo eltiempo.com

“La vida quiso que yo fuera un desgraciado, pero no me dio la gana”  Este refrán popular mexicano me parece adecuado para introducir esta nota  sobre el futuro del posconflicto en Colombia.

Contrario  a lo que están pensando algunos parlamentarios, la implementación de la paz será el eje del debate para las elecciones del 2018. Está bien que el tema de la corrupción es insoslayable, pero la implementación de los acuerdos de La Habana adquiere un protagonismo relevante, si tenemos en cuenta que el próximo miércoles 1 de marzo, las Farc comienzan su  adiós a las armas para transformarse en partido político en Mayo de éste año.

Es una noticia increíble que tenemos que festejar con  la mente fría y el corazón caliente, pero no obstante los pasos gigantescos que se han dado en esta dirección, no debemos cantar  victoria todavía porque, como lo decía el Tuero López: “Viva la paz, viva la paz”… Así, trinaba alegremente un colibrí sentimental, sencillo, de flor en flor… y el pobre pajarillo trinaba tan feliz sobre el anillo feroz de una culebra mapaná. Mientras que en un papayo reía gravemente un guacamayo bisojo y medio cínico: ¡Cuá, cuá!”.  Por sabido se calla quién es el pobre pajarillo y quién la culebra mapaná.

La depresión mental en Colombia está por  encima del promedio latinoamericano; la corrupción se roba un Billón de pesos semanales; los niños se mueren de hambre no solamente en la Guajira, y, sin embargo, quién lo creyera, Colombia es el segundo país  más feliz del mundo. Es el macondo de la desmesura donde los sectores democráticos tienen que aterrizar en la unidad si no quieren estrellarse contra la realidad de la correlación de fuerzas.

El reto está cantado: “Si gana un gobierno de las fuerzas políticas del No, el llamado acuerdo final y sus procedimientos ilegítimos serían puestos en entredicho y en discusión nuevamente”. José Obdulio Gaviria. Por otro lado responde Uribe: “Estoy de acuerdo con el apoyo a los desmovilizados de base y víctimas, pero qué decir de la impunidad y elegibilidad de delitos atroces; el desconocimiento del plebiscito y el abuso del fast track son conductas que invitan a la corrupción” Y Alejandro Ordoñez vocifera: “Ningún gobierno futuro tienen por qué acatar nada de lo incluido en la acción ilegal del fast track. Hay que rechazar el acuerdo entre la élite terrorista de las Farc y la élite corrupta de Santos-Vargas Lleras, saliendo a las calles”. El Tiempo-27-02-2017. Como decía el escritor Jorge Luis Borges: “No los une el amor, sino el espanto”. El espanto a las reformas democráticas que ponen en peligro sus privilegios.

Más claro no canta un gallo. Así pues que, dada la proliferación de candidaturas presidenciales de los sectores que votaron por el Sí a los Acuerdos de La Habana, lo más factible es que el posconflicto se defina en la segunda vuelta presidencial, si es que uno de los tantos candidatos que apoyan la implementación de los acuerdos logra llegar a la segunda vuelta.

Los sectores democráticos tienen la obligación histórica de ponerse de acuerdo en un programa mínimo, cuya base indiscutible es la implementación del Acuerdo final para la construcción de una paz estable y duradera, y escoger un candidato con las garantías y el compromiso de llevar a la práctica las transformaciones democráticas que está demandando con urgencia el pueblo colombiano.

Desde luego que para mañana es tarde empezar a construir este compromiso. Lo que se juega en las próximas elecciones es definitivo para el futuro democrático de Colombia. Hace falta desde ya empezar a elaborar una estrategia comunicacional que permita contrarrestar la política del odio, del miedo y de la mentira, eso que ahora algunos denominan la “postverdad”, el manejo de las pasiones y de los sentimientos primarios.

Hay que tener en cuenta la capacidad de arrastre que tienen las iglesias evangélicas cuyos Pastores, en gran medida, inclinaron el voto por el No del plebiscito, sin dejar de lado, claro está, la influencia de la Iglesia Católica, credos religiosos que pueden incidir fuertemente en el voto juvenil si es que se aprueba el voto obligatorio desde las 16 años.

Lo ideal sería la conformación de una coalición de Convergencia Democrática para un Gobierno pluralista que asegure la implementación de los Acuerdos de La Habana, que en primera instancia fuera unida con un solo candidato a la primera vuelta presidencial, pero parece que va a estar muy difícil esta opción, habida cuenta de la dispersión y marginamiento de la izquierda y de los sectores democráticos, que quieren hacerse contar cada uno por su lado en la primera vuelta, con el peligro inminente de que a la segunda pasen el uribismo y el Vargas-Llerismo, es decir, precisamente los sectores que no ven con buenos ojos el cumplimiento y desarrollo de los Acuerdos de Paz.  “La vida quiso que yo fuera un desgraciado, pero no me dio la gana”

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