Controversial como la institución que representa, Francisco I, el primer papa de origen latinoamericano, soltó una de las frases más polémicas que se le ha escuchado al obispo de roma desde que comenzara su pontificado en marzo del 2013 tras la sorpresiva dimisión de Benedicto XVI. El denominado “vicario de cristo” señalo sin tapujos como lo ha hecho en otras ocasiones la falta de coherencia de quienes se dicen cristianos piadosos de dientes para afuera, pero cotidianamente, desde sus prácticas toman distancia de lo que el mismo papa considera como el sentido fundamental de una autentica vida cristiana; esto no es otra cosa distinta al amor, la empatía y la entrega desinteresada por los demás.
Aunque parezca novedosa la admonición papal, esta no es inédita; pareciera ser el eco de palabras dichas mucho tiempo atrás que aunque viejas, se resisten a morir. Pareciera que el espíritu de una iglesia que quiso ser y no fue, se asoma de nueva cuenta para poner en la mesa discusiones que nunca han sido zanjadas. Las palabras de Francisco cuando dice que vale más ser ateo que un cristiano únicamente de maneras recuerdan a aquel sacerdote Colombiano que supo ser la expresión carnal y material de la doctrina renovada de “la opción preferencial por los pobres” doctrina que nació del corazón de otro jerarca católico Sui generis, el Italiano Ángelo Roncalli, de nombre pontificio Juan XXIII, y que intentaría ser inscrita en el concilio vaticano convocado este mismo, sin que llegara a verlo culminado.
Camilo Torres Restrepo, el sacerdote, el sociólogo, el guerrillero, advirtió en los años 60 esa hipocresía que denunciaba Bergoglio esta semana. Camilo supo cuando no encontró respuesta a la invitación que le hiciera a la fervorosa feligresía perteneciente a la aristocracia Bogotana y a algunas elites intelectuales de la esterilidad del cristianismo de rito; para el sacerdote era evidente que un cristianismo que no se la jugaba por los débiles, no tenía ninguna correspondencia real con la vivencia y las enseñanzas del Jesús de los evangelios. Aquel Jesús que invitaba a reconciliarse con los hermanos antes de dejar la ofrenda en el templo, o que señalo que: los actos de piedad que se tuvieran con los semejantes serian actos de piedad para con él mismo, reunía una parte importante de la construcción del buen cristiano o cristiana. Allí lo paradójico puesto que poco de esto encontró Camilo en quienes se ufanaban de la observancia rigurosa de los sacramentos y la doctrina eclesiástica y encontrándolo todo en quienes no profesaban fe alguna, en quienes no paraban de denunciar los actos execrables de la iglesia a lo largo de la historia, en quienes veían en la religión Católica uno de los más poderosos cimientos del sistema, acaso el más alienante de todos.
Los que aman no tienen fe, y los que tienen fe, no aman.
Esa fue la sentencia con la que Camilo sintetizo el fenómeno. Para Camilo tuvo una especial significancia encontrar que anarquistas, comunistas, intelectuales de diversas tendencias y materialistas acérrimos se encontraran en la preocupación, en la sensibilidad por el dolor de las mayorías empobrecidas, en la militancia de las causas justas. Aquellos jóvenes estudiantes que acompañaron a Camilo a emprender y a organizar el trabajo popular en Tunjuelito, provenían en su gran mayoría de sectores acomodados de la sociedad colombiana y estaban imbuidos de la atmosfera que parecía prefigurar la llegada inminente de la revolución; tenían todo el entusiasmo y la alegría para acompañar al capellán de la universidad una vez superadas las desconfianzas y las resistencias que naturalmente emergieron al encontrar a un sacerdote enarbolando las causas populares. Para Camilo todo lo anterior era cristiano, era autentico y estaba provisto de un amor profundísimo, del más eficaz de los amores, el que pasa del terreno de lo abstracto al terreno de la acción.
Notorio es entonces que las palabras del papa en su homilía tienen una afinidad con los planteamientos de Camilo 50 y tantos años atrás. Para Francisco hoy, como lo fue para Camilo entonces, se puede ser más cristiano y más coherente incluso rechazando a la figura de Cristo y los anhelos salvíficos ligados a la misma, se puede dar mayor testimonio de auténtico amor cristiano incluso aceptando que no existe una existencia (valga la redundancia) que sobreviva a la existencia terrenal y material. Por supuesto no han sido pocas las voces de rechazo que han llegado desde los sectores más conservadores de la iglesia al llamado del Papa. Este Papa polémico, este Papa inusitado, que ha sabido transformarse en una de las figuras más inquietantes de lo que va del siglo XXI, téngase o no cercanía con él, odiándolo o admirándolo; pareciera que se deja guiar por esa “latinoamericanidad” que lo invita transgredir e interpelar una estructura absolutamente monolítica como la de la iglesia, que lo invita a intentar ser un Papa diferente aun con el viento en contra.
Probablemente la manera con la que titule estas líneas se le antoje exagerada a quienes profesan afinidad con la figura histórica de Camilo Torres Restrepo; quizás sea un poco desfasado hacer una comparación aunque fuese mínima de dos figuras tan alejadas en el tiempo, tan distintas en matices, sin embargo es inevitable no evocar los mensajes de ese sacerdote sonriente al escuchar de la boca del Papa palabras en favor de la aceptación de las diferencias y del replanteamiento del estado de cosas que está llevando al mundo a un colapso irrefrenable. Al final del día sabremos que tanto fue Jorge Mario Bergoglio, alias Francisco I una representación actual de lo que soñaron Camilo y otros tantos sobre cómo debía ser la iglesia y que tanta repercusión tendrá él como figura en los cambios que urge el mundo, lo que sí es seguro es que este no es como los otros, este papa “cuervo” (Hincha del Club Atlético San Lorenzo de Almagro) que le gusta el tango, toma mate y que se inclina hacia el ecumenismo, quizás no vaya a ser parte del santoral católico pero si, irremediablemente ya es parte de nuestra historia.