Yenis Lugo nunca pasa desapercibida. A donde sea que llegue la monteriana, las cabezas del lugar siempre giran hacia ella. Tiene casi un litro de silicona en sus pechos. En su cola hay otro implante de 700 centímetros cúbicos, el más grande que venden en Colombia. En el resto de su cuerpo hay cinco liposucciones y una marcación abdominal. Su cara tiene tres rinoplastias, aumento de mentón, modificación de pómulos, relleno de labios y una inyección de grasa. Con más de 22 cirugías es la mujer más operada de Colombia. Es imposible no mirarla.
Pero no siempre fue así. Hace algunos años tuvo sobrepeso. Tenía 120 kilos y estaba en Bogotá terminando medicina en la Universidad de la Sabana. Era una joven con baja autoestima que ante la propuesta de un cirujano debutante de operarla gratis, no lo pensó dos veces. Tenía 19 años cuando lo hizo por primera vez. Fue una liposucción de 8 horas que requirió una transfusión sanguínea por la intensidad de la misma. Le aspiraron grasa de la espalda, papada, brazos, abdomen, pierna y entrepierna. Si sus padres hubieran sabido la magnitud de la cirugía no la hubieran dejado hacérsela, por eso fue a escondidas de ellos. Cuando regresó a Montería nadie la reconoció.
A los seis meses el cirujano le propuso volver al quirófano para sacarle la grasa que no pudo la primera vez. Ella se dejó y esta vez el resultado fue tan satisfactorio que le propuso convertirla en modelo. Por lo tanto, si iba a explotar su físico, entonces necesitaba perfeccionarlo. Quería una nariz como la de Michael Jackson. Llegó la primera rinoplastia, el aumento de labios, y los retoques en mentón y pómulos. Luego de tres mamoplastias sus senos pasaron de talla 28 a 34.
Así se convirtió en toda una celebridad. Caracol y RCN le han hecho reportajes. En Estados Unidos la entrevistó Telemundo. Revistas como Semana y SoHo la han tenido entre sus páginas y en su cuenta de Instagram tiene más de 80.000 seguidores. En sus redes no hay pudor. Poco o nada le importa lo que hable la gente de ella porque sabe que de eso no se come. Por esa misma razón acepta de frente que le gusta el sexo, los hombres y que los que han estado con ella han sido en su mayoría empresarios pudientes.
Hoy tiene con orgullo una cuchilla dorada colgando de su cuello entre sus dos pechos asiliconados. La acredita como la reina de las cirugías y se la ganó en un concurso en Bogotá. También un diamante incrustado en uno de sus dientes. Sin embargo, no se considera plástica. Poco se habla de las tres especializaciones que tiene en gerencia de salud, gerencia pública y gerencia ocupacional. Piensa también que no hay mujer natural. Para ella, desde que una persona se corta una uña o el pelo para mejorar su imagen, pierde la naturalidad. Todo lo que se ha hecho ha sido sin pagar un peso. A las clínicas y cirujanos de los que es imagen les conviene que se siga operando. Si lo hubiera pagado todo tendría cerca de 200 millones de pesos encima.
Aunque ha tenido períodos de casi un mes de incapacidad y dolor, no le importa. Su único inconveniente ha sido con el ácido hialurónico que alguna vez tuvo en los glúteos. Su cirujano prefirió retirarlo por seguridad y para cambiarlo por el implante que tiene hoy. Tiene un abdomen marcado y una diminuta cintura sin hacer ejercicio. Ama el frío de la anestesia antes de entrar al quirófano pero odia el calor de un gimnasio.
Vive en Sincelejo, donde trabaja en el sector público mientras sigue modelando. Sus implantes mamarios están detrás del músculo para no matar la posibilidad de amamantar a un bebé algún día. Quiere ser mamá y mientras tanto vuelca su instinto maternal en su sobrina Oriana, de nueve años. A la niña le gusta el modelaje y ha hecho algunos cursos. Por lo pronto no se ha hecho ninguna cirugía pero si algún día llega a necesitarla su tía no tiene problema en apoyarla.
Por @enriquecart