La historia de Colombia fue demarcada por varios acontecimientos que dieron participación a uno de los presidentes más cuestionados hoy en día. Álvaro Uribe Vélez, que en su momento fue gobernador de Antioquia, toma la ley por sus manos y patrocina grupos armados ilegales por todo el territorio nacional; esto con el objetivo de formar un grupo destinado a defender los intereses económicos de los terratenientes y narcotraficantes, y la lucha militarmente contra las guerrillas y grupos de izquierda, que en ese entonces se oponían contra el gobierno de turno. Posteriormente, y a lo largo de sus ocho años de gobierno cómo presidente de la república, reúne una escalofriante cifra de al menos 3000 asesinatos contra civiles sometidos a torturas, masacres y desapariciones, que siguen siendo objeto de investigación, paradójicamente más por las víctimas del conflicto, qué por los entes judiciales, cifras que arroja los informes del Centro Nacional de Memoria Histórica. A su vez la participación del Ejercito Nacional, como actor material propio de este fenómeno, es de suprema importancia para la comprensión alrededor de la figura mediática de Álvaro Uribe.
Pero lo que es incomprensible es el hecho que algunos colombianos se sientan identificados con Uribe Vélez, a tal punto que llegan a idolatrarlo; esto puede ser comprendido desde la lógica del populismo, puesto que es un fenómeno político que se caracteriza por la existencia de un líder carismático y/o autoritario, que establece una relación directa con la gente; sus características se basan en un discurso sencillo, su vocabulario es directo, corriente, y popular sin una preparación compleja, fácil de entender, como la elaboración de símbolos que lo identifican y lo hacer ver parte del pueblo. De esta forma llega a comunicarse fácilmente con las personas del común, con la clase media y con pequeños adinerados, con el objetivo de resaltar el patriotismo por su país. Lo logra a través del manejo en los medios de comunicación que posee, especialmente la televisión y la radio, utilizándolos para difundir su ideología política, además de aprovecharlos cómo recursos para generar en la población un imaginario generalizado sobre la importancia de fortalecer en buena medida la seguridad policial y militar, que, en esencia, va dirigida al enfrentamiento bélico a gran escala contra la guerrilla, grupos opositores y demás actores involucrados en el conflicto armado.
De esta forma se pude decir que la comunicación tiene siempre un sentido, una intencionalidad, que se puede develar conociendo lo que se informa y quién lo informa (emisor), así como lo que finalmente se comprende y quién lo comprende (receptor), por tanto "la comunicación nunca es ingenua", por tanto, es posible determinar que en el sistema “Colombia" la acción de comunicar se realiza comúnmente de manera superflua, cuya finalidad es el control.
Esta problemática puede entenderse mejor si se tiene en cuenta la necesidad de un pueblo por sostener un ideal de salvador, el anhelo de seguridad garantizada y la creencia de poseer la explicación verídica de los fenómenos que ocurren a su alrededor; de este modo se prefiere aceptar una mentira como certeza, que una verdad parcial y cambiante que demande un papel activo y crítico del observador, es entonces cuando surge el idealismo, donde la idea eclipsa la realidad.