Trump, empieza a cumplir sus barbarás promesas de campaña. El muro con la frontera mexicana, que ya existe y pretende terminarlo, las deportaciones de migrantes indocumentados, el veto a musulmanes y refugiados, fueron eje de su campaña y lograron el apoyo mayoritario con su lema de “América primero”. Esta visión del continente, pone en la agenda de la región de nuevo las migraciones. El desdén de los gobiernos de origen, que muy preocupados por firmar tratados de libre comercio con Estados Unidos, jamás negociaron un acuerdo de respeto y gobernanza de las migraciones, ahora se rasgan las vestiduras, cuando durante gobiernos anteriores se ha deportado masivamente, y se ha construido ese muro de vergüenza; ahora quizás sea el momento de retomar el asunto tanto para apoyar a México el vecino más próximo y el mayor perdedor del triunfo de Trump, como para defender la dignidad de los latinoamericanos, esa que nunca han defendido los Estados de la región. Serán los pueblos de América y los que viven dentro los que deberán defenderse, de las políticas militarizadas del nuevo presidente de los Estados Unidos, contra las migraciones.
Lleva pocos días en el poder y ya empieza a desmontar la tímida reforma sanitaria de Obama, aplica las medidas proteccionistas a su industria y desconoce el acuerdo de libre comercio con Asia. Para él ha llegado la hora de la seguridad nacional, lo prometido con populismo a sus electores y la orden de apropiar recursos para la inmediata construcción del muro. Una división física entre EEUU y México, diciendo incluso que México debe pagar ese muro, cuestión que ya ha desmentido Peña Nieto presidente de México, de manera tibia, ni que decir de los daños medioambientales que esta extravagancia causaría, con el refuerzo de las agencias federales de lucha contra la inmigración ilegal, anunciando la aplicación de su orden sin contemplación, usando la tortura si es el caso.
Haciendo del defecto virtud, no todos los norteamericanos están de acuerdo con esta manera de gobernar y se siente en las calles la respuesta ciudadana en defensa de lo básico de la democracia, menos aun será admisible la tortura. Estados Unidos no es monolítico de la visión del mundo del nuevo gobierno y empieza a manifestarse que será una sociedad polarizada, porque la justicia y el establecimiento al cual ha desafiado y le ha ganado a sus dinastías, más reconocidas como los Bush y los Clinton, no se resignaran. Ha nombrado para su gobierno una minoría blanca, con cercanía a militares, desconociendo la pluralidad étnica que existe y ha convivido en otros gobiernos. Ha actuado rápidamente y con coherencia a sus propuestas.
Ahora bien, la actitud de Trump y sus políticas cambian el escenario de la globalización, porque su propuesta es desglobalizar y volver a medidas económicas proteccionistas, le interesa el petróleo y disputar de nuevo la geopolítica atrayendo a Rusia como aliado, su patio trasero no le interesa. Europa tampoco sirve a sus propósitos, alaba la Inglaterra del Brexit y apoya abiertamente la candidatura de Marine Le Pen en Francia y las propuestas de la derecha Europea. No le importa lo que piense Ángela Merkel.
Quiere revisar lo hecho por sus antecesores, por supuesto el apoyo al proceso de negociaciones en Colombia. Un nuevo escenario mundial se abre con el gobierno de Trump. ¿Qué debe hacer entonces América Latina?. México se lleva la peor parte porque ya no cuenta con petróleo y sí depende de forma importante de las remesas de sus millones de ciudadanos que viven en Estados Unidos, esas remesas que pueden incluso ser grabadas y hasta millones de mexicanos indocumentados deportados, aumentaran los problemas, que el gobierno de Peña Nieto no podrá atajar con diálogo, porque Trump sólo quiere imponer.
Colombia en esta nueva situación, debe ser realista, si bien se habla de revisar detalles del “Plan Paz Colombia” y las FARC han dicho públicamente que el apoyo de EEUU debe continuar, la coyuntura a corto plazo es de incertidumbre, porque su injerencia para cambio de gobierno en Venezuela está a la vista y eso es inestabilidad en la región. De manera que el gobierno Santos y ELN., deben apurar las negociaciones aprovechando la experiencia del proceso con las FARC y los y las colombianas debemos ser conscientes que el escenario ha cambiado y que debemos contar con nuestras fuerzas y defender nuestros recursos algo que es eje en las negociaciones para el ELN, y razón no le falta, porque ahora la influencia de EEUU puede ser negativa, además alentara a quienes dentro están en contra de la democracia, en contra de las negociaciones y si por continuar con la barbarie.
América Latina, debe repensarse en este nuevo escenario, su débil integración la hace frágil ante el nuevo gobierno de EEUU., lo primera será establecer un adecuado diagnostico de estos cambios para actuar. Su defensa la tiene en lo quiere Estados Unidos, sus recursos empezando por el petróleo que no debe seguir regalándolo. Será el momento de establecer una nueva estrategia de desarrollo contando con lo más valioso las personas. Cambiar sus economías basadas en Políticas neoliberales, por unas que creen riqueza, no se hace de un día para otro, máxime cuando no se invierte en investigación ni en educación. Estos cambios no los harán los gobiernos actuales, algunos de los cuales ya están agotados. Vienen tiempos difíciles, para los pueblos americanos donde la austeridad debe ser compartida y en pos de otro modelo de desarrollo.
Mientras, las migraciones latinoamericanas deben hacer visible su exigencia ante los Estados para la defensa de sus derechos en Estados Unidos, poniendo en la agenda global la vigencia de los derechos humanos para las migraciones, sin transigir a la violación de ellos, por el nuevo gobierno, ni admitir más impuestos para la salida de las remesas de EEUU, ni deportaciones masivas. La represión y el miedo de los inmigrantes deben tener su reciprocidad en los capitales norteamericanos que expolian el petróleo y los recursos naturales. Los inmigrantes colombianos/as lo mínimo que esperamos del gobierno Santos y su Ministra de Exteriores, es que levante la voz en defensa de los derechos humanos de los conciudadanos que residen en Estados Unidos. No lo hemos escuchado.