Soy navegadora de internet. No una experta, pero sí un poco más navegadora que la mayoría de personas de mi generación. Lo digo porque mis ciberamistades casi todas están entre la edad de mi hijo (23 años) y la de mi novio (45).
Me gustan muchas de las iniciativas y mensajes de jóvenes en la red. Aquí voy a comentar tres que por estos días me han animado a repensar el país que mi generación y las anteriores les estamos dejando:
La primera de ellas: Varias empresas de producción de video de jóvenes se han unido para hacer una investigación y el documental que la difunde: Se llama “No dar papaya en Colombia: Somos honestos”. Se encuentra en youtube, en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=_0zEGq0mN38
La hipótesis de este grupo es que en Colombia somos mucho más honestos y honestas de lo que el extendido “onceavo mandamiento” que dice “No dar papaya”, afirma. El experimento con el que se lanzaron a demostrar su hipótesis fue audaz: Montaron un puesto de arepas de huevo en pleno centro de Bogotá. Se establecieron las tarifas de la arepa y la arepa con gaseosa, y se instaló una cajita abierta, en la que la persona depositaba el valor de lo que se había comido y sacaba su devuelta, si era del caso.
En los cinco días que duró el experimento, se vendieron 464 arepas y sólo faltó el dinero de 2. Es decir, de 464 personas a las que se les “dio papaya”, solo el 0.4% actuó de manera deshonesta. El experimento y su video buscan restablecer la confianza, o “capital social” que llama la sociología.
La segunda es un conjunto de imágenes de fina ironía que circulan en Facebook llamando la atención acerca del papel que está jugando la clasificación de la selección colombiana de fútbol al Mundial del 2014:
La tercera iniciativa es la de quienes están promoviendo el voto en blanco: Con una colección de imágenes y argumentos valiosos, la ciudadanía está manifestando la indignación que ha provocado el escandaloso “paro” del Congreso de la República, para obtener por decreto las primas de vivienda y salud onerosas para el país, inequitativas, desproporcionadas.
Aquí lo que se ha evidenciado es la cantidad de odio y de desprecio que la gente del común ha acumulado contra una de las instituciones más desprestigiadas del país (bueno, y de muchos otros, pero este es uno de los Congresos con salarios más distantes al salario mínimo).
Ahora, con la cantidad de jóvenes que tengo el privilegio y el honor de compartir, por ser profesora y ciberamiga de much@s, quise intentar poner a dialogar estas tres piezas comunicativas de la red. Intentando demostrarles que hay razón para la esperanza y la confianza, les hablé del experimento de la papaya a varias y varios impulsores del voto en blanco. Su respuesta fue inmediata y contundente: Creen que la clase política colombiana está representada en ese 0,4% de seres deshonestos y avivatos que no confían, ni merecen la confianza de nadie, de los que no desaprovechan papaya. Y no solo se refirieron al Congreso, sino al ejecutivo, a las cortes, a los órganos de control, a la fuerza pública y por supuesto, al empresariado, de donde salen los contratistas y lobistas a influir para concentrar más la riqueza.
Y respecto al fútbol colombiano en el mundial, su respuesta también fue asombrosa: no hay que dejar que al deporte lo utilicen como el nuevo opio del pueblo. Ningún fervor futbolístico nos puede hacer olvidar la indignación. “Si la olvidamos, repetimos la historia de ustedes, tantos siglos engañados y resignados”. ¿Qué tantos y tantas jóvenes están pensando como ustedes? Me respondieron: aunque seamos otro 0,4%, vale la pena.
No sé a ustedes, pero yo quedo con unas ganas inmensas de ver lo que esta generación nos está proponiendo a las anteriores y además, con un profundo respeto e interés por participar de esta “papaya indignada”.
