El regalo de matrimonio que le hizo su esposa, Luz María Zapata, fue Urcos y Rex, los dos pastores alemanes puros que había traído desde Berlín. Ella sabía que después de la política –la obsesión mayor-, las canciones de los Bee Gees, y el mar, el otro gusto que mueve a su esposo, Germán Vargas Lleras, son los perros.
Jugaba con los dos cachorros en el pasto regresando a sus tiempos en los que se entretenía con su hija Clemencia a quien le gastaba todo el tiempo. Se sentía otra vez como en la época en la que le bailaba con torpeza a su hija Clemencia el pasito del reloj. Germán Vargas se quedó sin aprender a bailar mientras su hija descolló como una artista que ha formado parte del grupo de bailarines que acompañan a Madona y ahora dirige la fundación Vive Bailando
Urcos y Rex tenían cinco meses y eran un huracán que devastaba todo a su paso. Le aconsejaron que para ponerlos en cintura y facilitar la convivencia no era mejor lugar de adiestramientos que la Estación de Carabineros de Bogotá. Siguió la recomendación y cada día muy temprano, el propio Vargas los llevaba en camino a su despacho en el Ministerio del interior. Personalmente los acompañó a que les aplicaran las primeras vacunas. En los trece meses que los tuvo le sacó tiempo a sus agotadores días y pudo leer un libro sobre la historia del Pastor Alemán como raza y en sus conversaciones siempre aparecían sus cachorros.
Pero el 19 de diciembre del 2011, cuando los fue a recoger después del entrenamiento, le dieron la mala noticia: los perros estaban muertos. Uno de los agentes de la policía de la Estación de Carabineros, cuyo nombre nunca se reveló, hizo una combinación de tres venenos letales que envenenaron a los dos pastores alemanes. La agresión iba dirigida directamente hacia Vargas Lleras.
El político nunca habló del tema públicamente. Los que le conocen dicen que perder a Urcos y a Rex fue un golpe durísimo. Se prometió nunca más volver a tener una mascota. Hizo el duelo a punta de trabajo y recorridos por el país echando a andar el programa cien misas de casas gratis y luego supervisando el ambicioso plan vial que se propuso ejecutar desde la Vicepresidencia fueron la anestesia para olvidarse definitivamente del tema.
Pero en diciembre del 2015 su vida tuvo un giro drástico desde cuando se desplomó en la tarima cuando inauguraba una obra en Floridablanca. Horas después le detectaron un tumor benigno en la cabeza. Su extracción le dejó una secuela temporal de parálisis parcial del lado izquierdo que superó con tenacidad y fisioterapia y un cambio radical de rutina de vida que lo llevó a dejar de fumar sus sesenta cigarrillos diarios y las cuarenta tazas de café. Necesitaba relajarse y Luz María Zapata tenía la fórmula: un cachorro en casa.
En efecto, Vargas Lleras desde enero tiene un compañero de giras con el que además se entretiene y se sacude el estrés en la residencia de la vicepresidencia: Mancho, un pitbull francés. El 21 de enero del 2017 el Vicepresidente lo presentó en un recorrido por el eje cafetero en el municipio de Córdoba, Quindío y no dudo en referirse a éste jocosamente desde la tarima en su discurso.
Mancho llegó con el vicepresidente en el avión que la Fuerza Aérea le ha puesto a su disposición y la jornada para colocar la primera piedra para la construcción de 120 viviendas de la urbanización El Jardín, resultó más grata para todos los asistentes, gracias a su presencia. Pudieron disfrutar de un Germán Vargas Lleras sin malgenio ni sus rabias explosivas que ya se le conocen, con lo que se confirma que el mejor calmante del vicepresidente es tener un perro al lado.