Los médicos: meretrices de la Salud

Los médicos: meretrices de la Salud

Un médico hace una autocrítica sobre lo devaluada que está su profesión

Por: Fabián Valdés Torres
febrero 02, 2017
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Los médicos: meretrices de la Salud

En términos de práctica y salarios, la medicina ha sido contrastada con otras labores para ilustrar las difíciles condiciones que aquejan actualmente esta profesión. Porque luego de seis años de formación, más un año de servicio social, la expectativa es bastante diferente a la realidad. Es entonces cuando entre muchos análisis existenciales surgen los cotejos con ocupaciones que requieren un menor tiempo de preparación y poseen remuneraciones similares o incluso mayores.

“Los médicos somos putas” me dijo alguna vez un colega. Por  mi parte rechacé de inmediato esa comparación, no por inmoral sino por fantasiosa. Le recordé los reportajes sobre la prostitución en la zona minera de Buriticá, donde mencionaban que los ingresos de las trabajadoras rondaban los siete millones semanales. Más apropiado adjetivo es meretrices, y antes que acusara sinonimia me apresure a explicar la etimología de la palabra; en Roma inicialmente ese calificativo se usaba para mujeres que contraían matrimonio por intereses económicos o sociales, pero luego se fue adaptando a prostitutas “aficionadas” que no necesariamente recibían remuneración.

En otros compañeros he encontrado que el punto de comparación es la peluquería, y no de altos estándares, la peluquería promedio, de barrio. Es algo comprensible porque las ofertas de pago por consulta en muchas instituciones son equivalentes al costo de un corte de cabello masculino. Sin problemas de demandas, papeleo, turnos nocturnos, seguros, malos tratos y con pagos oportunos, además la posibilidad de multiplicar en gran medida su salario con la atención de clientela femenina.

La razón por la que los salarios no crecen se explica en parte porque estamos sometidos a la ley de la oferta y la demanda. Con el agravante que no hay un productor consciente y responsable, las universidades en este modelo de libre mercado generan un producto llamado médicos y los consumidores son las instituciones de salud. Sin embargo, en este esquema el producto es quien le paga al productor -universidad- con la esperanza de realizar posteriormente el recobro a las empresas consumidoras. El producto es quien asume que en un futuro será requerido, no existe una conexión directa con el mercado y por ello no se alcanza un equilibrio real. Las universidades siguen produciendo -y cobrando-, lo que genera sobreoferta con la consecuente disminución en el pago por los bienes deseados.

¿Colombia necesita más médicos? Es un tema con diferentes aproximaciones de acuerdo a los intereses. La Organización Panamericana de la Salud hace una recomendación de 25 profesionales por cada 10.000 habitantes. En el año 2013 en un boletín del ministerio de protección social se reportó en Colombia 26 por cada 10.000 habitantes. Con seguridad lo primero que se debe hacer es utilizar a los médicos en labores médicas y no otras como secretariado o transporte, es sencillamente un mal uso del recurso; Se utilizan médicos para transcribir fórmulas, para llenar fichas epidemiológicas, formatos no pos y cuanto documento sirva para demostrar la eficiencia de un sistema que funciona en el papel, como la supuesta promoción de la salud que se realiza en medio de consultas de veinte minutos.

Algunos argumentan que el problema radica en la concentración de profesionales en las grandes ciudades. Es algo real, pero que depende principalmente de una problemática nacional. Existen zonas marginadas en el territorio Colombiano donde la presencia del estado es casi inexistente y no se brindan condiciones mínimas para el ejercicio. Son áreas con problemas de seguridad, de servicios públicos y de transporte, que como cereza del pastel cuentan en muchos casos con instituciones prestadoras que someten a sus trabajadores a bajos salarios, horarios excesivos y caen con frecuencia en impagos.

La respuesta no pasa por obligar a los profesionales a acudir a esas zonas por la fuerza, con servicios sociales obligatorios o generando tal deterioro laboral y exceso de trabajadores en las ciudades que se cree un desplazamiento forzado impulsado por el desempleo. La respuesta es intervenir de manera integral en esas poblaciones, crear instituciones sólidas, con tecnología y que reciban oportunamente el pago por los servicios prestados, bien sea de parte del gobierno o las empresas promotoras de salud. Esa es la forma correcta de atraer personal interesado en crecer conjuntamente con esas comunidades. Porque no hay ejercicio más estéril que formular antiparasitarios en un corregimiento sin alcantarillado.

La solución a la crisis de la salud es la unión, y por eso son tan pocas las esperanzas. Las asociaciones hasta ahora solo han mostrado su eficacia para garantizar las vitaminas en el Frutiño. Pero la culpa no es de los directivos, que le apuestan a la convocatoria, los problemas en el gremio son la apatía, el egoísmo y las profundas divisiones sociales, económicas y políticas. Una verdadera lástima, porque en la coyuntura actual se podrían salvar tantas vidas con conocimiento científico teórico, como con la construcción de normativas que protejan el ejercicio de la profesión, la formación y la atención, dejando de lado anacrónicos calificativos de izquierda, centro o derecha.

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