El Mito del Yo todopoderoso, Religión del siglo XXI

El Mito del Yo todopoderoso, Religión del siglo XXI

Solo una persona he visto valientemente criticar este mito, y ha sido, en respuesta, duramente criticado también. Se trata del escritor y actor mexicano Odín Dupeyrón

Por: Marcos Pedraza
enero 23, 2017
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El Mito del Yo todopoderoso, Religión del siglo XXI

He hecho diversos ajustes a este ensayo por más o menos un año, y lo que quiero con él es algo imposible. Deseo que sea tenido en cuenta, así no sea en este tiempo, sino en un futuro, como un indicio de apertura mental en una época (esta, principios del siglo XXI) que estoy seguro será vista por la historia como un nuevo oscurantismo. Cuando era pequeño, veía películas distópicas futuristas en las que los personajes no solo se desenvolvían en medio de un medio ambiente agonizante y maravillas tecnológicas, sino de debates ideológicos ridículos. Hoy, sé que vivo en ese futuro. Se profesan decenas de movimientos idearios multitudinarios, lo políticamente correcto, la multiculturalidad, la diversidad sexual… y en especial una que ha resistido hasta la más exhaustiva búsqueda de antítesis. O sea, algo que no he visto que casi nadie haya cuestionado y que todo mundo sigue dando por cierto y hecho: Lo he llamado El mito del Yo, todopoderoso.

Solo una persona he visto valientemente criticar este mito, y ha sido, en respuesta, duramente criticado también. Se trata del escritor y actor mexicano Odín Dupeyrón, aunque él lo llama pensamiento mágico pendejo. Seguramente otros intelectuales habrán, a la fecha, tratado este asunto - sin que necesariamente haya total y absoluto acuerdo entre nuestras posiciones.

Todo empezó cuando escribí en Google “la vida es injusta” y el primer resultado fue un artículo sobre “el complejo de víctima”. Además, no hallé ni un solo resultado donde alguien dijera en efecto que la vida fuera injusta. Fue exactamente en ese instante que me di cuenta que hay un mito, casi una religión al rededor del Yo, y me inspiré para escribir este ensayo.

El mito del Yo, todopoderoso

Lo que llamo el mito del Yo, todopoderoso, es la creencia globalizada en el poder ilimitado del individuo para obtener lo que sea que quiera, ser feliz y próspero, emocional, física y económicamente. Se ha ligado seudo-científicamente al poder de los pensamientos, a una supuesta ley de atracción cósmica, al un flujo energético con acción-reacción, etc. Su difusión desmesurada y su omnipresencia en la propaganda mundial, puede ser responsable de varios fenómenos crecientes en incidencia en la población mundial, como la frustración, la pérdida de motivación, la depresión y el suicidio.

La psicología moderna y la corrección política

Para desenmascarar el mito del Yo, todopoderoso como tal, conviene repasar muchos aspectos sobre la naturaleza humana. Para empezar, haré una radiografía de algo que hoy en día es más una creencia que una ciencia: La psicología.

Así como muchas otras ciencias, la psicología fue mucho más grande antes, mientras se trató como una ciencia natural, en la que el alma era un objeto de la naturaleza que se estudiaba objetivamente. Fue una época ejemplar de la ciencia de la psique en que se descubrió y aprendió mucho del ser humano. Lamentablemente, en la segunda mitad del siglo XX, la psicología se fue contaminando paulatinamente de toda lo que hoy conocemos como corrección política. La psicología es ahora una ciencia social, no natural, y todo lo que en ella se estudia, busca estricta y excluyentemente resultados DESEADOS, cuando el carácter de ciencia es descubrir, independientemente de si al investigador le gustan o no los descubrimientos. En general, en la ciencia, se tacharon varios establecimientos y se sustituyeron por otros nuevos, sin ninguna justificación de rigor científico, sino por corrección política. Hoy en día se manejan muchos mitos, al lado de este del Yo, todopoderoso, que son instaurados en la mente de los pobladores desde su más temprana educación, y que responden no al método de la ciencia positivista sino a necesidades sociales. Por ejemplo, la naturaleza de la homosexualidad y el que las razas humanas “no existen”. A finales de la segunda década del siglo XXI ya se está hablando de la ideología de género y del relativismo cultural. Quitada la pompa del eufemismo, significa que los sexos (hombre y mujer) y las culturas, tampoco existen.

En lo concerniente específicamente a la psicología, empezaré por rescatar un par de hechos en los que ya nadie piensa, debido al sesgo cognitivo que representa la perspectiva progresista y antropocéntrica de la historia que tiene casi todo mundo. Dicho prosaicamente: Nadie piensa en cosas que les parezcan anticuadas por creer que vivimos en una sociedad utópica del futuro. Esas dos cosas son: La soledad y la muerte.

La soledad

Nadie concibe la soledad, ni siquiera quisiera imaginarla. Es preferible mil veces soportar las iniquidades de la vida en sociedad, o de la unión conyugal, que la temible posibilidad de encontrarse solo. Así mismo, a quien ha hallado refugio en la soledad, se le juzga y condena. Son muy pocas – y valiosas – las teorías o corrientes en psicología que hacen una justa apología de la soledad, porque la mayoría se escandaliza mientras señala al solitario como un individuo con una especie de discapacidad. Muchas personas solitarias, han superado la necesidad de lazos con congéneres. Son seres completos, no tienen una media naranja perdida cuya búsqueda le ofrezca una respuesta incipiente al interrogante máximo ¿qué sentido tiene la vida?

La mortalidad

Y la otra cosa a la que la sociedad le tiene tanto miedo, es la muerte. Todo ser humano parece estar resguardado en su vida bien construida sobre ilusiones con tal de no pensar en la muerte. Es paradójico, porque la muerte es lo único seguro que hay en la vida, más no lo es ninguna de las otras cosas con que quieren llenarla: placer, dinero, éxito, amor... Todos parecen correr en círculos con las manos en la cabeza ante la idea de morir, y se tragan entero todo el discurso de la superación personal: el mito del Yo, todopoderoso, como otra incipiente respuesta al interrogante máximo - ¿qué sentido tiene la vida? – para una de dos cosas: como hace tantísima gente que por convención y tabú permanece anónima, pues no ser exitoso es una especie de crimen. Dos: tener éxito o creer tenerlo, o ser feliz o creer serlo y sumarse al ejército de divulgadores de que es posible y que quien no lo acepte y luego logre, es una especie de minusválido mental. Un ejemplo de esto es la acepción general para el significado de la juventud, llena de argumentos que, aunque ilógicos, son útiles para aminorar el miedo a la vejez. La definición de envejecimiento en los seres humanos es, como en todas la especies que envejecen de manera equivalente; la pérdida de probabilidades de supervivencia del individuo. Pero ser joven y ser viejo, está definido culturalmente por un sinfín de prejuicios por los que, todo mundo se proclama 'joven' ya que ser 'viejo' es considerado algo negativo.

El sentido de la vida

El Vivir cada día como si fuera el último es una filosofía infatuada por el público creyente en el mito del Yo, todopoderoso, ya que en la búsqueda frenética de alejar el espectro de la mortalidad y la soledad, se han hecho sagradas muchas actividades que proveen la ilusión de liberación pero que en realidad aprisionan más aún el ser.

Sagrado: Que merece un respeto excepcional y no puede ser ofendido.

Por ejemplo el consumo de alcohol, está ligado voluntariamente por las personas a su libertad, junto con las demás y más fuertes sustancias psicoactivas. El alcohol es sagrado, y lo son los rituales, sitios y fechas para consumirlo. Se le rinde culto y se le hace respetar, como dios del descanso y el esparcimiento, cuando en realidad no pasa de ser una pobre ilusión de la libertad desaparecida.

La promiscuidad también es sagrada, cuando lo que debería ser sagrado es el sexo. Pero tal parece que la sexualidad es lo más profano que hay, y considerarse a sí mismo y a los demás como un objeto de satisfacción, sí es un derecho incuestionable y sagrado.

La congregación en cualquiera de sus formas le proporciona a los individuos otra forma de vivir con sentido' y por ello, dicha congregación es convertida en sagrada. Las hay con pretexto religioso: en iglesias u otras agrupaciones cuyos nombres varían de eufemismo en eufemismo, intentando escapar de posibles clasificaciones intelectuales. Por ejemplo, los Cristianos dicen que ser Cristiano no es una religión sino un estilo de vida. Las hay de pretexto político: todo cisma partidizo al que se adhieren unos y otros por la misma motivación inconsciente: no quedarse relegados ni solos. Las hay de corte, diría 'deportivo', pero por el trato que le dan sus grupos, resultan más religiosas que la misma religión: las hinchadas.

Darle sentido a la vida a través de los hijos

La sacralidad de la descendencia está en la cumbre de todo lo sagrado. Puede dudarse públicamente de la existencia del dios de cualquier religión, y no se tendrá un rechazo tan generalizado como si se argumentaran soluciones a la sobrepoblación. Ninguna posible respuesta al dilema de la existencia es más ampliamente aceptada ni defendida. Tener hijos resulta ser el sentido de la vida más fácil al qué echarle mano. El grueso de la población halla un sentido en sus propias vidas, en su descendencia. Pero esa es una posición egoísta de los padres, puesto que así, los padres usan a sus hijos para solucionar su propio dilema existencial, sin preocuparse lo mínimo por cómo solucionar el de sus hijos. Así, cuando estos hijos crecen, habiendo heredado ese vacío existencial, pues lo rellenan con sus propios hijos y así se ha disparado la tasa demográfica al punto que es predecible la guerra por alimento y agua en pocos siglos. Mientras tanto, los pobladores con vacíos existenciales congénitos sufren de depresión y cometen suicidio.

Hay una pequeña parte de la población que no se apega a este penoso perfil. Son las personas productos de embarazos, mucho más que deseados; PLANEADOS. Una persona que llegue al mundo por haber sido planeada por sus padres, tiene un sinfín de ventajas en la vida que otros si apenas pueden soñar con cordura. A ver:

Las personas que son capaces de planear a sus hijos, los son porque tienen ventajas culturales, entiéndase educación – no necesariamente de instituciones -, seguridad social y, no necesariamente riqueza, pero sí medios decentes y potenciales para criar hijos. Un niño que nace planeado, tiene la ventaja, inicialmente, que sus padres son cultos, y recibirá una educación adecuada – por eso insisto, no hablo de educación de instituciones -. Una segunda y no menos importante ventaja, es que un niño que haya sido planeado, no tendrá falencias graves, ya que sus necesidades básicas fueron cubiertas desde la planificación. También, tendrá, desde pequeño, su espacio, lo que beneficia el desarrollo de su identidad individual, su privacidad, sus pertenencias, y sobre todo, su RESPETO. Con esto, el chico planeado desarrollará desde muy niño su AMOR PROPIO. Ese es el único y legítimo origen de la autoestima, mientras que el mito del Yo, todopoderoso hace creer a la gente, no solo que puede sino que debe tener autoestima y luego de ello, una vida ideal.

Por el contrario, al resto de padres o padres potenciales, lo único que les queda es el derecho a procrear. No tienen el nivel cultural para ejecutar una planeación – y si lo tuvieran, decidirían NO tener hijos -, procrean solo porque tienen derecho a hacerlo, traen hijos al mundo para llenar su propio vacío existencial, y estos hijos crecen en medio de una batalla por la supervivencia, con identidades confusas, conflictos afectivos y un magnificado interrogante sobre la existencia. En el tercer mundo, ser producto de un accidente es la regla, y ser producto de un embarazo planeado, es la muy rara excepción.

La respuesta obligada

Una persona promedio, que viva, intuya que la vida no tiene sentido y le busque uno, practica varias de o todas estas actividades y lo que es peor, asume su sacralidad y la defiende. Quien no practique una o ninguna de estas actividades, es considerado en consecuencia a la filosofía de lo sagrado: como un profanador o un hereje. un alguien incompleto, digno de la lástima de los otros. Un ser al que se le califica con todo un abanico de adjetivos: asocial, solitario, solterón, amargado, y como lo expliqué líneas arriba: si es alguien de corta edad, se le culpa de ser alguien que no disfruta su juventud, y si es alguien de no tan corta edad , se le diagnostica vejez.

Ahora, para la psicología, que tristemente encaja en toda esta estructura de miedo a la muerte y a la soledad; la no práctica de actividades aceptadas como un sentido para la vida, es tomada como un síntoma de un grave problema en el individuo, y causa de todo posible mal. La solución propuesta para alguien que no hace algo: que lo empiece a hacer. Que salga, que haga amigos, que se una a grupos... así eso no constituya una respuesta existencial para él. Así, se ha ensamblado la creencia en una metafísica reforzada en la que pensar y actuar positivo llevan tu vida al bienestar sentimental, físico y lo más absurdo de todo: económico. Pero el pensar y actuar positivo llevan sin duda a un bienestar espiritual, que ya es mucho. Para complicar el enredo, ese actuar y pensar positivo, ha sido muy mal explicado y aceptado unívocamente como la solución a los problemas de la vida: el participar de esa filosofía infatuada vivir cada día como si fuera el último, gozar la vida. Si no, pregúntese si de una persona a la que le guste la soledad, el silencio, la quietud, que no pertenezca a organizaciones ni grupos; puede decirse que piense positivo. la respuesta de cualquiera, desgraciadamente, sería NO. Un evidente sesgo cognitivo, impuesto por el mito.

La gente ha asumido ingenuamente que todo se soluciona subiendo la autoestima. Si alguien declara sufrir, la única respuesta probable es, tal parece; que es por su propia culpa. Varios conceptos están tan bien constituidos como tótems que cualquier duda expresada alrededor de ellos genera rechazo. Cosas sagradas, al fin y al cabo. El miedo inconsciente y poderoso a la soledad y a la muerte ha llevado a eso.

Y, ni se diga del miedo cultural a la muerte que manifiestan los medios de comunicación. Se deleitan promoviendo la imagen del desvalido o desahuciado que lucha por sus sueños, así sea en sus últimos días de existencia. Lo ponen como ejemplo para los demás, echando más cemento de secado rápido sobre el modelo incuestionable de amor por la vida que es un eufemismo de miedo a la muerte. Es un tema muy común en centros religiosos y también donde se vende como pan caliente el discurso de superación. Personas con discapacidades u otra suerte de condiciones especiales que conquistan grandes logros y cuyas historias son propagadas eficientemente con el mensaje Si ellos pueden, ¿por qué tu no?. Son de la misma calaña de mensajes que te muestran la miseria de otros para que no te quejes. Es exactamente esa manipulación mediática que toma ventaja del miedo a la muerte para promover conformismo, lejos del peligro de pensar o cuestionar el mundo en que vivimos. El discurso de que hay gente en peores condiciones para que otros se sientan bien, es morboso y simplista, y sus seguidores son débiles de mente.

Otra faceta del miedo a la muerte muy bien disfrazado de amor por la vida y que se vende sin que ningún comprador cuestione, es la imagen que se ha erigido alrededor del fenómeno cultural de la depresión y el suicidio. El existencialismo en sí es un objeto obsoleto en la dinámica actual. Así como se le da trato de héroe y ejemplo a seguir a un enfermo terminal que lucha por la vida, a un deprimido o a un suicida se le da trato de hereje y criminal. Amar la vida es la onda, no amarla es un pecado. Pero existen ambos bandos de manera natural, y la constitución moral de la manada humana dijo cuál era bueno y bendito y cuál era malo y maldito. Llámese religión, psiquiatría, tradición oral, incluso publicidad. Pero todos apuntaron lo mismo, es el mito del Yo, todopoderoso. Hay que amar la vida (temer a la muerte) y amar a quienes la aman. Entonces, por la falacia lógica y colectiva de falsa dicotomía: amas a quienes aman la vida, luego odias a quienes no la aman.

Sentirse deprimido tiene un efecto secundario que radica en la base de la sociedad donde vive el deprimido, más no en la misma depresión. Es irónico, porque justamente un efecto más de la depresión sobre la vida, es el rechazo de los demás. Tal parece que la regla general para responder a las inquietudes de un deprimido, es el regaño. Que yo sepa, la regaño-terapia no existe, aunque vivimos tiempos tan absurdos que bien podría surgir y resultar acreditada. Sucede que la respuesta típica a toda expresión existencial, se va por la misma línea: Sube esa autoestima, sal y conoce gente, búscate una vida, haz amigos, quiérete a ti mismo…. Ahí está pintado, otra vez, uno de los animales sagrados del mito: la autoestima. Nadie lo admite conscientemente, pero si una persona muestra indicios de timidez, sencillez o humildad, se considera automáticamente de baja autoestima. Esta elevación desproporcionada del concepto de la autoestima responde no más que a un intento desesperado de la escuela psicológica postmoderna que, como ciencia del siglo XXI, se siente responsable de arreglar los problemas que han aquejado a la sociedad reciente y que son de su competencia. Y el resultado de tanto afán y propaganda es que los individuos se quieran a sí mismos por receta y muchos no quieran mejorar como seres humanos. Un individuo promedio, cree que los demás individuos son los que tienen la obligación de aceptarle, y él mismo no tiene ninguna de cumplir requisitos para convivir o aportar. Él se cree perfecto y debido a eso se ama, en vez de buscar amarse por haber logrado ser mejor. O sea, todo mundo defiende su derecho a ser aguantado y lucha porque sus acciones sean justificadas, sean las que sean, por ese primero yo que la psicología estableció como principio. Y lo estableció solo por reemplazar rápidamente el anterior principio, primero el prójimo, y no quedarse como una ciencia vieja. Lo que en un tiempo fue el valor de la humildad, hoy es mala actitud. Añadan a esto otra vaca sagrada de la vida de hoy en día: La Tolerancia.

La perspectiva psicológica en la vida está tan bien sentada en un trono indubitable que nadie, - exceptuándome, claro y a algunos artistas anarquistas-; duda de ella. Se ha constituido en una religión.

El pecado de estar deprimido

Suponga que alguien tiene un muy mal día y todos los males que estaban comprimidos en su alma, explotan. Estado de depresión y desesperanza total. Pero con un poco de alientos todavía, se arrastra la persona para buscar una luz. No recurre a sus pocos amigos porque ha asimilado tanta de la psicología de vanguardia que cree que puede ser una persona tóxica. Pero hay opciones: el diluvio de información en Internet.

Primer recurso: La Fé. Todo lo que hay son citas bíblicas, no hay un solo artículo escrito por nadie desde su punto de vista personal o su experiencia. Probablemente sí hay quienes los escriban, pero estos textos deben ser censurados de manera fantasma. Nadie que diga “sí, la vida es dura y hemos hecho del mundo una feo lugar, pero Dios me ofreció una respuesta”. Todo lo que se encuentra es un directorio de citas bíblicas que, quien las cita, da por sentado que contiene uno o varios mensajes, clarísimos solo para gente como ellos, privilegiada, elegida, o con un don de superioridad.

Segundo recurso: Literatura de autoayuda. Cuando se leen libros de autoayuda, lo que más se encuentra, son regaños. Le dicen al lector página tras página que está mal. El autor siempre compara al lector con pacientes suyos que él mismo ve con desdén. La posición del autor de un libro de autoayuda es “He conocido a muchos que están mal, y voy a guiar a otros a que se ayuden convenciéndolos de que también están mal”. Así que la solución, la supuesta ayuda siempre está en uno mismo: el culpable de su propia desdicha. En los libros de autoayuda nunca se encuentra manera alguna de ayudarse. La expectativa de alguien que abre un libro de autoayuda, es encontrar desahogo, no regaños y mucho menos que le digan que tiene la culpa de sus propios males. Espera encontrar compañía, no rechazo. ¿Por qué a ninguna persona deprimida le dan la razón cuando dice que la vida no tiene sentido? Pues, porque es un pecado social. Hay que amar la vida y aceptarla, se supone. No hacerlo es una herejía. Los libros de autoayuda parecen tener como objetivo guiar a la gente a que se adapte a un mundo que es duro e injusto, puesto que cambiar lo duro e injusto que es el mundo ya es imposible. Lo que ocurre con la literatura de autoayuda es análogo a esto: Un libro que se titula “10 cosas que hacen los ricos que los pobres no saben”, francamente, el que se interese en ese libro es en verdad pobre.

No obstante, en otras letras está el buscado desahogo, el entendimiento que anhela un desesperado, un poco de luz, y curiosamente no es nada que haya sido escrito hace menos de 70 años. Krishnamutri, Kierkegaard, Nietzsche, Fromm. Ciencias sociales de verdad, no como ahora, a inicios del siglo XXI, cuando a cualquier palabra se le pone el sufijo logía y ya es tratada como una ciencia respetable. Es como si los estudiosos tuvieran más afán de publicar y generar un efecto dramático en el competitivo torrente de información que de hacer un aporte a la biblioteca de conocimiento humano.

Tercer recurso: Grupos de apoyo. Llegué a ver un post de una persona que se desahogaba contando que su vida no tenía sentido y pretendía acabar con ella, pues lo que más había hecho era cuidar enfermos sin que fuera su deseo ni decisión. Si con lo poco que contó ahí, es imposible juzgarle, con lo poco que cito yo aquí, sí que menos. Pero aun así todo mundo se lanzó a aventarle frases de cajón, como que la vida es un regalo, que no le pertenece, que el suicidio es una solución definitiva a un problema temporal, que era más valiente hacerle frente a la vida que salir corriendo y cuanta frase prefabricada y multiusos había disponible. Otra vez, en otro foro, un chico contaba que quería terminar con su vida porque no era atractivo para las mujeres y estaba harto de vivir así, viendo como todo mundo ligaba y disfrutaba de la sexualidad excepto él. La discusión se redujo a una moralina feminista completamente desenfocada, fuera del desahogo que el chico quería. De manera similar, los grupos de apoyo son grupos de evangelización disfrazados. Al chico que cuidaba enfermos, alguien le contestó algo que es un ejemplo idóneo del mito del Yo, todopoderoso: que la solución estaba en su propia cabeza, pero que tenía que buscarla y actuar. Típico de la psicología contemporánea tan bien propagada por los medios, decir que todo es culpa tuya y que la solución está en ti mismo. Es de hecho una de las diez maneras de controlar al público, según Noam Chomsky: El refuerzo de la autoculpabilidad. Lo que te pase a ti es porque tú lo permitiste, fue tu responsabilidad, el sistema ni el mundo exterior tienen influencias significativas. Tú eres todo. Es muy latente en la tradición oral: El que es pobre es porque quiere, No existen cosas imposibles sino hombres incapaces, tú te pones tus límites, uno se hace su propio ambiente, etc.

Las grandes competencias deportivas cubiertas por medios de comunicación, ocurren casi todo el año, todos los años. Cuando emergen los vencedores, aparecen en los noticieros y siempre, siempre; sin excepción, dicen cosas como Esto demuestra que hacer realidad los sueños sí es posible, y el mensaje es enviado al público de esa manera. Pero casi nadie tiene la educación y/o la mentalidad para cuestionar, para dudar, para analizar el mensaje de acuerdo al contexto. A los perdedores también los entrevistan, pero ellos no tienen derecho a hablar de la victoria. O sea, no se piensa que para que haya un vencedor, este debe haber escalado hasta la cima de una pirámide hecha de perdedores, que es una persona sobre miles y miles. Pero es ella sola la que tiene la voz audible de decir cosas como los sueños son posibles si te esfuerzas. ¿Qué acaso quienes conforman esa gigantesca pirámide no se esforzaron? ¿Por qué deberíamos ser todos el número 1? ¿Sobre qué pirámide nos pararíamos si todos fuéramos campeones?

Esto pasa con artistas, deportistas y todo tipo de estrellas, personas con grandes logros de todo tipo. Salen diciendo que conquistar los sueños es posible, y claro; para ellos lo fue. El mensaje es sagrado y unívoco pero terriblemente dañino para la sociedad, pues siendo pragmáticos, no todo mundo puede ser todas las cosas que quería cuando chico, pero le hacen creer que sí, y las pirámides sólo tienen un ápice. Solo uno. El resto, entonces ¿debería vivir con vergüenza?

Pues bien, lo que le contestaron a este chico en el foro fue si un hombre cree que vino al mundo a sufrir, verá sufrimiento cada día de su vida. Es la falacia sobre la que se funda toda la psicología moderna. Mírate primero a ti mismo, el origen de todo lo bueno y lo malo, el Yo, todopoderoso. Pero, hay dos afirmaciones independientes en cuestión:

A: Un hombre sufre cada día

B: Un hombre cree que vino al mundo a sufrir.

¿Quién puede afirmar y demostrar que es A luego B o B luego A? ¿Por qué la psicología se funda solo en B luego A? ¿Qué hace que A luego B no sea lógica? Pues nada. A luego B es tan lógica como la otra. Un hombre puede sufrir cada día y por ello llegar a pensar que vino al mundo a sufrir. Lo que pasa es que vivimos en un modelo de pensamiento en que es inconcebible pensar en la responsabilidad del sistema y proponer algo tan simple como la vida es dura. Cuando alguien se atreve a manifestarlo, no obtiene sino regaños de gente con la conducta bien programada a pensar positivamente, por receta.

La doctrina del Yo, todopoderoso

Este fenómeno del Yo todopoderoso, encaja en la teoría epistemológica de las crisis: Un modo de conocimiento va haciendo ciclos a lo largo de la historia y va pasando del ying al yang una y otra vez, lo que Kuhn llamó Ciencia Normal, en la que, lo que creemos saber de la vida, dura un tiempo en vigencia, luego entra en crisis, sobreviene una revolución epistemológica y se repite el ciclo. Pero estos ciclos durarían tanto que una vida humana, ni siquiera varias generaciones podrían ser conscientes de ello. Solo un estudioso muy imparcial podría sospecharlo. Hubo una época para el existencialismo, para autores malditos, y ahora vivimos la del Yo, todopoderoso. De igual manera, otras crisis se cotejan en este mismo período histórico, el que el feminismo esté logrando que ser hombre ya casi sea un crimen, que los estudiantes tengan autoridad sobre tutores o los sospechosos sobre al policía, que los derechos sean para proteger criminales... y, el mito del Yo, todopoderoso; que establece nada menos que cada individuo es único culpable de su propio sufrimiento.

Tras escribir en Google “La vida es injusta”, esperando echar luces sobre la idea a partir de la posición de otros, el primer resultado fue un artículo titulado “El complejo de víctima”. Es evidente el sesgo que existe al respecto.

Bajo la doctrina del Yo todopoderoso, expresar ciertos pensamientos, tener determinados comportamientos o tener ciertas condiciones, es digno de castigo, y el castigo frecuentemente es el rechazo o aislamiento. Si se insinúa que la vida es dura, si se cuestiona la existencia, si no se está todo el tiempo feliz, o si se cuestiona a la especie humana. De hecho, se ha condenado tácitamente las personalidades melancólicas y se ha bendecido a las sanguíneas. Cualquier prueba piscotécnica para aspirar a un puesto de trabajo es prueba de ello. Es promovida la alegría por decreto y oprimida la tristeza. La tristeza es el pecado moderno, igual que el gusto por la soledad, el silencio o la tranquilidad. La timidez es tratada como una enfermedad atroz contra la que luchan encarnizadamente en los colegios, porque la persona tímida no es considerada una persona productiva en el mercado. La humildad es considerada falta de autoestima, por no autoelogiarse en público o no creerse el mejor en todo. Se dice que la pobreza es mental y que el que es pobre, es porque quiere, insinuando cínicamente que el modelo económico y el medio de producción no tienen nada que ver con la miseria. Se profesa hipócritamente que uno se hace su propio ambiente, porque el único ambiente admisible es la socialización y las manifestaciones estándar de bienestar y alegría. Se le dice a las personas que no cumplieron con el decreto de tener una pareja, que son inseguras y/o no tienen autoestima, en vez de admitir la verdadera naturaleza humana, orgullosa, interesada y egoísta. A quien se le ocurra manifestar frustración en cualquier medida, se le culpa por su escasa lucha, debilidad, falta de potencial, espíritu emprendedor y sobre todo, por su falta de actitud positiva.

La desmotivación total existe y culpar al desmotivado es un acto cobarde y convenientemente segregacionista. Como en toda ideología de control, el rechazo y la exclusión de los individuos no representantes, provee seguridad y garantiza la preservación de la ideología. Las muchas, muchísimas personas que llegan a aceptar la culpa impuesta por el mito del Yo todopoderoso; sobre la no conquista del éxito, el no hacer sus sueños realidad o el no conquistar a la persona de sus sueños, sin importar cuánto hayan luchado, enferman de depresión o bien, abren lo ojos.

Como la gente no acepta que los productos autoestima, tolerancia, éxito, actitud positiva y superación, por más bellamente enfrascados, etiquetados y propagados que estén; no son un tratamiento para el bienestar de la gente sino para el bienestar del sistema, pues podría llevarse a cabo una migración al sistema, a la mayoría creyente, una conversión a la religión del Yo todopoderoso. Pero no pueden hacerlo aquellos sobre quienes no pudieron ser sembrados los fundamentos del mito: El miedo a la muerte y a la soledad.

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