Yo no sé, pero en esta vida de lucha uno se acostumbra a oír toda clase de cosas sobre nosotros, nuestras acciones y nuestros sueños. Y al hablar de nosotros me refiero a los revolucionarios, a esos especímenes humanos que al decir del Che Guevara, sentimos en lo más profundo del alma una injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo. Se nos señala e infama de tal modo que al final nada consigue impresionarnos.
Pero hay ocasiones en las que la afrenta es muy grande y sentimos que debemos responderla. Confieso que de entrada me produjo verdadera indignación el artículo titulado En La Habana nadie llora a Fidel, escrito por el editor de Las2Orillas, Iván Gallo, y publicado en ese portal hace unos días. Sentí que no había derecho a tanta suciedad presentada con brillo de diamante. Por eso me atreví a enviarle un mensaje interno por twitter en el que le expresaba lo siguiente:
Con todo el respeto que usted pueda merecer, me permito decirle que su nota acerca de que en La Habana nadie llora a Fidel es una completa falsedad de comienzo a fin. Dudo que hubiera estado en La Habana, pues seguramente hubiera sido testigo de la multitudinaria procesión de cubanas y cubanos el 2 de enero, en la Plaza de la Revolución, frente al mausoleo de José Martí, al grito de Somos Fidel. La efervescencia de ese pueblo por la revolución no parece inspirarle a Usted el menor comentario, pero en cambio negarla y reemplazarla por lo que escribe resulta vergonzoso. Puede disentirse de algo o alguien, lo entiendo y acepto, pero lo que no puede es faltarse a la verdad de un modo tan descarado. Disculpe, pero tenía que expresárselo. Por eso es que este mundo y nuestro país andan como andan.
Como era apenas lógico, no obtuve ninguna respuesta. En realidad tampoco la esperaba, sólo intentaba dejar expresa constancia de mi inconformidad. Precisamente en el perfil mío de facebook había publicado un video artesanal sobre la marcha del 2 de enero en La Habana, tomado por mí desde la tribuna del Memorial José Martí, en el que aparecían unas tomas de la impresionante multitud que con la pancarta Somos Fidel al frente, desfiló durante una hora frente a la tribuna histórica de la revolución cubana. La había acompañado con este comentario:
Tienen que ser muy ignorantes u obrar con una mala fe rayana en la perversidad, aquellos que como el ex Presidente Uribe se atreven a hablar en términos de dictadura oprobiosa y pueblo oprimido con relación a Cuba y su revolución heroica. La marea humana de millones de cubanos que respaldan su gobierno y su proyecto socialista es de tal magnitud, que los ojos se aguan y los sentimientos de admiración y respeto palpitan con intensidad dentro del pecho. No se necesita ser comunista para verlo y reconocerlo. Basta con ser honesto…
Como se comprenderá, lo que me irritó del artículo en mención fue la falta de honestidad de su autor. Sostenía sin otra prueba que su imaginación, que los dos millones de cubanos, a los que calificó como deprimidos, acalorados y hambrientos, que desfilaron ante el monumento de Martí y el eterno Raúl Castro, levantaban sin ganas su mano para saludar, reprimiendo un grito que les quedó para siempre adentro, que estaban hartos de los 58 años de revolución, que hubieran querido celebrar la muerte del tirano.
¿Qué mueve a alguien a describir ante todo su país, de esa manera, un acto público de tales proporciones? Lo que cualquier observador objetivo hubiera descrito, era una marea humana de proporciones alucinantes, con los brazos en alto y agitando en sus manos banderas, pancartas, fotografías, consignas, que marchaba gritando vivas emocionados a Fidel, a Raúl, a su revolución, a su patria y jurándolas defender al precio de su propia vida. Que proclamaba incesantemente, en un coro ensordecedor de voces, Somos Fidel, Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá.
Leyendo la nota de Iván Gallo se deduce que a juicio de él todo eso era una farsa, un montaje publicitario ordenado por una dictadura, porque lo verdaderamente cierto, lo que él percibió en La Habana, hablando en voz baja con uno u otro paseante callejero, fue todo lo contrario, la gente, como suele decirse para atribuir a los demás algo que no es más que un deseo íntimo, lo que dice es que hay miseria, hambre, escasez, hastío de un régimen oprobioso.
Pero es que Iván Gallo es un demócrata, un hombre sin las pasiones del uribismo, al que no cuesta reconocer que la revolución dio al pueblo cubano educación y salud de calidad, al tiempo que lo llenó de valores innegables como la solidaridad y la honestidad. Que reconoce en Fidel, acaso con Bolívar, al hombre más grande que ha dado el continente, aunque echara discursos de ocho horas y posara de sabiondo. ¿Por qué entonces no tiene derecho a decir que todo eso tan bello se está deteriorando y corre el peligro de venirse abajo por culpa de los Castro?
¿Que esa culpa es tan grande o más que la que tiene el bloqueo? El cómodo estilo de quedar bien con todo el mundo, sin defender en últimas una posición personal, aunque inclinándose siempre al final por las conveniencias del poderoso. Es que, ¿a quién queda bien salir en defensa de la revolución cubana, de sus líderes y los méritos de su pueblo? Todavía se admite reconocer algunos méritos del pasado, pero trasladar la solidaridad al presente, nunca. Hasta los amigos se burlarían de uno. Sumarse en cambio al tropel arrollador del poder puede incluso generar dividendos.
Hay que caerle a Cuba y aplastarla, por ser un país pobre y atrasado. Muchísimo peor que Colombia, aunque nunca se registren masacres ni asesinatos de opositores políticos o dirigentes sociales, aunque nunca se sucedan escándalos por corrupción como los de Obedrecht o Reficar, aunque nunca se produzcan casos como los de Yuliana, o las despiadadas golpizas de la policía contra la gente inconforme. Aunque nunca se presenten en ella atrocidades como la Operación Orión, o Presidentes mafiosos y criminales como Uribe convertidos en personajes del día.
Lo primero que le pregunta a uno cualquier cubano cuando lo saluda a diario es cómo va el proceso de paz en Colombia y cuándo terminará por fin su pesadilla. Y se alegran enormemente cuando escuchan las buenas noticias. De qué modo aman y respetan a nuestro país. Ojalá los colombianos fuéramos parecidos. Fui testigo del entusiasmo con que trabajadores, estudiantes y habitantes de los barrios de La Habana lo preparaban todo para la marcha del 2. Y luego de cómo expresaban su alegría y su orgullo por lo que califican de fiesta, cada marcha realizada.
Y eso que ya no está el Comandante, comentaba una habanera con quien hablé al respecto. Cuando él dirigía el país la cosa era muchísimo más grande aún, me aseguró enseguida. Sus ojos se le llenaron de lágrimas inmediatamente, del mismo modo que los de todo cubano o cubana que se refiere a la muerte del Jefe. Su mirada se dirige inmediatamente al piso y uno percibe la amargura infinita que los inunda.
Durante los 9 días del luto por Fidel desfilaron día y noche ante sus restos millones de cubanos compungidos. Y en el homenaje que se le rindió en La Habana se congregó la mayor multitud de la historia de Cuba. Esas cosas jamás las ve la prensa colombiana, y lo que es peor, los portales independientes que posan de informar libremente, ni siquiera sus editores.
La Habana, 14 de enero de 2017.