Inició el dos mil diez y siete (2017). Los deseos son muchos: las gentes que creen y, ocurre creer, desean un año feliz. ¿Quién no? El año que acabó tuvo muchas aristas de conveniencia, otras de realidad para todos; conveniencia, pues algunos factores de poder, de decisión, actuaron al servicio propio, no del Estado; pero otros, de realidad, como la interesante culminación de la internacionalización de Colombia.
Sin duda, también existen tonos entre lo conveniente y lo real, como el caso del Acuerdo ‘Final’ de Paz con la guerrilla de las Farc-EP; es, sin duda, una combinación, agridulce —si se quiere—, pues deseando la paz, ella supuestamente se alcanza, con muchos interrogantes, especialmente en legitimidad y, desde luego, en justicia: senderos demasiado complejos; cambios innecesarios, arrogantes; desestructuración de la institucionalidad; en fin, compleja situación. Además, como se diría ‘(…) y el rancho ardiendo (…)’: una implementación por vía rápida que, no por ser rápida es necesariamente criticable, sino, además, por impedir la discusión.
Quedamos atrapados por el final del año pasado, al que se agrega una reforma tributaria que no resuelve, ni va a resolver el déficit fiscal; con una campaña anticorrupción que son noticias, hallazgos … ojalá, con buen final, obvio a favor del Estado y, no de los corruptos; con un país adolorido por la muerte de la pequeña de siete años, a quien no nombraré, pues es solo un ejemplo de la sociedad, como dijimos “mórbida”.
Y, allí quedamos; llegaron las fiestas; el Congreso también tuvo la propia, interpretando lo que la Corte Constitucional trató de decir y, la verdad, no supo o no pudo definir, el Congreso de Unidad Nacional, decíamos, con la golosina de una supuesta postura que nadie entendió, pero que todos desean aplicar —bajo el expediente de la urgente implementación— así sea por la interpretación de la interpretación, se consolida un verdadero galimatías.. Allí quedamos, atrapados en ese marasmo.
Entró el nuevo año: de aquí en adelante no será otra cosa; los mismos debates interminables: la eutanasia, el aborto, los derechos de la diversidad sexual, la cadena perpetua para perpetradores de menores; una saga, unos distractores. Veamos: el derecho a morir es un derecho regulado; la suspensión de la gestación en los tres casos admisibles de siempre, provoca una colisión de derechos atendible; la diversidad seguirá su curso, hasta el límite de la composición del tejido social; la cadena perpetua para los perpetradores que, en verdad, ya existe, no permite que se piense ni por equivocación en la observación fuerte a la sociedad, por la víctima futura, como ya se planteó; y, así, así, pasará este, que debe ser feliz…. año; y, además, por la potísima razón de que se inicia a mitad de año, la campaña presidencial y, ahí quedaremos.
No creen ustedes, que con lo que quedó pendiente al final
del año pasado,
¿es suficiente para servir de trampolín y así pasar directamente
al dos mil diez y ocho?
No creen ustedes, señoras y señores, que con lo que quedó pendiente al final del año pasado y que, aceptemos, nos atrapó, ¿es suficiente para servir de trampolín y así pasar directamente al dos mil diez y ocho?
Me explico: un trampolín, un artefacto utilizado para que, sin pasar por el lugar o por el tiempo, se pueda dar un gran salto y así, ¿quien lo usa mejora su posición? Es pues, la estrategia política del mañana; entre saga y saga, discusiones interminables de lo resulto y, al final el que salta y gana.
