Era el proyecto estrella del primer gobierno de Juan Manuel Santos. La ministra de educación María Fernanda Campo se había recorrido el país de la mano de su viceministro Javier Botero Álvarez intentando convencer de las bondades de la Ley 30, una reforma educativa inspirada en Chile, que le abría las puertas al capital privado para instalarse en la universidad pública.
Sin ser una experta Campos, quien contaba con todo el respaldo presidencial con una cercanía a la Primera dama a prueba de fuego, se aprendió un libreto con el que se creía iba a ser recordada en el sector educativo. Pero un muchacho tolimense de 25 años le aguó la fiesta. Se trataba de Jairo Rivera, el mismo que reapareció este 14 de diciembre de melena alevosa, mochila terciada y el inocultable entusiasmo de haber sido uno de los líderes escogidos por las Farc para representarlos en el Congreso con voz pero sin voto.
Rivera llegó a Bogotá en el 2006 a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional. Tenía veinte años y ya había militado en la Juventud Comunista en Ibagué. En la Nacional pronto se hizo notar por su poder de convocatoria. Empezó con iniciativas lúdicas como conformar el equipo de fútbol llamado El combo de Stalin, integrado por estudiantes de humanidades, o el Cine club a caballo en donde pasaban todos los clásicos del cine político, de Costa Gavras a Kean Loach. Pronto fue elegido representante estudiantil de la Universidad Nacional en la Federación de Estudiantes Universitarios y llegó su prueba de fuego como líder cuando convocó, junto con David Flórez, a la primera marcha contra la Ley 30: la reforma a la educación superior el 7 de abril del 2011.
El tono de la protesta era distinto. Allí estaban las consignas, las pancartas, la misma lista de mártires. Pero también había abrazatones, besatones, y hasta una marcha de las antorchas pactada el 3 de noviembre que le hizo acordar la que convocó Jorge Eliecer Gaitán setenta años atrás: había nacido la Mesa Amplia nacional estudiantil, la Mane.
Las protestas se multiplicaron en las universidades del país al ritmo de las convocatorias de la Ministra e incluso de discursos presidenciales en defensa de la reforma. Los estudiantes apretaron durante todo ese 2011 mientras el gobierno los retó adelantándose a radicarla el Congreso, segura la Ministra de que la mayorías de la coalición de gobierno la sacarían adelante. Pero la tenacidad de Rivera y los líderes del Mane pudo más y Maria Fernanda Cabal el 11 de noviembre se vio avocada a retirarla del trámite legislativo.
Aunque la Ley se reversó, el movimiento estudiantil no logró el objetivo final que unía la Mane: una educación superior gratuita y de calidad para todos los colombianos.
El ímpetu de Jairo Rivera llegó lejos y a sus treinta años es el más joven de los seis líderes escogidos por las Farc para representarlos en el Congreso con voz pero sin voto, en desarrollo de los Acuerdos de La Habana. Pero en el fondo el joven provinciano sigue siendo el mismo que anima las fiestas con su guitarra con las canciones de Inti Illimani, Silvio Rodriguez y Carlos Mejía Godoy. Alguna vez pensó que podía ser un cantante de música folclórica que llenara placitas en pueblos de los Andes. Las angustias políticas no ahogaron del todo su amor por la música que sólo se puede comparar por el fervor que le despiertan las novelas de Goncharov, a la Guerra y la Paz de Tolstoi y los versos diabólicos de Baudelaire en Las flores del mal que piensa no olvidar frente al desafío que tiene por delante que lo pondrá a trasnochar leyendo proyectos de ley que desarrollen sin distorsiones lo firmado entre el gobierno Santos y las Farc el 24 de noviembre en el Teatro Colón. .