En un país asesino los muertos no se lloran, se transforman en insumos para restregarle a Santos que con las Farc no se negocia sino que se deben mandar directamente a la silla eléctrica por violadores de niños (¿?), por ateos, por comunistas. En un país asesino nadie piensa que diariamente son violadas 21 niñas, que hay 18 000 casos como el de Yuliana Samboní durmiendo el sueño de los justos en la Fiscalía. No, los intereses políticos, la polarización y la sed de sangre no deja pensar.
Por eso una multitud provista de botellas y palos, se aprestó en el triste atardecer del martes seis de diciembre frente a la Clínica Navarra para practicar el deporte nacional: hacer justicia por mano propia. Nada nos extasía más que el señalamiento público y el linchamiento, nada nos hace sentir más machos, más justos, más hijueputas. Yo estuve ahí y vi a mujeres histéricas esperando un descuido de la policía para asestarle una puñalada a Uribe Noguera.
La deplorable justicia colombiana —este es el tercer país más impune del mundo— impulsa el espíritu paramilitar que estuvo a punto de convertir en presidente a Carlos Castaño. La ausencia de un verdadero humanismo en nuestros salones de clase hace que el colombiano promedio convierta sus perfiles de Facebook en patíbulos donde se ejecuta cada minuto al vecino, al novio, a la madre, al presidente y, sobre todo, a las Farc. La aberrante violación y posterior asesinato de Yuliana Samboní exacerbó aún más a las pirañas del No. En una rocambolesca asociación de ideas el uribismo —compuesto en su mayoría por la turba asesina que disfruta con una corrida de toros, con las cabalgatas, con monseñor Ordóñez, que cree fervientemente en la familia, el matrimonio y otras perversiones— ha equiparado al Secretariado de las Farc con Garavito, Uribe Noguera y otros violadores de niños. En los memes que he leído y que presento a continuación se dice, sin ahondar demasiado en el tema —igual el uribista promedio aborrece la lectura— que la cadena perpetua, la inyección letal, la silla eléctrica son poco para el Monstruo de la Javeriana y para Timochenko. Además, el insulto salpica a todo aquel mamerto subversivo que cometa el pecado de conocer la historia del conflicto colombiano y se niegue a ver a las Farc solo como un grupo narcoterrorista.
Las críticas al dolor que sentía Colombia ante lo que había pasado con Yuliana rebosaron cualquier sentido de decencia como sucedió con un tuitero popular llamado O. Bula Escobar:
Colombia es tierra fértil para sembrar las técnicas goebbelianas, Uribe lo sabe y por eso, entre lunes y martes llenó su twitter con memes alusivos a los abusos de menores por parte de las Farc.
¿No es bajo, rastrero, tratar de sacarle provecho político a la violación, la tortura y el asesinato de una niña? ¿No merecemos desaparecer como país al no levantarnos indignados contra una ideología política que tiene como estandarte el odio, el resentimiento y la venganza? No nos levantamos porque nosotros somos pabloescobaristas radicales, aspirantes a mafiosos, a mochacabezas. No nos levantamos porque nosotros no somos Yuliana, ni Rosa Elvira, nosotros somos Uribe.
Por eso cientos de personas se pararon frente a la Clínica Navarra con palos larguísimos con los que querían atravesar de lado a lado a Rafael Uribe Noguera, querían arrastrar su cadáver por toda la autopista norte como alguna vez llevaron el de Roa Sierra por la Séptima, deshilachado, destruido, escupido. Linchamiento y después misa y silencio.
El debate que se da en redes sociales, salvo contadas excepciones, no plantea evitar las violaciones, los abusos, el exterminio sistemático que históricamente ha sufrido la mujer en este país de aguardienteros y bazuqueros. No, lo único que se propone es despellejar vivo al violador, atravesarlo con un palo de lado a lado y dejarlo podrir en la Plaza de Bolívar al lado del cadáver sin ojos de Timochenko.
La modernidad nunca pasó por este páramo.