Existen seres multifacéticos que buscan rastros en la memoria, en la geografía, en los componentes raciales, en el horizonte urbano. Luis Carlos Tovar es uno de ellos. Nació en Bogotá en 1979, como hijo de artistas, continuó su mundo cotidiano de la expresión plástica como camino para entender los acontecimientos. Ahora tiene una exposición en la galería de Beatriz Esguerra donde busca una narrativa de la historia de la memoria de un colegio Distrital de Bogotá General Santander, que fue fundado en 1935 y cerrado en el 2008. En los tableros viejos, busca el imaginario colectivo de una educación. Reconoce las huellas y la geografía de un lugar abandonado pero que fue habitado por niños y jóvenes que pasaron por ese obligatorio lugar para hacer parte de la sociedad.
Como importa el valor del acto cotidiano, los muchos alumnos de algunos 33 años, nadie en sus fotos y en su video tiene representación. Todos son parte de las generaciones que recibieron una educación que hace parte de nuestra Colombia desmembrada. Mal que bien, y cómo dicen los tableros, estuvieron bajo los mismos términos de repetir infinitamente una frase de los castigos en una enorme plana donde se repite la oración de la falta. La caligrafía en tiza es interesante porque hace del alfabeto una letra urbana con textura y lo contextualiza dentro de un orden educativo.
¿Desde dónde y hacia dónde? Es una dinámica que se establece entre los centros de poder y las periferias. La tipologización, el acto de extraer una forma de expresión, es una nueva manera de percibir un mundo en constante mutación; es una nueva manera artística a nuevas demandas espirituales. Una nueva interpretación a la resignificaión de lo ya existente que, significa adjudicarle una nueva interpretación a esa categoría estática de la conveniencia. El epicentro de la ley no perdona cambio alguno y, cuando lo deciden terminar, su destino es el destierro de la memoria. A eso apuntan los tableros viejos de la institución educativa General Santander. A su decadencia arquitectónica y el olvido social de su labor y a la distancia de la memoria.
“Nombrar, significar y hacer” son los mandamientos convocatorios de la línea de acción de este joven artista. Por obvias razones tiene varias líneas de acción que, no son lineales en su lectura: el tiempo y la identidad como es el caso del colegio distrital es uno de sus puntos pero, también le interesa el cambio del horizonte urbano a través del sincretismo de las sillas Rimax o de las autogeografías de la región del Magdalena: de sus costas, de sus gentes o de la explotación minera.
