Los seres humanos tenemos mala memoria. En política esto más que enfermedad es síntoma de buena salud. Para ser un buen político nada más importante que auto contagiarse de alhzheimer . Por esto es que pasa lo que pasa entre todos los políticos: pasa tanto que no pasa nada. Un día, el afortunado para uno, es el día de la buena memoria y de las alianzas para todos los que quieren que el día también sea bueno para ellos. Pero llega el día malo, a todos nos llega tarde que temprano, entonces todos todo lo olvidan, y viene la desbandada y, con ésta, lo peor, la deslealtad, que es exactamente lo que molesta. No hay nada que más lastime, nada que más maltrate, nada que más mas humille a un ser humano, que la deslealtad que es lo único, junto con la deshonestidad y la memoria, que se necesita para salir del closet con la determinación de ser un buen político. Es por esto, que lo que pasa entre el Santos reeleccionista y el Uribe congresista, no va más allá que lo que pasa entre dos perros viejos que se la pasan echados ladrándose el uno al otro improperios y amenazas cuya carga emocional y política no tiene otro destino que divertir unas pocas veces y enredar las más de las veces una comunidad cada vez más confundida y perdida en la maraña de trincheras desde donde camuflados sus escuderos dan la pelea: unos, los uribistas, por controlar con sus mafias paramilitares el congreso, y otros, los santistas, por hacerse con la reelección y tratar de controlar el congreso ahora con el apoyo de las Farc.
Dos perros viejos ladrando
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