Durante la Segunda Guerra Mundial, no existía democracia en la Alemania Nazi ni en la Unión Soviética. Pero las pasiones, abundaban por montones tanto en Berlín como en Moscú.
El autoritarismo pasional convirtió las figuras de Hitler y Stalin en monumentos de veneración en la Europa de mediados del siglo XX. 70 años después, en Colombia, la figura mesiánica y post-apocalíptica del arriero omnipresente, insiste en permanecer por las malas, más que en el imaginario colectivo de la gente, en las casas del pueblo, al lado del cuadro del Corazón de Jesús.
En Colombia, toda persona mayor de edad puede participar en política. Y cómo no hacerlo en este país, en donde cajitas de lechona alimentan el rato y ponen votos, y en donde fusiles, matan, y también ponen votos. Eso, para un futuro autoritario, es el camino más fácil y democrático para llegar al poder.
A poco menos de un año para las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2014, la cosa política se mueve. Y se mueve tanto, que los partidos políticos no parecen grupos participativos o sociales, sino que se han convertido en perfectos maniquíes maleables en vitrinas de pasarela. Ni hablar del Uribismo.
Pese a recordar la fatídica historia de dictadores genocidas de hace 70 años, el movimiento Uribe Centro Democrático despliega sus negras alas para volar sobre lo que ellos piensan como la salvación democrática de la patria. Y ellos “iluminados en los soles de Faruk” construyen la idea del superhombre, un ser alumbrado por la virgen santísima, por el padre Marianito y próximamente por el Procurador Ordóñez, que será capaz de devolverle a Colombia la seguridad democrática, que ha perdido por culpa de los comunistas, Venezuela y los diálogos en La Habana.
Nada mejor que un patrón, como en el ámbito montañero latinoamericano se refieren al duro, al señor mandamás de las planicies y las montañas, al de Urabá y al de El Ubérrimo. El señor de las sombras —porque todo fue a sus espaldas, por algo los Generales (r) Santoyo y Buitrago eran jefes de guardaespaldas— es un apasionado por los valores democráticos, como tanto pregona en sus discursos.
Para hablar de discursos y pasiones, nada mejor que Hitler. Desde este referente, se puede entender el pragmatismo del culebrero paisa que encarna Uribe. Para hablar de acérrimo autoritarismo, nada mejor que Stalin. Desde este referente, el despotismo de Uribe para mandar a la guerra a miles y millones de humanos en una ofensiva personal e interesada al capital, así como lo hacía el Kremlin para defender a la madre patria Rusia. Hoy lo hace la ferviente y sumisa hija de la madre patria española, Colombia.
La “justicia” en apasionados regímenes autoritarios es considerada enemiga de la patria, es una venganza criminal. Por esto es justo interceptar líneas, no calientes, pero sí que transmitan un alto contenido de enemistad para con los valores democráticos y cristianos.
Del Puro Centro Democrático al Uribe Centro Democrático, existe un solo cambio gramatical, pero miles de muertos. Es por eso, que la pureza del Centro Democrático radica en el individuo, porque este peculiar movimiento tiene todo lo que se necesita para ser precandidato al Congreso y a la Presidencia: decenas de investigados, prófugos y encarcelados. Pero tienen al hombre. Álvaro Uribe Vélez, un apasionado autoritario, que hará primordial su amor e interés por la patria, que la perpetuidad en el poder.