Radamel Falcao se ha roto tres veces las rodillas. La primera vez fue cuando recién debutó en River a los 19 años. Después fue en el 2007 cuando ya era ídolo del club millonario. La más dramática fue la de enero del 2014, la que lo marginó del Mundial, la que casi lo saca del fútbol profesional. Fue un drama. Radamel se mató en el gimnasio para estar listo y jugar en Brasil. Forzar los tiempos lo llevó a que sus piernas se plagaran de desgarros, a no rendir lo que se esperaba en el Manchester, a decepcionar a los hinchas del Chelsea, a quedarse casi sin equipo en el verano pasado, rebajar en un cincuenta por ciento su salario para poder jugar en el Mónaco. Y allí, volvió a lesionarse dos veces antes de rebelarse y mostrar, con 10 goles en dos semanas, que sigue siendo un Tigre que se repone a todo.
Del otro lado está James, el llorón, el que se creía que por haber rendido muy bien en su temporada debut tenía derecho a ganar lo mismo que su compañero Cristiano Ronaldo y, al no acceder a sus exigencias, se dio el lujo de llegar cinco días tarde a la pretemporada 2015-2016 ganándose la inquina de su técnico Rafael Benitez, fastidio que le tiene Zidane y que se ha ganado en toda la directiva del club que vio con muy malos ojos sus salidas a discotecas, su indisciplina en las charlas tácticas y los berrinches que monta su mamá, Doña Pilar, porque el niño no es titular. Con toda la clase que tiene James Rodríguez es una verdadera lástima que no tenga el compromiso para cumplir lo que se empezó a esperar de él hace dos años: que fuera el mejor del planeta.
En la Selección los dos se rompen el lomo. Falcao es el máximo goleador de la historia y James coronó una actuación espectacular en el mundial pasado y en éste eliminatoria fue vital para el empate en Santiago, la victoria en La Paz y el triunfo contra Venezuela. El problema es que últimamente, ante los grandes, James parece arrugarse y evidenciado una falta de coraje considerable.
Hoy va a ser un día de fiesta, nuestros dos más grandes futbolistas de la historia vuelven a coincidir en el campo de juego, algo que no pasaba hace años. El uno llega renacido, con el aura de ídolo que siempre lo ha acompañado en su casa, Barranquilla. El otro llega con dudas, siempre suplente en el Madrid, pensando acaso en el último peinado, en las nuevas exigencias que le hará al grupo.
Falcao es un guerrero que suple sus falencias técnicas y su fragilidad con coraje: James no puede tener a veces la hombría necesaria que le exige su talento inagotable. Ojalá los dos se conecten y saquemos los seis puntos de esta duras dos fechas de eliminatoria.
