Cuando apenas seca la tinta de las columnas de opinión sobre las implicaciones geopolíticas del triunfo del polémico Donald Trump, los seguidores de la abatida causa demócrata escudriñan en la historia en el afán de encontrar, siquiera un paralelismo, un referente para contrastar lo que puede venir frente a una manera de hacer la cosas el estilo del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Entre el desfile de nombres polémicos que instalaron su foto en the Oval Office con el inolvidable Nixon y su dimisión del cargo- confesión televisiva incluida, se advierte un nombre menos publicitado y cuya historia apenas trascendió, quizá porque el periodo en que gobernó fue de positiva reacción económica para los americanos, a tal punto que está documentada como los felices años veinte.
Se trata de Warren Harding ( periodo: 1921-1923), quien llegó a la nominación de su partido con un discurso mesurado que le valió la validación por la convención republicana que lo eligió como la encarnación de la tranquilidad que deberían tener los americanos, tras la primera guerra mundial, estuvo lejos de ser ese gobernante apacible y protagonizó dos episodios que pueden darnos contexto en momentos que se exacerban los ánimos ante la compleja personalidad del señor Trump.
El primer caso estuvo asociado a indebidos manejos gubernamentales para beneficiar a sus amigos de Ohío, sector de donde era oriundo. Albert Fall, paisano de Harding, escudero y secretario de Interior, había logrado con la mediación del presidente que el manejo de las reservas de petróleo que la Marina tenía para sus buques en California y Wyomin pasaran a su control.
Aprovechando ese rol de tutor de las reservas, aun cuando su departamento era de asuntos políticos y no de manejo de recursos como el crudo, Fall habría beneficiado con el arrendamiento de los campos de reservas en Elk Hills y Teapot Dome, a precios muy bajos a dos compañías petrolíferas de allegados a su núcleo familiar. Las investigaciones de Teapod Dome, así se denominó el asunto, llevaron a Fall a prisión, pues se estableció un injustificado enriquecimiento, mientras que el nombre del presidente Harding apenas llegó tímidamente al Washington Times, impreso del magnate de la prensa William Randolp Heartz.
Líos de faldas
Capítulo aparte eran las versiones de los amores que presuntamente sostenía el presidente nacido Bloomin Grove. Los buenos indicadores de la economía americana, fortalecida en buena medida por los recursos procedentes de las deudas que Europa había adquirido con la gran nación del norte durante la primer guerra mundial, eclipsaba los versiones sobre el comportamiento non sancto de un moderado y devocional presidente que profesaba la religión bautista.
Fue hasta que Nan Britton, una joven 31 años menor que el mandatario, reveló su secreto y apasionado romance con Harding. En medio de los estridentes bailes de jazz, se colaban los rumores de los escarceos presidenciales .El establecimiento, el sentido americanista de familia, terminó por condenar a Britton, quien asediada por los señalamientos prostituta y mentirosa, decidió publicar su historia, nada menos que el primer thriller de connotación sexual con el hombre más importante del país como protagonista.
En The President´s Daugther, Nan revela, tres años después de la muerte del presidente, detalles de los encuentros amorosos que para la época fueron considerados pornográficos, por lo que el libro fue proscrito y su distribución se realizó con sigilo, casi bajo un esquema de clandestinidad. La América de los años veinte apenas aceptó la versión, a pesar del sentido testimonio de Nan quien reveló que el fruto de su affaire con el presidente tenía nombre propio: Elizabeth Ann Blaesing.
Tardaron noventa años, agosto de 2015, para que mediante prueba de ADN, los herederos de Harding, especialmente Peter su sobrino nieto, logrará mediante prueba de adn confirmar la versión de Nan Britton. Efectivamente la genética confirmó que Elizabeth era hija del vigésimo noveno presidente de los Estados Unidos.
Como telón de fondo de presidentes de personalidades complejas, está la posición anti inmigración que Warren defendió con la imposición de medidas talanquera, para evitar el arribo especialmente de europeos que en tiempos de postguerra veían una alternativa de vida en el territorio de los Estados Unidos con sus vientos de cambio y una aparente economía en crecimiento, fenómeno que sólo fue un espejismo de diez años: en 1929 se inician los aciagos tiempos de la gran depresión.