Crónica de un mes de movilizaciones por la paz
“Nada pasa en este mundo que tenga efectos de largo plazo sin una gran movilización social”
¡País de mierda!, ¡Me voy del país!, fueron algunos de los gritos que se mezclaron con llanto, rabia y tristeza frente a las pantallas con los últimos reportes de la Registraduría Nacional del pasado 2 de octubre en Colombia.
Por un estrecho margen de 0, 43 por ciento, Colombia decidía no apoyar el Acuerdo Final para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera. Las llamadas y correos de amigos del mundo entero no se hicieron esperar con las mismas preguntas difícil de responder: ¿Por qué quieren seguir viviendo en guerra?
Ese mismo día y al día siguiente periodistas y amigos desde muchos países nos preguntaban lo mismo: ¿Qué les pasó? Algunas primeras reflexiones: que nos enfrentamos con mentiras simples frente a una verdad compleja de explicar; que ganamos en las redes sociales, pero nos derrotaron en las urnas; que algunas iglesias y canales de televisión se prestaron para una propaganda del miedo y la discriminación; que los de la campaña del sí no fueron acertivos o que algunos votos le cobraron al presidente todas las facturas: desde los reclamantes de la aplicación de la vacuna contra el papiloma humano en Montes de María hasta los críticos de la megaminería y de los excesos del ESMAD.
Casi a media noche, el padre Francisco De Roux nos envió un mensaje a los activistas de la paz reunidos en la Redprodepaz, a los de la campaña Paz Querida y a los de la campaña Por una Paz Completa alentándonos a continuar trabajando más que nunca por la humanización de Colombia y, como un premio de consolación y un verdadero padre, nos habló con Pacho Maturana en tiempos de derrota: “perder es ganar un poco”. Y, a regañadientes como hijos rebeldes, al otro día tuvimos que admitir que así fue.
El mismo 3 de octubre, la sociedad civil se movilizó impulsada por los más jóvenes. Literalmente salió a la calle y frente al monumento del Almirante José Prudencio Padilla López, en el Parkway del barrio La Soledad, se realizó la primera Asamblea debilitaría de ciudadanos PazALaCalle. Justo ahí frente al prócer del Caribe que había sido ejecutado precisamente un 2 de octubre de 1828 por órdenes del libertador Simón Bolívar, injustamente acusado de traición y vinculado con la llamada Conspiración Septembrina. Así, como la metáfora de un país que constata sus Cien años de soledad.
A la intemperie de ese lunes en Bogotá, los estudiantes tomaron su voz para deliberar alrededor de un círculo con tres líneas en su interior formando con velas encendidas al mejor estilo de los jóvenes que en los años 60 convocaron el símbolo de la paz.
Mientras tanto, la Universidad Nacional de Colombia llenó el auditorio del edificio de postgrados de Ciencias Humanas con una decena de académicos conversando sobre ¿qué nos pasó? Con un análisis exprés, increíblemente lleno de pasión y agilidad mental, frente a un público esencialmente joven y estudiantil.
También ese mismo 3 de octubre, las plataformas Común Acuerdo y Paz Completa convocaron a las organizaciones y movimientos sociales a una reunión de articulación para “insistir y persistir, sin negar el análisis de lo sucedido, para seguir construyendo juntos”. Así, más de 200 representantes se dieron cita a primera hora en el piso 34 del Club de Ejecutivos el 5 de octubre activando toda su disposición para seguir trabajando por la paz.
Desde ese mismo miércoles 5 de octubre hasta hoy, la Plaza de Bolívar ha sido ocupada por la imaginación y las movilizaciones ciudadanas: la marcha del silencio, la marcha de las flores, la movilización por las Víctimas de UP, y más de 200 personas duermen en 80 carpas en la Plaza de Bolívar en el Campamento por la Paz. El mensaje es el mismo: llamado a un Acuerdo Ya y solicitud al Gobierno y a los promotores del 'NO' para que lleguen a un consenso para salvar los acuerdos con las Farc.
Esta semana empezó con la siembra de árboles formando la palabra Acuerdo bajo el impulso del artista Felipe Arturo Pérez conformando un gran jardín en la Plaza de Bolívar. Muchos artistas han ocupado la Plaza como el enorme manto de 11 mil metros de telas blancas de la obra “Sumando Ausencias” de Doris Salcedo que contó con la participación de los estudiantes de artes de la Universidad Nacional y otros voluntarios que escribieron con ceniza 2.200 nombres de víctimas de la violencia. Así también Cesar López y otros músicos animando el campamento, el profesor Moncayo o también conocido como el caminante de la paz, la embajada alemana y hasta el propio presidente de la república han visitado a los manifestantes con su voz de aliento. Además, esta iniciativa se ha extendido a campamentos en Mocoa, Arauca, Cali en los principales parques de estas ciudades.
Otras semillas parecen germinar como PazALaCalle -18, un colectivo de chicas y chicos de menos de 18 años que ya reclaman su ciudadanía participando en la apuesta por la paz y valorando los gestos políticos como antecedente fundamental de una transformación electoral.
Convocadas por estudiantes, indígenas y campesinos, incluso con participación de buena parte del 63 por ciento de los abstencionistas, así como con el liderazgo de organizaciones de trayectoria en la construcción de paz en los territorios, en todo el país, así como en varias ciudades del mundo se han realizado acciones ciudadanas en los principales espacios públicos en un clamor polifónico por la paz.
En Oslo el científico Rodolfo Llinás cuando se encontró por casualidad con los manifestantes en Noruega y no pudo menos que acompañarlos. Claro está que el 29 de octubre también salió a la calle la movilización de los del NO que, si bien fue lánguida y poco concurrida con menos de mil personas, no por eso volverá a subestimarse.
Aquí estamos de nuevo demostrando ser el país más feliz del mundo quizá solamente por renacer de cada frustración o por resistir con el único aliento que nos da sentirnos unidos por una esperanza que ya a nadie le cabe duda que está minada de incertidumbres.
Este fenómeno político y sociológico se ha comparado con la primavera árabe, los Indignados y con otras manifestaciones. Javier Moncayo, director del Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, así lo analiza: “Este es un momento histórico, único, no volveremos a tener uno igual. Se trata de un esfuerzo colectivo inmenso por erradicar el uso de las armas para dirimir nuestras diferencias. Todos los colombianos debemos estar de pie apoyando el proceso, exigiendo que no haya posibilidad de dar un paso atrás porque no podemos volver a la guerra. La sociedad civil asume su protagonismo como ciudadanos y ciudadanas equivalente al que asumió la ciudadanía alemana cuando cayó el muro de Berlín en 1989 o los ciudadanos de Tunez, Egipto y otros países cuando iniciaron una era de transformación en el mundo árabe. Nada pasa en este mundo que tenga efectos de largo plazo sin una gran movilización social”.
Por si fuera poco, le fue otorgado el premio Nobel de Paz a Juan Manuel Santos y en estos días lo vimos tomando su tacita de té con los monarcas ingleses quizá pasando juntos la Brexit-plebistusa o simplemente haciendo proyecciones de cooperación neoliberal.
También se anunció -aunque sin concretarse aún- el inicio de conversaciones del gobierno nacional con el ELN para una paz completa.
Hasta los periodistas han salido a la calle a cubrir noticias, a observar y escuchar a la gente como ya hace rato no lo hacían e incluso la Radio Nacional emitió fuera de la cabina en el campamento por la paz al parecer también despertando de un letargo.
Algunas colombianas como la radialista comunitaria Deisy de la Roche, del colectivo de comunicación “El Colibrí” falleció a sus 90 años en Bogotá después de dar el sí en su último sufragio en su natal Popayán y murió convencida de que Colombia había dado un giro hacia la paz; durante este mes también murió Ivette Altamar, destacada consultora en temas de desarrollo regional y posconflicto, que falleció a los pocos días del plebiscito después de una severa baja de defensas que probablemente tenga alguna relación con los resultados.
Una montaña de rusa de emociones que han combinado lo mejor de lo que somos: esa capacidad de resiliencia para sobreponernos a las crisis y esa habilidad para calmar las tusas con buen caldito y sentimiento colectivo que ha sido tan bien aprovechada por diseñadores de memes y humoristas.
No solo por las calles, también por los ríos se marcha por la paz
Desde el río Magdalena, escenario donde se arrojaron muchos cuerpos que enlutaron su cauce, los habitantes de municipios vecinos de Cundinamarca, Boyacá, Antioquia y Caldas realizaron la Marcha de las Canoas convocada por el Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, en articulación con la Mesa de Víctimas.
La Marcha de las Canoas fue una movilización poética de los pobladores ribereños para clamar por la paz territorial y exigir Acuerdo Ya. De un lado, los pescadores de distintos asentamientos por la vía fluvial expresaron que el río Magdalena sea hoy y para siempre un cauce de vida, que nunca más vuelvan a descender por sus aguas los cuerpos mutilados de las víctimas de este conflicto armado. Y, por otro lado, los caminantes acompañando a la Chiva del Congal, una comunidad paradigmática por haber sido desplazada y que ahora ha regresado a reconstruir sus fincas y sus casas con el apoyo de distintas instancias públicas, privadas y comunitarias del nivel nacional y regional.
Encabezada por una lancha de dos banderas: la de Colombia y otra blanca enarbolada por un niño de unos 7 años, una veintena de embarcaciones salió al caer la tarde en dirección al Puerto de las Lanchas donde se ubica el monumento a las víctimas.
Elizabeth Cañola, gerente de la Corporación Institucional Pesquera Agroindustrial Ambiental, fue de las primeras en embarcarse junto a sus compañeros de organización. Ella como muchos pescadores engalanaron sus embarcaciones con globos, camisetas, franelas y banderas blancas, portando antorchas de luz como símbolo de vida.
Silenciosos y solo animados por las notas musicales de dos jóvenes con un redoblante y una lira, sin arengas ni consignas, exigieron la implementación de los acuerdos firmados en La Habana entre el Gobierno y las Farc.
Las víctimas de esta región como en todo el país han expresado su anhelo por la paz y la reconciliación portando pancartas y dando ejemplo de sus reservas éticas para una sociedad que necesita hacer memoria de su dolor, pero también rescatar su historia con visión de futuro.
Tal y como lo ha expresado el politólogo Jorge Mario Medellín: “la Marcha de Las Canoas como todas las que se han realizado en Colombia y el mundo han demostrado la confianza que los colombianos tienen en la movilización social en su apuesta por construir un país diferente desde los ciudadanos de a pie; salir y tomarse el río es un acto simbólico que representa la necesidad de rodear a todos los territorios en su anhelo de paz y la experiencia que tienen los Programas de Desarrollo y Paz que suman 26 en el país demuestra la capacidad para generar ese esfuerzo colectivo para hacer realidad ese deseo”.
No obstante, Silvio Zuluaga, director del Programa de Paz y Competitividad de la Universidad Autónoma de Manizales, advierte sobre la vulnerabilidad de la movilización social al paso del tiempo: “las marchas son importantes en tanto expresión del pueblo sobre sus inquietudes y sueños. Lo preocupante es que estas manifestaciones tienden a agotarse y opacarse poco a poco, por ello la urgencia de llegar a un pronto acuerdo”.
Mónica Valdés - Red Prodepaz