Álvaro Uribe y su habilidad para entender el alma colombiana

Álvaro Uribe y su habilidad para entender el alma colombiana

El triunfo del No al Plebiscito confirmó su capacidad para interpretar al país profundo que se construyó sobre la fe religiosa, la familia, el odio y la venganza

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octubre 23, 2016
Álvaro Uribe y su habilidad para entender el alma colombiana

El siglo XXI en Colombia es marca Uribe, tanto que se podría decir que vivimos en Uribelombia. Los colombianos estamos “secuestrados” por sus saberes, prácticas, valores y decisiones, ya que no podemos hacer nada, ni ejercer nuestra libertad sin su santísima voluntad. Su palabra es verdad para más de 6 millones de votantes de las clases cómodas, las masas evangélicas y las elites católicas, los empresarios del para qué cambiar si así me va muy bien, los medios como RCN y Caracol TV, los periodistas del clic rápido y el escándalo sin investigación, los jóvenes cínicos… y muchos más. Y esa palabra, también, domina las agendas, sentires y pensares de los que no creen en el evangelio de la muerte, el odio, la mentira y la venganza según el mesías Álvaro Uribe Vélez. Los medios, los periodistas y sus fieles todavía lo llaman Presidente. Todos hablamos como feligreses o ateos de lo que ÉL dice o hace, estamos “secuestrados” de su Verbo y sus Verdades y sus Victorias. En conclusión, Uribe es un “terrorista”. Y lo es porque un terrorista es el que usa todas las formas de lucha contra las instituciones democráticas y la vida en paz.

Él, Álvaro Uribe Vélez es un gran político. Tal vez, el mejor de la historia colombiana. Y lo es por muchas razones, entre ellas, dos son las más importantes: sabe leer, comprender, explicar y seducir en clave de pueblo (¡y eso hace el político!) y sabe leer que somos una sociedad donde la desigualdad social es la segunda de América Latina: luego, ÉL va a defender a los pobres frente a los ricos.

En una patria donde las elites políticas, empresariales, culturales y mediáticas poco se interesan por el pueblo porque los de abajo ni siquiera molestan, obedecen; ÉL se viste de campesino y se hace el patrón que sabe de los dolores de la lejanía y va a defender y luchar por esa clase rural (que no social) olvidada.

En una nación que se construyó con base en la fe religiosa, la familia, el odio y la venganza, mientras en Bogotá andan en discursos de derechos humanos, ciudadanías activas y la diversidad cultural; ÉL interpreta esa fe, esa salvación del pueblo, de la familia y de dios que se quiere destruir con las políticas de género y sexualidades nuevas, y asume como propia el mandato del pueblo: vengar al pueblo y castigar a los villanos.

Parece de caricatura, pero no lo es. La política en Colombia se puede comprender mejor desde la telenovela y el melodrama que desde las ciencias políticas o los discursos democráticos. Uribe es el galán que salva con amor y valentía a un pueblo equivocado. El melodrama, afirma Carlos Monsiváis, es el molde sobre el que se imprime la conciencia de América Latina. La aceptación de la pobreza “estructural”, una singular visión de la democracia, la ingesta cotidiana de violencia y hasta las ideas de lo nacional se elaboraron con los gestos y estallidos propios de la telenovela.

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Uribe es político porque está en su vida. Desde sus estudios en bachillerato y universidad manifestó su habilidad y pasión por el estar en público. Fue gobernador, senador, presidente, primero en ser reelegido y ahora senador y jefe de la oposición. Cuando se usaban los partidos fue del partido liberal. En el siglo XXI es sólo él: el caudillo, el populista, el jefe. Fue elegido dos veces por firmas y con un apoyo multipartidista. Creó el partido de la U (por Unidad, pero por Uribe) y no perteneció a él. Ahora creó el partido Centro Democrático pero por necesidad para entrar al Congreso; ÉL es el partido, los demás obedecen. Cuando perdió el poder fue una real oposición al gobierno Santos y rompió el establishment colombiano y llevó a la polarización. Ha vivido para la política, tiene el chip o ADN de la política.

Es decir que no tiene más que la patria, la seguridad, la familia. Sus motivos para estar en la política son claros y convincentes. Su pensar, su actuar y su ética son conocidos: las FARC le mataron a su padre, y él quiere venganza; Santos lo traicionó al optar por la paz, y la deslealtad (un valor premoderno y mafioso) es la peor acción hacia un patrón; Él había sido designado como el mejor presidente y el mejor colombiano de la historia gracias a su seguridad democrática del matar. En el 2016, el plebiscito por la paz lo iba a dejar fuera de la foto más importante de la historia y no lo permitió.

Tiene legitimidad y credibilidad basadas en sus gobiernos (2002-2006 y 2006-2010). No importa que los escándalos de corrupción, contra los Derechos Humanos y la decencia política lo acompañen: fue el jefe de la parapolítica y se le asigna liderazgo en la banda paramilitar de los 12 apóstoles (que incluye a su hermano Santiago Uribe Vélez); fue quien diseñó las “falsos positivos” o desaparición de jóvenes pobres  inocentes pero presentados como guerrilleros muertos en combate;  persiguió a los periodistas, la justicia y el periodismo con interceptaciones ilegales llamadas las “chuzadas”; compró su reelección con presupuesto del Estado en una noticia que se llamó la “yidispolítica”; premió a los gamonales y terratenientes del campo con subsidios estatales denominados “agro ingreso seguro”; sus hijos se convirtieron en los empresarios de más rápido crecimiento económico. Además, entregó la biodiversidad a las transnacionales; privatizó la empresa de petróleos Ecopetrol y de telecomunicaciones Telecom; realizó una reforma del régimen de pensiones y laboral en contra de los trabajadores; la salud se convirtió en botín de la corrupción; conquistó con amiguismo los órganos de control institucional como la Procuraduría y la Fiscalía; premió a más amigos con la feria de notarías y la creación de zonas francas de comercio; desplazó campesinos con su política de crear agroindustria y  palmicultura.

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Reinó con base en la inconstitucionalidad, la ilegalidad, la indolencia con los pobres y la persecución a los defensores de derechos humanos. Y nada le afectó, ni afecta en su amor popular. Ni su figura política, ni su rating disminuyen. Puede que sus colaboradores estén huyendo del país o en la cárcel, eso no oscurece su imagen de líder, tampoco disminuye su ascendencia en los medios de comunicación y sus feligreses. Para bien o para mal, y su voz es necesaria en todos los procesos políticos del país. Él está por encima de las instituciones ya que “secuestró” toda la discusión política y la toma de decisiones del país.

EL PAÍS DEL NO LLAMADO COLOMBIA. Colombia en tiempos de Uribe se divide en dos: los que están con él y los que están contra él. Ningún político le puede hacer sombra sin recibir su furia, ningún colombiano puede pensar o idear por fuera de su figura e ideas. Su figura es tan potente que todavía lo llaman “presidente”.  El país del poder (empresarios, medios, políticos) se dividió en dos, el consenso se rompió, la polarización entre Uribe y los demás reina como un síndrome que impide la convivencia democrática.

La batalla política de Uribe es entorno a la paz. Hay dos modelos: el uribista que consiste en matar a todos los guerrilleros o buscar su rendición incondicional, o el santista que es llegar a un Acuerdo de paz. Santos apostó por el Acuerdo con la guerrilla durante 4 años (2012-2016) y Uribe atacó los diálogos, el Acuerdo antes de firmarse, lo invitaron a participar y no quiso, y una vez con el Acuerdo firmado, jugó a romperlo y ganó. El 2 de octubre cuando si ganaba el SI a los Acuerdos Uribe quedaba con un lugar menor en la historia, logró oponerse con el NO y volver a ser la palabra que decide a Colombia.

Ahora, el Acuerdo y el país político están otra vez “secuestrado” por Uribe. Todos a la espera de lo que diga o no diga, proponga o no. Y no dice nada, solo que hay que tener paciencia y que hay que renegociar el Acuerdo.

LA COLOMBIA LOCA. Una vez que ganó el NO al Acuerdo de paz por sólo 0,5%, llegó la Colombia loca, en la que Uribe es rey. En esta semana de octubre del 2016, se soñó la paz, ganó la guerra y amenazó el huracán Matthew. Pero el huracán grado 5 fue Uribe. “Colombia: ¡una semana de infarto!” tituló la revista Semana, la de las elites en Colombia, y afirmó que “en menos de cuatro días el país del Sagrado Corazón pasa de un huracán y la incertidumbre del plebiscito a la euforia por la Selección Colombia y un histórico Nobel de paz”. Y aunque los jóvenes, los abstencionistas (63%) y los que votaron por el NO y por el SÍ en Colombia digan que no “hacen política”, lo cierto es que todo es político, hasta el fútbol.

El domingo 2 de octubre ganó el NO y la incertidumbre se tomó a Colombia. El presidente Santos, la guerrilla de las FARC, los empresarios, las elites y hasta Pacho Santos, miembro del Centro Democrático con poca incidencia en las decisiones de Uribe, dijeron que había que crear Unidad.

El lunes 3, la sociedad amaneció deprimida, ni los del NO lo podían creer. Uribe y los del NO, seguían con su bandera de decir NO a todo. Uribe en la mañana prometió NO reunirse con el presidente Santos. Pero nombró una comisión con sus tres precandidatos a la presidencia (Zuluaga, Trujillo y Duque) para el diálogo entre el NO y el SÍ. El gobierno, también, nombró a tres dialogantes (De la Calle, Holguín y Villegas) Nació algo de esperanza que hizo pasar de la frustración del plebiscito a la posibilidad de un diálogo nacional. Reinaba la zozobra.

El martes 4, el país presenció lo imposible: se anunció que el presidente Santos se reuniría con Uribe. Los jóvenes invitaban a una marcha por la paz desde el silencio.  El proceso de Paz y el Acuerdo de La Habana podían ganar “toda” la legitimidad de las fuerzas políticas con la participación de Uribe y los jóvenes marchantes. Algo de optimismo apareció.

El miércoles 5, Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe volvían a hablar. La reunión duró 4 horas y 51 minutos.  Uribe habló, nada propuso y todo fue frialdad. Por su parte los jóvenes (muchos de los abstencionistas arrepentidos) marcharon en todo el país exigiendo ¡Acuerdo ya! En Bogotá y Colombia se hizo la marcha más bella de la historia: de blanco, en silencio, diversa y con alegría. El interlocutor de la marcha era Uribe. La pregunta fue si Uribe la vio y la oiría. Y parece que NO (la palabra preferida de ÉL).

El jueves 6, el gerente de la campaña del NO, Vélez Uribe (alterego de Uribe Vélez) confesó con orgullo que la estrategia había sido engañar, confundir y manipular y que había sido un éxito. Y mostró con vanidad que Davivienda y Seguros Bolívar, Mango, RCN y Heinecken habían patrocinado el NO.  Esta confesión generó escándalo porque demostró como los argumentos de Uribe habían sido fundados en la mentira y la desinformación. Se dejó en claro que las verdades de Uribe, son mentiras. El gerente fue desmentido, otra mentira, por Uribe. Vélez Uribe renunció al partido y muchos copartidarios pidieron expulsarlo por haber contado la verdad. Este escandalito estuvo de más ya que toda campaña política tiene un poco o mucho de eso: mentiras, desinformación, seducción emocional, táctica diversificada por público. La paradoja fue que el éxito de la estrategia de campaña (ganar con el NO) se convirtió en fracaso porque develó las mentiras permanentes de Uribe. Ese mismo jueves, Colombia ganó en el último minuto un partido de fútbol contra Paraguay, y hubo fiesta y nadie se acordó del escándalo. Hubo comunicado serio, coherente y propositivo desde La Habana de parte de la guerrilla y el gobierno, pero nadie se enteró. Todos seguíamos a la espera de las propuestas de Uribe, que tampoco llegaron.

El viernes 7, amanecimos con el Premio Nobel de Paz para el presidente Santos. Y se pensó lo peor. Este premio nobel era un golpe al ego de Uribe. Todos buscamos qué pensaba el líder. Y no pensó. Dijo lo mismo de siempre que el Acuerdo estaba mal.

El consorcio de periodismo de investigación CONNECTAS analizó el asunto desde las series de tevé y dijo que era como House of cards. Y en las redes se dijo que “Colombia es la mejor serie del año. Cada día parece final de temporada”. Y es que Uribe se mantiene diciendo NO, que ese Acuerdo NO, pero no nos dice cómo arreglarlo. Pasó una semana. Y “el secuestro” del país continúa, Uribe sigue en el NO. Finalmente, Uribe propuso una semana después sus 10 propuestas para renegociar el Acuerdo.

LA LIBERACIÓN DEL “SECUESTRADO”.  Para dejar de esperar a Uribe, debemos pensar como sociedad de hombres y mujeres libres. Y algo de eso hay. El país se activa y moviliza. Las redes muestran que, todavía, nos queda el humor. Los ricos tienen como capital el poder, los pobres el humor. En noticia falsa del Daily News se tituló: “Extra… Uribe pide al comité del Nobel que el fallo se renegocie”. Y con mucha conciencia fue éxito de redes eso de que “No sé si el Premio Nobel al Presidente Santos se lo otorgaron por los acuerdos con las FARC o por lidiar con el expresidente Uribe y sus secuaces”. Y la sabiduría popular afirmó: “Sexo sin amor, cerveza sin alcohol, café sin cafeína, leche sin lactosa, Nobel de Paz sin paz… quién entiende estos inventos modernos…” Y una conclusión de Patria: “Ironías de la vida, tenemos ahora dos premios Nobel en Colombia: uno de literatura en un país que no lee y uno de paz en un país que no perdona”. Se citó mucho una frase del escritor Fernando Vallejo que dice “la maldad de un ser humano debería medirse en “Uribes”.

Y al final, todos recordamos a García Márquez quien en Cien años de soledad escribió: “Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro y mantuviera a los habitantes de (Colombia) en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta dónde estaban los límites de la realidad”.

Y se fue a la calle en la manifestación más bella que se ha hecho en Colombia. Y seguiremos esperando a que Uribe nos diga cuanto hay que pagar por el rescate del país y por liberarlo de su ego.

Y… ¿LA CULTURA? El mundo anda mal, anda en las mismas: elites contentas porque les va bien así, la clase media en su facilismo fascista (para proteger sus pocos arribismos) y lo popular en su conservadurismo (por los miedos religiosos y de desconfianza en los futuros nunca cumplidos). Pasa en Brasil (el tumbar a Dilma para poner a Temer); Argentina (elegir a Macri); Inglaterra (Brexit); Colombia (ganar el NO) y puede pasar en Estados Unidos con Trump. Por eso, estos gobiernos expulsan de sus programas las palabras participación, ciudadanía, género y cultura. Por eso es que cada uno se mete en lo suyo y no le interesa nada de lo colectivo; cada uno en lo suyo y que se jodan los otros. Por eso es que estamos secuestrados por estos personajes. Y seguiremos esperando a Uribe.

La cultura en el proceso de paz y en el proceso del plebiscito no tuvo voz ni performance. Se anda en la idea de que la cultura es neutra, es leer libros, es hacer arte, es jugar a la neutralidad creativa. Ni el ministerio de cultura, ni las secretarías de cultura departamental y municipal, ni los artistas, ni los gestores se han tomado la sociedad.

¿Intelectuales? Tampoco hay. La cultura ha fallado en proveer de símbolo, rituales y fiesta a la sociedad. Lo grave es que fueron los jóvenes y los más ilustrados los que se abstuvieron; los mejor formados fueron los abstencionistas, los que creen que no hacen política, ni creen en la política cuando no-votar es muy político.

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Dicen que la Ministra de Cultura dijo que “no hay tiempo para eso del arte”. Y se olvida de que la cultura como dice Doris Sommer diluye autoritarismos, nos forma en la vulnerabilidad y nos lleva a admirar a los otros porque todos tenemos algo que aportar (¡esta es una apuesta anti-uribista!). La cultura nos sorprende porque es el uso intencional del pensar como libres, y por eso, citando a Kant, Sommer afirma que el asunto más humano es qué hacer con la libertad. Y eso que se hace con la libertad no se puede evaluar desde lo económico, lo moral, lo cognitivo, ni lo intelectual. La libertad se ejerce desde lo sentimental, en el juego de persuadir y dejarse persuadir, en el hablar con el otro. Uribe sabe de eso de lo sentimental, solo que no lo usa para construir hombres y mujeres libres, sino súbditas de su voz moral. La cultura puede y debe aportar a la paz jugando a inventarse algo diferente, sin huir del conflicto, pero permitiendo que algo nuevo sorprenda. Y esto es muy anti-uribista. Un modo de salir del “secuestro” en que nos tiene Uribe es pensando en libertad y jugando desde y en la cultura. Seguiremos esperando a la cultura.

FINALES. En el horizonte incierto se pueden adivinar tres posibilidades:

*Futuro express: Los dialogantes de Uribe presentan sus propuestas esta semana, el gobierno y la guerrilla reacomodan el Acuerdo y hay final feliz en menos de un mes. No parece ser posible por el anuncio de Uribe de que hay que tener paciencia.

*Futuro lento: Uribe alarga por un año para que sus candidatos-emisarios (Zuluaga, Trujillo y Duque) sean los “arregladores” de la paz y salga uno de ellos investido como el candidato del NO y el que hizo la paz posible. Un año más el país rehén de Uribe.

*Futuro trágico: Algo siniestro pasa, la guerrilla y el gobierno pierden la paciencia, y todo se va al carajo, y seguiremos en el país de la guerra que es el que más le gusta a Uribe

 

**Por: Omar Rincón - Publicado originalmente en Revista Anfibia 

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