Carlos Tévez estaba nervioso. Reaparecía con su equipo, el Boca Juniors, después de tres fechas de suspensión. Lo único que le podía calmar la ansiedad era que Yaca Stygguerth llegara a la concentración del equipo en el hotel Madero y le cortara el pelo. La cábala funcionó: Boca ganó 2 a 0 y Carlitos volvió a ser figura.
El peluquero preferido por los futbolistas argentinos llegó hace siete años a Buenos Aires con unos cuantos dólares en el bolsillo y con su nombre verdadero: Yonier Alexis Angulo Cuero. Había aprendido a cortar el pelo siendo un niño en Puerto Merizalde, el pequeño poblado del pacífico donde nació hace treinta años. Creció viendo los goles de Freddy Rincón, de Adolfo Valencia, de la primera generación dorada del fútbol colombiano y como las piernas no le daban supo que la única forma para estar cerca de sus ídolos era como periodista deportivo. Y lo intentó.
A los veinte años dejó pueblo para bucar estudios en Cali donde se matriculó en la Universidad Santiago de Cali. Duró poco porque sus propios profesores lo convencieron de viajar a la cuna de su profesión: Buenos Aires. En el 2011 empaco lo poco que tenía y viajó al Argentina. Nada le fue fácil. Dejaba atrás a su familia, a sus padres ya mayores y a su hijo a quien sostenía. Parar poder estudiar debería generar sus propios ingresos para sobrevivir en Buenos Aires y para enviar a Colombia. Lo único que sabía hacer, además de analizar partidos de fútbol, era cortar el pelo.
Durante los primeros seis meses no tuvo un solo cliente. Desesperanzado y en pleno invierno aceptó vender muebles en la calle para no morirse de hambre. Pensaba en devolverse para el Valle del Cauca cuando apareció el primero dispuesto a poner en sus manos su cabeza: un colombiano, amigo de Carlos Carbonero, el volante bogotano que desde el 2012 jugaba para Arsenal de Sarandí. Le dio el teléfono del futbolista y Yonier lo llamó una y otra vez hasta que lo convenció de dejar probar su mano y permitirle hacer un buen corte de pelo. El resultado fue tan exitoso que contagió de entusiasmo a Teófilo Gutierrez, ídolo de River Plate quien lo llamó para probar la máquina eléctrica de Yonier.
Y ocurrió el milagro. Yonier se convirtió en el peluquero de cabecera de jugadores como Walter Ervitti, Miguel Angel Borja, el mellizo Barros Schelotto, Frank Fabra y el mismo Carlos Tévez. Con los cincuenta mil pesos colombianos que Yaca cobra por cada corte ha ahorrado y ya tiene tres locales a los que bautizó Yaca Barbershop: uno está situado en Berazategui, otro en Quilmes y el más frecuentado de todos en pleno Microcentro, a tres cuadras del Obelisco en Buenos Aires. Es el lugar a donde llegan sus jugadores favoritos que cada tanto le llevan, como ofrenda, una camiseta autografiada que el enmarca en las paredes que paulatinamente se van transformando en un santuario futbolero.
A Yaca le va también que no sólo le alcanza para mandarle dinero a su familia en Puerto Merizalde sino que ya se inscribió en Tea y Deportea, una de las más prestigiosas escuelas de periodismo deportivo de la Argentina. Cada vez que uno de sus distinguidos clientes visitan la barbería éste aprovecha para hacerles una entrevista que sube semanalmente a su programa de youtube Al corte con Yaca.
Los futbolistas no sólo llaman a Yaca porque confían en sus manos sino porque se ha vuelto de buen aguero dejarse dibujar su cabeza por sus piruetas con la maquina eléctrica, tal como lo sucedió a Carlos Tévez en su partido de regreso. A su habilidad con las manos le suman el buen carácter del valluno: su desparpajo, la risa constante. Por esto los jugadores del Boca Juniors lo convirtieron a Yaca en un amuleto de la buena suerte.