Los predicadores del odio se sienten triunfales y han salido de sus cloacas a demostrar de lo que son capaces.
Hace más de 25 años le pedían a la sociedad espacios en los que pudieran participar y manifestarse. Se sentían perseguidos y segregados por una sociedad intolerante y apegada al dogma católico que imperaba en el país y que rechazaba la diferencia. La democracia les dio la oportunidad, les abrió los brazos y les dio la bienvenida. Los invitó a compartir sus inquietudes, a profesar su ideología libremente pero en el marco del respeto hacia los demás. El respeto a la diferencia.
La democracia les ha permitido crecer y alcanzar gran relevancia en la vida social, económica, política y social del país. Hoy, cegados por la arrogancia y la soberbia, se declaran vencedores en una contienda política en la que el pequeño triunfo del No, mismo que se debe, entre otras, fundamentalmente a la guerra sucia, al engaño, a la tergiversación, es tomado como propio y como señal de advertencia a quienes no asistimos en masa a sus templos a dejarle nuestro dinero a sus líderes espirituales para que vivan en medio de la opulencia, la arrogancia, el lujo y la hipocresía.
Hoy ese pequeño triunfo les da el valor para salir de sus cloacas a predicar su mensaje de odio, de intolerancia, de sectarismo, de discriminación, de lapidación, de condena, de rechazo. Hoy salen a amenazar, a declarar una guerra contra quienes pensamos diferente, o mejor, contra quienes pensamos. Hoy más que una fuerza renovadora, son una amenaza que nos quiere llevar al oscurantismo de tiempos superados hace años por el constitucionalismo y el Derecho. Hoy no veo diferencia entre estos individuos y el Estado Islámico en Cercano oriente porque sus palabras demuestran a lo que pueden llegar con sus hechos.
Hoy que se han encumbrado gracias a las libertades que les dio la democracia y la constitución de 1991, su mensaje de odio quiere abolir esas libertades para quienes no creemos en un charlatán que aprovecha la contingencia para enriquecerse, llenar sus cuentas bancarias y aspirar a recaudar un caudal político que le permita llegar a cargos públicos en las próximas elecciones y desde allí imponer a la fuerza y usando el terror como arma sus propias convicciones.
Estoy seguro que ese no es el mensaje verdadero del cristo martirizado, esa es la interpretación acomodada de hombres llenos de odio, ambición, sed de poder y de dinero como el Alejandro Ortiz que se aprovechan de la ingenuidad y la buena voluntad de quienes depositan en tan mezquinos y execrables individuos sus deseos de una guía espiritual. No son guías espirituales, son belicistas mezquinos que unen fuerzas declarando un enemigo común a quien odiar y atacar.
Mientras Colombia buscaba la unión en torno al anhelo de paz y reconciliación, en las iglesias de garaje y en los ostentosos templos se predicaba el lenguaje del odio y de la infamia. Esa es la gran diferencia entre quienes leen un solo libro y quienes leen muchos.
Para finalizar me permito recordar las palabras del Honorable Ex Magistrado Carlos Gaviria Díaz “Lo que cada persona puede hacer es reclamar del Estado un ámbito de libertad que le permita vivir su vida moral plena, pero no exigirle que imponga a todos como deber jurídico lo que ella vive como obligación moral”.
