“El proyecto del alzamiento armado ha terminado”. El excomandante del ELN Francisco Galán lleva tiempo insistiendo en que es tiempo de paz, de negociación, de un nuevo proyecto político para el Ejército de Liberación Nacional del que fue portavoz entre 1998 y 2001 y guerrilla de la que fue “apartado” por haber iniciado conversaciones de paz con el Gobierno de Andrés Pastrana sin contar con el respaldo de la organización. No es el único que opinaba que este es tiempo de palabras y no de armas. Juan Carlos Cuellar, uno de los comandantes privados de libertad en la cárcel de Bellavista (Bello, Antioquia) y portavoz de los presos políticos, aseguraba hace pocos meses en el libro La guerra no es un relámpago (Icono, 2016):“Si hablamos de proceso de paz no es porque no creamos en la fuerza. Lo que queremos es pasar de la insurgencia guerrillera a la insurgencia popular. Ya no se trata de unos rebeldes locos que dicen: ‘Nosotros somos los que tenemos la iluminación’. Ahora debe ser un proceso de toda la sociedad”.
Lo que se ha anunciado hoy en Caracas, por tanto, es la constatación de los esfuerzos que el ELN lleva tiempo haciendo para lograr un acuerdo político con el Estado colombiano. Las negociaciones públicas arrancarán el lunes en Quito (Ecuador) con Cuba, Noruega, Chile, Venezuela, Brasil y Ecuador como países garantes y los tres últimos como sedes de las conversaciones.
Sectores importantes de la sociedad civil han empujado este proceso, articulados unos alrededor de la campaña “Por una paz completa” (@pazcompleta), u otros gestionando en cientos de reuniones el paso adelante del Gobierno y de la segunda guerrilla en peso del país, como el arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, que hace unos días ya anunciaba que “esta semana Colombia va tener una noticia muy definitiva. Ya hay un derrotero que puede crear un nuevo escenario, incluso, iluminar este bache que se creó con el triunfo del ‘No”.
Los diálogos públicos que comenzarán en Quito han estado antecedidos de meses de negociaciones secretas. Las esperanzas se dispararon el 30 de marzo de este año (en la foto), el Gobierno y el ELN anunciaban un ruta de negociación con seis puntos temáticos (Participación de la sociedad en la construcción de paz, Democracia, Transformación para la paz, Víctimas, Fin del conflicto armado, Implementación).
Sin embargo, dos situaciones empantanaron el proceso antes de comenzar. Por un lado, las tensiones fronterizas entre Venezuela y Colombia y la situación del país vecino. Una fuente muy cercana al ELN confiesa a Colombia Plural que “había que esperar a que se calmara la situación con Caracas porque ha sido un gobierno solidario que ha ayudado mucho al proceso”.
Por otro lado, y quizá lo más visible para la opinión pública colombiana, el Gobierno frenó todo ante el intercambio de secuestrados que practicó el ELN cuando liberó al ex gobernador del Chocó Patrocinio Sánchez, muy delicado de salud, a cambio de su hermano Odín. Santos dijo en abril que hasta que no se produjera la renuncia de esta guerrilla al secuestro no habría conversaciones y Gabino, el máximo comandante del ELN consideró, en un comunicado, que la posición del Ejecutivo iba en contra del acuerdo previo, que contemplaba el diálogo en medio del conflicto y la ausencia de condiciones previas a ninguna de las partes.
El 28 de septiembre, dos días después de firmar en Cartagena el acuerdo de paz con las FARC, Juan Manuel Santos le dijo al ELN que si liberaba a los secuestrados, “en una semana” comenzaban las conversaciones públicas. Lo hacía después del anuncio del ELN de un cese al fuego unilateral y temporal para facilitar las votaciones. Todo empezaba a encajar.
Al día siguiente, el 29, se supo que el ELN había liberado a un arrocero que había sido “retenido” en Arauca. Este 6 de octubre liberó al ex alcalde de Charalá (Santander) Fabio León Ardila y, hoy, en Quibdó espera la liberación inminente de Odín Sánchez. Quien finalmente ha sido liberado es el arrocero Nelson Alejandro Alarcón que ha sido entregado al Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr) y a una comisión de la Defensoría y la Iglesia Católica en zona rural de Fortul, departamento de Arauca. Por tanto suman tres los civiles entregados por el ELN en quince días, según resalta Cicr.
El ambiente general es que este paso adelante estaba a punto de confirmarse. Los tuits del ELN desde que el ‘No’ gano el plebiscito sobre el acuerdo de paz con las FARC estaban cargados de optimismo y de mensajes de paz: “Busquemos que la lucha política y por el poder se hagan sin violencia. Vamos a sacar la violencia de la lucha política”, escribían el 4 de octubre antes de anunciar que se dirigían con buen ánimo a una nueva reunión con el Gobierno.
El ELN no es las FARC. Y este hecho aparentemente evidente para expertos y analistas no está tan claro para la mayoría de colombianos. Las FARC se considera así misma como un ejército revolucionario que complementa los esfuerzos políticos de otros, el ELN se define como una formación política levantada en armas; las FARC tienen una estructura centralizada fuertemente jerárquica mientras el ELN tiene un perfil más confederal y una diversidad de opiniones internas en confrontación que ha llevado a fuertes disensos, especialmente entre los frentes de guerra y los comandantes que no están en el terreno; las FARC se consideran el sujeto de negociación legítimo con el Gobierno para afrontar cambios estructurales en el país y el ELN dice considerarse un “invitado” con legitimidad para negociar los aspectos relacionados con su desmovilización pero que deposita en la sociedad civil, como sujeto político, el mayor peso de interlocución con el Estado…
De hecho, uno de los elementos más difíciles de encajar en las negociaciones con el ELN es lo que se denomina como Mesa Social: el espacio en el que la guerrilla quiere que Gobierno y Sociedad Civil negocien las reformas estructurales que precisa el país. Cuellar explicaba así las tensiones en este punto: “Tenemos un pulso con el gobierno en cuanto a la participación porque para ellos la sociedad no es un sujeto político. Nosotros buscamos una amplia participación de la sociedad civil con agendas propias. Y eso es importante porque creemos que de esta negociación no va a salir un pacto para una nueva sociedad, nos falta mucho músculo para eso… Lo que tenemos que ver es cómo los acuerdos nos ayudan a fortalecer a la sociedad”.
Otro elemento que va a ser muy complicado es el del modelo extractivista. Uno de los temas clave para el ELN ha sido la explotación del petróleo y el gas y parte de su arraigo territorial tiene que ver con un discurso contrario a los megaproyectos extractivistas, sin embargo, el Gobierno dejó claro a las FARC y al ELN que el modelo económico “no está en discusión”.
Cuellar, como muchos de los comandantes más políticos del ELN insisten en que, aunque pueda haber similitudes entre la negociación de las FARC con el Gobierno y el proceso que ahora arranca, hay diferencias fundamentales: “¿Lo importante [en las negociaciones] es lo temático? ¿Y si lo importante es el mismo proceso? Conceptualmente, [en el ELN] tenemos claro que las autoridades sociales locales son las importantes porque una paz viable hay que construirla en los territorios. También tenemos claro que no hay que suplantar a los líderes ni a las organizaciones sociales… ni construir organizaciones paralelas. Y esta es una práctica muy de nosotros, las izquierdas, la de imponer modelos, pero ahora debe ser muy diferente. Ni las FARC ni el ELN le dijeron a la gente en el terreno qué es lo que va a pasar. Hemos tenido miedo a hablar de paz… es como si tuviéramos una especie de síndrome de desmovilización y las comunidades necesitan saber qué es lo que pasa y qué va a pasar”.
El nuevo intento
Aunque ante la opinión pública, saturada del mensaje de la guerra alrededor de las FARC, el ELN es un gran desconocido, la realidad es que esta guerrilla lleva años buscando un acuerdo político. Más allá de su participación en las negociaciones del gobierno de César Gaviria con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (en 1991 y 1992) en Cravo Norte (Arauca), Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México), esta guerrilla negoció con el gobierno de Pastrana y con sectores de la sociedad civil de forma intensa entre 1998 y 2002 en Alemania, Colombia, Venezuela o Cuba, e, incluso, se sentó con la administración de Uribe.
Ahora, hay un nuevo intento que reclamaban, entre otras, las víctimas, que habían insistido en que si avanzaba el proceso con las FARC era imprescindible que el ELN no copara los espacios que dejara esa guerrilla y que no asumiera a los disidentes que siempre se descuelgan de los acuerdos.
Paradójicamente, la semana del ‘No’ a la paz negociada con las FARC sigue deparando buenas noticias al país.
*Retomado de Colombia Plural