Los invito a leer mi columna “Lo que es mío es mío y lo que es tuyo es negociable, escrita el 22 de octubre de 2014, que cual predicamento toma vigencia hoy, tras el triunfo del No. En su momento me dijeron que eso solo aplicaba en negociaciones corporativas o de otro tipo, porque este proceso era político, social y distinto. Hoy creo que definitivamente lo que está comprobado científicamente tiene en sus fundamentos su razón de ser.
Aquí, después de esta lectura, los pecados cometidos desde las premisas de negociación y algunas reflexiones de lo que puede pasar:
Pecados desde el punto de vista de negociación asertiva:
- Nunca se debió comenzar a negociar una agenda oculta de cara al pueblo. Esto generó dudas, sinsabores, desconfianza.
- Definir conjuntamente cuál era el “core” de la negociación: la consulta no debió ser solo al final. Se ha debido hacer una consulta previa preguntándoles a los colombianos o a sus representantes (claro que con un Congreso enmermelado y arrodillado ante las mieles de la corrupción) qué les gustaría ver reflejado en un acuerdo de paz con los grupos guerrilleros. Por lo menos habría existido concertación en los principios y posiblemente un indicador de negociar con todos los actores, incluidos todos los grupos alzados en armas a la vez (este sin duda más difícil), no con uno solo (eficiencia), y los resultados pudieran haber sido diferentes. Más gente votando a favor porque fue tenida en cuenta desde el principio.
- Triunfalismo previo: “Nada está negociado hasta que todo esté negociado”. Esta negociación, con soporte mediático descomunal, llevó a amenazas como que “si gana el No continuará la guerra”, o comentarios como “Si gana el No renuncio a la presidencia”. Esas quedan como promesas de negociación y generan sinsabores que, como la segunda, ni se cumplen. De otra parte, el triunfalismo excesivo lleva a no tener plan B, o alternativas de MAAN (Mejor Alternativa de un Acuerdo a Negociar), que se mencionaron en la columna de hace dos años.
- Arrogancia y posiciones desafiantes de las partes negociadoras desde el comienzo con el canto del “quizás, quizás, quizás” de Santrich —el más detestable de los personajes de las Farc— al comienzo de las negociaciones (el proveedor sobrado poseedor de la materia prima fundamental), y la estocada final con “el Presidente pregunta lo que le da la gana” (yo soy el del poder y el de la plata; aquí ustedes no valen), y así ya no es, como quedó demostrado. Pero lo grave es que sigue igual con el anuncio de la fecha límite al cese al fuego el próximo 31 de octubre. La puja de poderes, de vanidades, sigue.
Podría pasar que:
- No haya equidad y garantía de negociación imparcial: las negociaciones gana-gana se llevan a cabo en terreno neutral y con garantes y ejemplares. Aquí, por ejemplo, no necesitamos ni a Raúl Castro ni a Maduro y sus séquitos diciendo pendejadas sin autoridad moral y avalando con una historia reciente que no propiamente habla bien de ellos. Eso era confiarle la hija ejemplar a la rumbera de la cuadra. No, gracias.
- ¿Podría pasar que las Farc revaluaran su posición de no pagar así sea simbólicamente un tris de cárcel? Si lo que quieren son sus “ideales de gobierno” (participación política), ¿realmente importa que algunas cabezas paguen algo de cárcel? ¿O es que si las cabezas no están en el Congreso se pierden los ideales?
- Podría pasar que las Farc terminen retomando las armas. Gravísimo porque perderían toda la credibilidad como contraparte negociadora por lo que han dicho (“De ahora en adelante nuestras únicas armas serán las palabras”, “estamos comprometidos con la paz”), y perderían todo el terreno ganado viéndose enfrentados a una sola salida: la de volver a ser diezmados en combate antes de una segunda negociación quién sabe cuándo, para desgracia de todos.
Qué está pasando hoy:
- El Presidente Santos, según algunos analistas, debe estar estudiando tres posibilidades: implementar acuerdos a través del Congreso desconociendo a Uribe y a todos los del No, con todo lo que eso implica; no cumplir acuerdos para echarle la culpa a Uribe de la guerra; ir a La Habana a no ceder para fregar a Uribe. Sin embargo, todo parecería indicar que el país va, indefectiblemente, para una constituyente. La mesa de tres patas: Santos, Uribe y Farc no funciona por odios, protagonismo y demás.
- Estamos y seguiremos viendo sorpresas cada día, como la que acaba dar el abogado de las Farc, Enrique Santiago (otro detestable), quien asegura que el proceso —aunque preocupante— no peligra.
- La negociación significa la unión de los del Sí con los de No.
- El inevitable pero indispensable acercamiento Santos con Uribe como la cabeza más visible de su contraparte, pondrá a prueba la inteligencia del jugador de póker y del estratega que ya está poniendo al primero a cumplir agenda.
¡Hasta el próximo miércoles!