Como publicista debo reconocer el talento, la creatividad, el concepto, de algunos ciudadanos común y corrientes que demostraron -una vez más- el inmenso poder de las redes sociales.
Mi reconocimiento a todas aquellas personas que desde un simple computador, lograron derrotar a las agencias de publicidad más poderosas de Colombia con su asfixiante y mediocre pauta sin ningún tipo de respeto por uno de los principios fundamentales de una campaña publicitaría: La unidad de campaña.
Parecían borrachos haciendo tiros al aire cada uno con distinta pistola de paint-ball, llenando las pantallas con colorinches de “comerciales” que daban pena ajena.
Derrotaron desde un simple computador, atrincherados en un rincón y quizás con un café tras otro, a nueve partidos políticos de la “Unidad Nacional” y sus corruptas maquinarias engrasadas de mermelada
Derrotaron a los poderosos medios de comunicación, que buscaron manipular voluntades, engañando una y otra vez, sobre el proceso y sus resultados y escondiendo la verdad detrás de un lenguaje maquillado que lo hacía ver como un sonriente payaso que en realidad lloraba.
Derrotaron a los papistas "formadores de opinión", derrotaron a las encuestadoras que en todos sus resultados nos aplastaban y ninguneaban con resultados, cifras y porcentajes mentirosos, a quienes nos resistimos a entregar el país.
Derrotaron solo con el tableteo las teclas de un computador, como arma de defensa de sus principios, que expresaban a través de columnas de opinión, comentarios , imágenes y trinos nuestro criterio, nuestro pensamiento, convirtiéndose en una modesta “campaña publicitaria”, sin temas musicales, guiones, actores o escenografías que todos sabemos son inmensamente costosas, en medio de una batalla vergonzosamente desigual, que además nos costaron insultos y amenazas.
Todo ese poderío, derroche y arrogancia, que transmitió el gobierno y sus comunicadores, en una desesperada carrera por ganarse la semana entrante el Nobel de Paz, y para ello haciendo en la ONU ante el mundo entero un oso inmenso que se repitió en Cartagena una semana después, delante de 15 presidentes, firmando –por tercera vez- unas carpetas en un blanco acto donde lo que más se recuerda es el susto de “Timochenko”, ante la presencia y el bramido inesperado de un avión Kfir de la Fuerza Aérea Colombiana, que les recordó a todos los presentes que también hay otra forma de lograr la paz y que ellos son el blanco.
Y en esa corredera apresurada, firmaron y una semana después hicieron el plebiscito, lo cual equivale, como decía mi tatarabuela, a trapear sin haber barrido.
Todo ese poderío, derroche y arrogancia, perdió ante estas personas y sus computadores expresando valientemente su voz.
Y una vez más así, se comprueba que la voz del pueblo, es la ley de Dios.
@profecaparros