No se preocupen que ya no faltan sino dos días para el plebiscito. Después habrá que hablar pero de los resultados, por ahora y con el perdón de quienes me quieran leer, debo repetir que voy a votar por el Sí y si pudiera votar mil veces, mil veces lo volvería a hacer. Pero en esta columna me voy a tomar el trabajo de dar algunas de mis razones y contestar cosas absurdas que les he oído.
Esta semana en la radio se han disparado las cuñas llamando a votar el No, una de ellas habla de “regalos a las Farc” y otra dice que Timochenko será presidente cuando gane el Sí. Ambas afirmaciones, sacadas de contexto son mentirosas, pero efectivas como estrategia de comunicación, porque están basadas en algo también muy útil: el miedo.
Hablan del miedo a un gobierno castrochavista, del miedo caer en manos de guerrilleros que cometieron tantos crímenes. Pero para nada mencionan los miedos que tendríamos que enfrentar si se tumba el plebiscito. El miedo a los secuestros, el miedo a las bombas antipersonas, el miedo a los cilindros, el miedo a la toma de pueblos, el miedo a la guerrilla lucrándose de cultivos ilícitos.
Puesto el uno al lado del otro, el miedo a que vuelva el pasado y el temor a la incertidumbre del futuro las cosas se ven más claras. Porque si lo de que Timochenko puede llegar a dirigir esta nación es una mera posibilidad que tiene que pasar primero por cambios en la mentalidad de los y las electoras, y aun así no es fácil que le gane a otras candidaturas más atractivas; el miedo de que vuelva la guerra es una realidad que se daría si cerramos las puertas a quienes por décadas han querido cambiar el régimen y ahora se someten a un estado de derecho que no lograron derrotar.
De manera que la publicidad del No es eficiente pero nada creíble, a no ser para personas que no quieren, aunque sea por un momento, comparar situaciones para ver cuál es menos mala o por lo menos, cuál hará menos daño: si el pasado atroz o el futuro por construir.
Las personas que van a ingresar a la vida civil,
son también víctimas del conflicto, y de una sociedad
que las ha lanzado a las armas como única alternativa de vida.
Pero esa no es la única razón para mi voto. Tengo muchas otras, entre ellas que las personas que van a ingresar a la vida civil, que van a dejar las armas y que se comprometen a seguir en la actividad política pero dentro de las reglas del juego democráticas, son también víctimas del conflicto y sobre todo víctimas de una sociedad que las ha lanzado a las armas como única alternativa de vida.
El otro día escuché este argumento en boca del alcalde de Cali, Maurice Armitage y me convenció. Desde entonces dejé de verlos sólo como victimarios para empezar a comprender su tragedia. Pasar día tras día en la selva, dormir en cambuches, abandonar sus familias, estar con la incertidumbre de la muerte rondando la esquina, por no tener otras alternativas, es algo que le ha sucedido a miles de personas en la insurgencia. Ser guerrillero no es un paseo o una diversión de fin de semana. Es una especie de prisión de la que es muy difícil salir.
Y finalmente, aunque tengo muchas otras razones, me convencen las cifras. Todo el presupuesto que se dedica hoy a combatir a las Farc es mucho menor que lo que se tendrá que gastar en el posconflicto y los recursos que vamos a recibir de apoyo internacional serán un complemento importantísimo para desarrollo social y rural. Las cifras, y las han dado gente muy conocedora del tema y de la economía, son contundentes. Nadie de los del No, de Alvaro Uribe para abajo, se ha tomado el trabajo de desmentirlas o presentar cifras alternativas. La paz sale más barata que la guerra y sobre todo brinda muchas más oportunidades de crecimiento. ¿Por qué no nos cuentan con qué plata van a seguir este desangre que significa la lucha inútil contra la insurrección?
Queda el tema del fastidio que para algunas personas significa no ver muerto o encerrado al enemigo. Piensan tal vez que hoy reina la justicia y no existe impunidad. Esa es otra mentira que deslizan en sus argumentos. La gran mayoría de las personas en las cárceles no están allí por ser de la guerrilla, pero las muertes sí son de lado y lado, de militares y guerrilleros, pero también y sobre todo son víctimas civiles que no pidieron estar en la guerra. Eso es lo que nos ahorraremos y además estará la justicia transicional, que como estoy viendo puede llegar a ser mejor que la corrupta e ineficiente justicia penal que hoy tenemos.
Votaré el Sí, y ahora mucho más convencida.
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