La soledad de Álvaro Uribe

La soledad de Álvaro Uribe

"Su discurso guerrerista ha sido desplazado por el Sí de los ciudadanos. Cada día lo vemos más solo"

Por: Clara Gamboa
septiembre 27, 2016
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La soledad de Álvaro Uribe

Bien dicen  por ahí que las situaciones difíciles, requieren  medidas desesperadas.  En estos días y con la marcha encabezada en  Cartagena por senador y expresidente se  demuestra esta premisa. Durante años, la figura de Uribe se ha tambaleado entre los espinosos escándalos de corrupción, narcotráfico y paramilitarismo y cual  Pedro Paramo, se alzó con el poder provocando estragos en el campo colombiano (que para el caso le sirvió como Comala), gracias  al apoyo de una patidifusa clase dirigente. Pero vuelve aquí la  literatura  y me ataca; Uribe me recuerda al viejo Cronos que fue comiéndose a cada uno de sus hijos para evitar su propia Hecatombe. Los partidos que lo apoyaron  llevándolo al poder hicieron un cambio, abandonaron el rejo y la cabalgata por el  tren  de la megaminería de Santos.

Habría que decir que su  discurso  guerrerista ha sido  desplazado (como tantos en sus gobiernos) por  el  Sí  de  los ciudadanos. La paranoia  propia de los  dictadores  que plagaba sus discursos  de manos firmes y  corazones  grandes (como el de Paloma),  en la  que se le  quitaba la  C al  grupo  guerrillero y  se afirmaba  la hombría  diciendo “le voy a dar en la cara, marica”, parecen estar  relegados.  Acompañado  del  Procu-orador,  y con una  voz  que   aunque calma   mostraba  el talante   reaccionario-guerrero del personaje,  Uribe  se niega a  decir  Adiós  a las armas.  Si  bien  sus   escuderos  siguen ahí, existe un  desgaste ideológico  en las palabras de Pacho, de Óscar Iván  y de las mismas parcas: Claudia y María Fernanda. Uribe se ha ido quedando sólo.

Creo  que el  2 de octubre podremos  decir por   fin “Olvidando al Soldado Uribe” ,  incluso que aquellas buenas gentes que  en  pro de la seguridad, o  de familias  en acción  y  otras tantas cosas  concibieron a  este  hombre  como el salvador.  Encontraran en la posibilidad de exigir sus derechos  y no de mendigar la morona que  cae  de la mesa del  “padre”,  una  visión más digna  del  futuro. Seguramente la historia lo juzgara,  pues ya tantas  veces  se ha librado  de la contundencia de las pruebas que  es difícil creer que este personaje llegue  a un  estrado.

La soledad de Uribe,  es  la soledad de alguien que fue  entronizado por la guerra y que  ahora  se queda sin ella.  Como en el cuento de Saramago La Silla: se le rompió la pata a la silla que sostenía al  dictador. Ni la Seguridad Democrática, ni el premio del gran colombiano consiguieron que s  quedara en el poder.  Le quedan dos años en el senado en el que   esperamos que se dedique dignamente al silencio y que no intente desde su figura de Macbeth criollo hacerse nuevamente con el poder (Hay  que anotar que  el lenguaje de Uribe, por más florituras que tenga no llega ni a los talones de Shakespeare). Esperamos que sus copartidarios no hagan el eco de lo que otros hicieron en los años 80  exterminando partidos y aterrorizando poblaciones.

Yo quiero, sinceramente, olvidar al soldado Uribe y  recordar al Pretérito gobernante como una página que se encabeza con la frase: "Aquí yacen las palabras de Odio, que  gobernaron durante ocho años este país y que por más de veinte apoyaron la lucha fratricida, ahora son letra muerta plagada por los fantasmas de la guerra.

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